¿Es inevitable la segregación en Santiago?

  • 29-08-2012

Las ciudades, constituyen el hecho cultural más complejo de la sociedad moderna. En ninguna construcción humana el intercambio de información, de bienes y de servicios es tan extendido y tan profundo. Esta complejidad se extiende a los grupos sociales y culturales que conviven en su interior.

Frente a este fenómeno, tan difícil de diagnosticar, conducir y controlar, quedan, esquemáticamente expresada, dos posibilidades. Una, prevaleciente en la mayoría de las ciudades de África, Asia y Latinoamérica (a excepción de Buenos Aires y Montevideo), que, a través de una primitiva y exclusiva política de mercado, genera al interior de la ciudad distintas ciudades, de acuerdo al nivel de ingreso de los distintos sectores. Detrás de esta visión, está el  temor de las elites a lo desconocido, es decir a la gente de otras costumbres, de otro nivel de ingresos, incluso de otro color de piel y pelo.

Otra posibilidad es intentar, mediante políticas públicas urbanas fuertes y profundas, integrar en la ciudad a los distintos sectores sociales, tal como se da en la mayoría de las ciudades europeas. Detrás de esta visión, está la idea que la ciudad es un bien al cual todos los habitantes podemos acceder. De esta manera, se reconoce a la política urbana, como un instrumento de construcción social, que es tanto más eficiente que las políticas sociales reactivas y, por supuesto, que las políticas represivas.

No estamos hablando de una revolución social, en la cual desaparezcan las diferencias sociales, sino que nos referimos a una simple y modesta (pero tan difícil de realizar) política urbana de localización de viviendas de distintos niveles socioeconómicos en territorios similares.

Tradicionalmente, en Santiago, hubo convivencia de sectores sociales en los mismos barrios. Posteriormente, producto de la inmigración masiva de chilenos a las ciudades y a la incorporación del mercado como único instrumento asignador de recursos a nivel urbano, las nuevas localizaciones para sectores pobres o emergentes se ubicaron lejos de la ciudad central y lejos de los sectores mas acomodados. Este proceso de segregación se vio brutalmente profundizado durante la dictadura, política que no cambió fundamentalmente con el retorno a la democracia.

Para revertir este proceso, que lacera la ciudad, se necesita la voluntad política y social de los actores principales del sistema político institucional del país. Estamos ad-portas de un conflicto social imparable (expresado en delincuencia, violencia y micro tráfico) si es que no tomamos medidas urbanas a la brevedad posible.

¿Estarán conscientes de esto los integrantes de las elites empresariales y políticas, que frente a los síntomas señalados, solo proponen medidas represivas?

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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