El hecho que el presidente empresario Piñera no hiciera un solo comentario sobre las reformas políticas que el país necesita, es un hecho demostrativo de su alejamiento del principio de realidad, el cree poder sustituirla por sus ilusiones o sueños. Pero también obedece a su visión del mundo en el cual su realidad es insuperable, imposible de cambiar y que sólo se puede gestionar aceptándola como un destino inmutable.
El eje del discurso es el crecimiento económico incuestionable, que según sus creencias nos va a llevar a nivel de la élite mundial, pero, desdibujando cada vez mas al estado, entregando nuestras riquezas y fuentes energéticas, coartando los derechos de las personas en educación, en salud, en calidad de vida y en el medioambiente, entregándolos al mercado y sin regulaciones. En suma, una mezcla de ideología y de un sueño de omnipotencia, propio de un empresario multimillonario y de sus ministros empresarios, de que todo es posible sólo con quererlo.
Lo anterior no significa culpar a Piñera de todos los males del país, hacerlo seria injusto porque este llegó recién a la ultima etapa de esta loca carrera por terminar de transformar a Chile en el ejemplo neoliberal latinoamericano. Algo que afortunadamente en el imaginario colectivo se va equilibrando por el contraste con la realidad de lo vivido en las dos ultimas décadas, cuyo coste lo hemos pagado los chilenos con todos los intereses, recibiendo las recetas de un sistema económico cada vez mas desigual y con el agotamiento del sistema político y electoral que ha reducido la participación social y la democracia a niveles solo formales.
Así es como y desde distintos ángulos, actores sociales, trabajadores, políticos, estudiantes e intelectuales han llegado a una suerte de consenso de que el sistema político y electoral basado en el presidencialismo y en un esquema electoral binominal, profundiza su escencia antidemocrática y le quita progresivamente soberanía a los electores. Esta es una realidad que los propios actores del sistema, hoy en la oposición, empiezan a constatar, que su convivencia en este modelo les ha significado un progresivo alejamiento de la realidad y un alto rechazo ciudadano.
La descomposición del sistema es tan profunda que no aguanta mas parches sino que apunta directamente a lo que no se quiere ver, la necesidad de un cambio de Constitución, porque es un contrasentido hablar de profundizar la democracia o de pretender alcanzar metas de país desarrollado, con ésta como base y con un sistema político y electoral antidemocrático. No esta demás recordar que el sistema fue diseñado por la dictadura de Augusto Pinochet para controlar o tutelar la democracia: el objetivo del sistema electoral tal como existe todavía, es prevenir que un candidato o un partido que no está en el juego del binominal tenga posibilidades de acceder al poder, independientemente de la votación popular.
Por esto es que se constata una falta de correspondencia cada vez mas significativa entre la política y las bases sociales, es un divorcio entre lo social y lo político, dos actores que coinciden cada vez mas sólo en las convocatorias electorales. Así entonces hay una oferta política proveniente desde las cúpulas partidistas, las que se sienten elegibles de manera permanente por una demanda controlada de electores, la suficiente para asegurar que el sistema funcione.
El economista francés Jean Baptiste Say (1803) afirmaba que “no puede haber demanda sin oferta” y “que toda producción engendra su propia demanda”, una analogía válida, en un país como el nuestro, en el cual existe una total subordinación de la política a la racionalidad económica y a los intereses del mercado, generando una relación perversa, que existe en el sistema binominal, entre las ofertas de candidatos determinadas por arriba y una demanda que es creada por la oferta y cuantitativamente aceptable para mantener el sistema.
Un modelo en el cual mas importante que los electores son los acuerdos entre las dos coaliciones permitidas por el sistema, la Concertación y la Alianza por Chile. Entre ellos se establecen los pactos necesarios para mantener el sistema remendándolo las veces que sea necesario con parches democráticos.
A esto responde que en los últimos meses los partidos de la Concertación organizaran una serie de elecciones “primarias”, señalando repetidamente que por este medio es la gente la que elige a sus candidatos, pero no cambian lo antidemocrático del sistema, porque siguen siendo las coaliciones permitidas de la alianza o la concertación, las que determinan directamente quien será el representante de la gente en un determinado lugar.
De aquí surgen todas la variantes posibles, incluido pactos electorales para permitir la participación (en la Concertación) de los excluidos del sistema, concertando entre ellos cupos de candidatos en alianzas convenientes para unos o para otros.
Volviendo a la analogía de Say, aquí también es la oferta la que se impone, los partidos negocian para asegurar que en aquellos lugares donde quieran obtener un cupo, se ponga un candidato que compita lo suficientemente débil para así asegurarle la elección a quien ellos ya han designado, manipulando de esta manera abierta o veladamente la demanda ( los electores ).
