Cuatro puntos de quiebre en la ciudad chilena

  • 14-08-2012

Una serie de sucesos afectan a nuestra sociedad en su conjunto, especialmente a la ciudad de Santiago, relacionadas con el tipo de ciudad que estamos construyendo. En la medida que no hagamos un golpe de timón, y cambiemos el curso actual, en el futuro cercano tendremos crisis aun más profundas e irreversibles.

En primer lugar, el transporte. La crisis por la que atraviesa el transporte público de la ciudad de Santiago plantea algunas preguntas, en directa relación con el tipo de ciudad y sociedad que tenemos. ¿Hasta cuando la ciudad crecerá y se extenderá tan desigualmente? Teniendo en cuenta que los más pobres, a quienes la política habitacional ha depositado en  lugares menos equipados y  más alejados, son los que deben pasar mayor cantidad de horas en el transporte público.

En segundo lugar, el crecimiento de la ciudad y la renta del suelo urbano. La ciudad está creciendo aceleradamente y el único criterio de localización para las nuevas viviendas de los sectores más pobres está determinado por el precio del mercado del suelo.

Sin duda que el mercado es el mejor asignador de recursos, pero el suelo urbano tiene tales particularidades que al considerar al mercado como el único elemento, se producen distorsiones muy grandes.  Es así que el desarrollo de nuestras ciudades en el último tiempo ha generado grandes zonas en los márgenes de la ciudad, lejos del centro, sin servicios, en que solo viven pobres.

Hemos producido de esta manera una ciudad que para la mayoría es invivible, socialmente inviable, y que la queremos hacer invisible.

En tercer lugar, la producción de vivienda. Estamos frente a una paradoja de difícil explicación. Nunca en la historia del país se había hecho un esfuerzo tan grande por dotar de vivienda a los sectores más pobres. En este esfuerzo, exitoso en lo cuantitativo, han participado el Estado, los usuarios, la banca y las constructoras. No obstante lo anterior, al dejar en el mercado el tema de la elección del suelo urbano, este fantástico esfuerzo ha devenido en una situación nunca vista de segregación urbana y construcción de una ciudad desigual

En cuarto lugar, la seguridad  y no pertenencia social. El siempre actual y majadero tema de la seguridad ciudadana, tan presente en los medios, pese a que las ciudades chilenas son por lejos las más seguras de la región, tiene también una componente urbana.

El tema de la violencia y de la inseguridad ciudadana, según importantes expertos, no está referido tan solo al tema de la pobreza, materia en la cual Chile ha hecho avances importantísimos en los últimos años, sino que tiene una relación fundamental con el tema de la desigualdad. Lo anterior contribuye de manera dramática a generar una ciudad tan segregada, como lo son las chilenas.

Los últimos acontecimientos de violencia urbana, liderada por jóvenes, es la expresión social de condiciones de profunda desigualdad urbana. Obviamente que en esa irracional protesta, traducida en la destrucción del mobiliario y espacio público (que paradójicamente sus principales usuarios son los más pobres) hay un sentido de no pertenencia. Esos jóvenes no se sienten parte de esta exitosa sociedad y tampoco se sienten habitantes o vecinos esta ciudad.

Estos cuatro aspectos que ponen en jaque la unicidad y viabilidad del proyecto social chileno tienen una importantes explicaciones en la situación urbana de Santiago. No es la única, pero es de vital importancia. La sociedad debe reflexionar en el sentido que procurar ciudad más equilibrada e igualitaria, no tan solo generara una sociedad más justa, sino que incluso será económicamente más rentable.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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