La imagen de la vida de las poblaciones no es algo dejado de lado por lo audiovisual, el tema es cómo se ha encarado. Diariamente es posible ver noticias en televisión sobre acontecimientos (la mayoría violentos) en aquellas zonas de la ciudad, con una supuesta objetividad que no sólo establece una lejanía hacia los pobladores y el lugar donde viven, sino también la creación de fuertes estereotipos y prejuicios. Esto último, porque nunca se da espacio para que él mismo se defina o reconozca. Las lecturas vienen siempre desde afuera y siempre son superficiales, efectistas y circunstanciales. Todo lo que ocurre es mostrado de forma fugaz y responde a un accidente, tanto el éxito como la violencia. En conclusión, queda la idea de que la existencia misma de las poblaciones (construidas sin patrón urbanístico, sin regulación) es también un accidente que no es digno de rastrear, explicar ni retratar.
El cine de ficción y documental reciente sigue también un poco ese patrón, la diferencia es que, en vez de la noticia y el periodista, se posiciona la figura del artista, el que tendría un poder casi místico de develar la realidad con una capacidad crítica concientizadora única e irrebatible. Un paternalismo que también ha impedido que el poblador, los habitantes de estos lugares marginales, se definan ante las cámaras o co-participe del registro. El actor profesional los encarna (lo folcloriza cómicamente en las teleseries o se torna casi un animal violento en ciertos filmes), mientras la voz del director-artista los representaría e incluso los concientizaría. Es nuevamente una mirada desde fuera, una definición ajena y prejuiciosa.
En estos años, las excepciones a esto son bastante pocas y se han dado sólo en trabajos marginalmente conocidos y difundidos (un buen ejemplo reciente es el documental Santo Tomás, entre la iglesia y los pacos). Es por esto mismo que una película como Cuentos sobre el futuro es tan importante que se estrene en salas.
La directora Pachi Bustos retrata la vida de cuatro habitantes de una población santiaguina. Con imágenes de archivos, sabemos que hace 20 años atrás participaron de un proyecto llamado “Chinoticias”, en donde comandaban un noticiario realizado por ellos mismos, esto dentro de un plan universitario que incentivaba tal realización en donde participó Pachi Bustos. Niños que reporteaban su entorno, lo registraban, mostraban a sus vecinos hablando de sus carencias y de sus realidades. Ya adultos, los sueños de ser periodistas o camarógrafos fueron aplastados por una vida en donde las oportunidades para surgir fueron bien pocas. Cada uno lucha diariamente frente a la cesantía o al trabajo duro y mal remunerado, también al deficiente servicio del sistema de salud y cómo, con todo esto a cuestas, mantener una cierta unidad familiar.
Lo destacable es que esta historia que podría haber seguido la línea del análisis sociológico o jugar a acentuar los sentimentalismos de los pesares de cada personaje (como en los reportajes televisivos), se va construyendo a través de un montaje cuidadoso y artesanal, en un relato horizontal frente a las vivencias de ellos. Sin voz en off, sin carteles, sin cifras económicas, Cuentos sobre el futuro es un retrato de no sólo cuatro personas, sino que es una prueba fehaciente de lo lejos que se está cuando se habla de que Chile está a las puertas del desarrollo, de lo nimio que son esos bonos de apoyo que sólo palean algo más profundo: una realidad que no les ofrece ninguna posibilidad de una vida realmente más plena.
Son personas dignas en sus sufrimientos y alegrías, trabajadores incansables, dentro de una ciudad que ni siquiera arquitectónicamente avanzó para ellos. Es destacable, en este sentido, las contraposiciones de imágenes de hace 20 años, con una población con grandes peladeros. Ahora, esos espacios sólo han cambiado para convertirse en pavimento, en canchas grises que no aportan nada al paisaje, al contrario, es algo que no fomenta la convivencia. Es el peladero disfrazado de un progreso de cartón, o más bien de cemento, un elemento que sirve como metáfora de la misma estructura social, que está hecha para darle muy poca cabida a los cambios.
El resultado es tan sutil como demoledor. Si bien existe una emotividad a través del trato cercano y natural con los personajes (todos sinceros y abiertos al registro), la película no busca la compasión, sino que su resultado va más allá de la anécdota. Es finalmente una reflexión de porqué esto no lo vemos con mayor frecuencia. Con una cámara aterrizada, que mira a los ojos y no desde arriba, Cuentos sobre el futuro busca plantear que habría que empezar a hablar no tanto de poblaciones marginales, sino que más bien invisibilizadas.
El encuentro con estas realidades fue el motor del “Nuevo cine chileno” en los 60, también de varios realizadores que desde la clandestinidad grabaron y filmaron en dictadura. Hoy, el llamado “Novísimo cine chileno” está claramente en deuda con esta búsqueda. Por eso mismo el estreno comercial de una cinta como Cuentos sobre el futuro es realmente un hito.