En suma a estas alturas, el sistema electoral facilita la perpetuidad en el parlamento a diputados y senadores y actúa como un eficiente resguardo institucional. En el ámbito de la economía ha sido también el guardián de los intereses de los dueños de las AFP, Isapres, mineras, bancos, farmacias, retail y de todos aquellos que hacen negocios con nuestros derechos básicos.
Es a través de la perversión del sistema político y electoral que sus actores han minimizado de manera obsesiva el Estado y como contraparte han maximizado el mercado desregulado, convirtiéndolo a este en el poder que controla y regula toda la actividad económica, política y social.
No se si a estas alturas de la vida alguien en nuestro país podría afirmar que el sistema político y electoral progresivamente remendado no es el principal andamiaje para las políticas de la derecha, creadora y apologista del neoliberalismo. A nivel mundial hemos llegado a un punto en el cual el sistema político y electoral se ha subordinado al sistema económico especulativo y al mercado sin regulaciones, lo que ha significado la destrucción gradual de la sociedad del bienestar en los países desarrollados, y la obstrucción deliberada de su construcción en los países emergentes, a pesar de que la sociedad del bienestar es una opción para garantizar la justicia social y vertebrar en esta época actual la cohesión social.
En este contexto no es mucho lo que podemos esperar para las próximas elecciones de Alcaldes y Concejales y en un par de años de Presidente, si los candidatos provienen de las actuales coaliciones y se rigen por el perverso binominal. Mas aun si como hasta ahora sucede, los acuerdos siguen siendo en función de objetivos puramente electorales, sin programas u objetivos estratégicos que cambien las cosas a favor de los chilenos y chilenas.
Esta situación se debiera constituir en un desafío particularmente importante para los candidatos a Alcaldes y a Presidente en el futuro, los que debieran obligarse por presión de la ciudadanía a presentar programas de gobierno que permitan hacer frente y resolver a favor de las mayorías los problemas que les aquejan a sus comunas y al país.
Lo concreto es que se acercan nuevas elecciones, una época en la cual los electores somos importantes, razón por la cual es también la oportunidad para de alguna forma hacer presente un “ya no queremos mas de lo mismo ni ofertones que nadie cumple”.
Tenemos que levantar voces en contra de la democracia de mercado que nos impusieron y de gobiernos que dictan políticas a favor de la especulación, devastando la voluntad popular. Medidas que benefician enteramente a los agentes del sistema financiero en total detrimento de los que trabajamos y que somos los mas, erosionando la voluntad popular expresada en forma democrática a través del voto.
Si continuamos por el camino actual, seguiremos siendo víctimas de mas políticas neoliberales, es decir de una educación y de un sistema de salud y previsión social signada por la especulación, de sueldos de hambre y empleos precarios y al mismo tiempo, en situaciones de crisis, de aportes al sistema financiero y a la banca con factura para todos los ciudadanos y ciudadanas.
Lo sucedido en Estados Unidos, en Europa y lo que hemos vivido en nuestro país, nos demuestra que para solucionar los problemas que tenemos en el ámbito económico, social y político, las políticas neoliberales son inviables e inoperantes. No se pueden solucionar los problemas de desigualdad social, falta de oportunidades y de pobreza con recetas del mismo sistema que las provocó.
La época actual en un contexto global es inquietante, en particular para quienes no compartimos el mundo creado por un sistema neoliberal abusivo, pero no lo es para quienes profitan de el y quieren dejar las cosas como están, apelando a perfeccionar con fondos públicos y con el sacrificio de millones de personas, una situación que incluso en condiciones de crisis les favorece.
En este sentido, la irresponsabilidad de los actores económicos y políticos han sido corrosivas para la institucionalidad democrática y letal para el respeto a los derechos sociales y económicos de todos los ciudadanos que un Estado democrático debe garantizar en todas sus dimensiones: libertad, igualdad, legalidad, responsabilidad y legitimidad; cualidades que son la antítesis de la democracia neoliberal.
Afortunadamente esta situación despertó al movimiento estudiantil y social, como una respuesta y una denuncia en contra los abusos del poder de facto de la democracia controlada, que esta vigente en Chile desde los tiempos de la dictadura. Un movimiento joven que nos devuelve el derecho a soñar.
Por eso es que los ciudadanos tenemos que exigir no solo la gobernanza de una verdadera democracia participativa, sino también la gobernanza y el control político del sistema financiero y el fin del capitalismo neoliberal y su democracia de facto.
Así entonces, ante esta realidad y de una nueva crisis financiera del sistema a nivel mundial, la salida hacia una sociedad mas justa e igualitaria es por la izquierda, los discursos de medias tintas que hemos venido escuchando por 20 años ya no sirven, se agotaron, no solo porque no se cumplieron las promesas sino porque sirvieron para administrar y enriquecer el sistema económico, político y electoral neoliberal antidemocrático. Esto nos presenta una oportunidad histórica para recomponerse, habrá que ver como, pero la situación actual exige unirse y unir ideas, programas y actitudes valientes.
Pero vivimos una situación compleja que no se puede soslayar, en las últimas décadas la izquierda social y política ha permanecido dividida, sin capacidad de organización ni de opinión propia y en un fuerte declive, lo que ha permitido un ascenso de la derecha con un crecimiento espectacular de la riqueza y el poder de las grandes corporaciones y de los grandes patrimonios, a la vez que se ha producido un progresivo pero importante deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos y de los servicios públicos ofrecidos por el Estado.
El efecto más evidente de dicha regresión es la desigualdad social que caracteriza a nuestro país, junto con el empleo precario, el abuso y el deterioro de los salarios en la participación en la renta, que sigue una evolución similar en todo el mundo. Desde la crisis estructural de los años setenta una verdadera hegemonía capitalista, cobijada bajo el paraguas del neoliberalismo, ha dirigido la economía y la sociedad.
Pero estamos en desventaja, si bien es cierto que la actual crisis financiera y económica ha abierto una oportunidad para establecer un punto de inflexión en la tendencia regresiva provocada por tantos años de dominio neoliberal, esta situación encuentra a la izquierda en un momento de demasiada debilidad como para plantear alternativas que cuenten con suficiente apoyo social.
Y esta es una circunstancia que la derecha política y económica está aprovechando para mantener su control absoluto sobre la economía, radicalizando aún más sus propuestas regresivas y acentuando de esa forma la tendencia de los últimos años.
Por eso es hora de levantar la cabeza y empezar una labor que se inicia por una actitud de sumar y sumar, tenemos en frente desde un sin numero de think tanks, hasta prestigiosas publicaciones internacionales, pasando por los consabidos mercados internacionales, que en realidad no son sino grandes inversores con estrategias bien pensadas para lograr mantener incólumes sus altas rentabilidades.
En esta empresa nadie sobra hay que unir voluntades con personas decentes dentro y fuera de la concertación, con luchadores sociales marginados por el sistema, con este nuevo movimiento estudiantil y social, sacudiéndose de los sectarismos y de sentirse el mejor y mas representativo, pero como hasta ahora, aislado.
El contexto en el cual nos encontramos requiere de una urgente reacción y rearticulación de los sindicatos con dirigentes aguerridos, con partidos políticos de izquierda reconstruidos con una visón y decisión anti neoliberal y con vocación de poder. Aquí se trata de oponerse con un programa alternativo y radicalmente, sin medias tintas a las estrategias neoliberales. Solo asi podremos unirnos y construir la izquierda mirando y sintiéndose orgullosa de su pasado y de su historia.
Para eso se requiere un proyecto y una comunidad de principios desde donde emerjan las ideas y los programas, con un discurso que tenga correspondencia y esté asentado en el andamiaje social real, con propuestas que deben ser profundamente anti-neoliberales. Al igual que hace 30 años fueron profundamente anti dictatoriales, porque la escencia de nuestros problemas actuales se inician con la dictadura de Pinochet.
Unas propuestas que sean factibles de cumplir y que sean alternativas a un modelo socioeconómico generador de desigualdades, de precariedad laboral y bajos salarios. Tenemos que pensar que el desafío no es fácil, la desigualdad en Chile es tan grande que es difícil pensar en siquiera acortar la brecha entre ricos y pobres sin un proyecto de país y una decisión de un cambio de verdad. Una propuesta en la cual el estado debe recuperar su rol determinante en la sociedad para recuperar la propiedad de nuestras riquezas energéticas, del cobre y replanteando una reforma tributaria efectiva en beneficio de las mayorías y que termine con el abuso y la especulación empresarial y bancaria.
Necesitamos por lo tanto una izquierda enraizada en una fuerza cultural potente, expresada en una determinación de luchar por un cambio social que signifique equidad, justicia social y democratización de la sociedad, rompiendo definitivamente con el legado jurídico y político dejado por la dictadura, la Constitución de 1980, y la política neo liberal administrada e ideológicamente legitimada por un pacto de partidos que nos gobernó por mas de veinte años.
“Nosotros creemos que ha llegado la hora de que los partidos auténticamente populares creen una conciencia cívica capaz de brindarle a Chile una salida política, una alternativa distinta, una solución nueva”…… Salvador Allende.