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Chile cambió


Jueves 4 de julio 2013 6:59 hrs.


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Estimado Director:

Se realizaron las primarias y como suele suceder en el plano de la política, todos sacan cuentas alegres, razón por la cual vale la pena hacer algunas reflexiones. Elecciones que y como las que vienen en Noviembre, se realizan en un contexto de alta insatisfacción social.

Lo anterior no es menor, es un momento en el cual las expectativas están mas allá de lo que hasta hoy pueden ofrecer las dos coaliciones en el poder, la Alianza y la Concertación. Para ser mas claros una Alianza que no es tal y una concertación agotada, sin credibilidad y que ya no tiene espacio para reeditar su liderazgo político.

Por eso el momento actual es bien distinto al que enfrentaron las anteriores elecciones presidenciales, lo que requiere de una lectura también diferente. Hoy una multiplicidad de actores sociales que reclaman su lugar en el espacio político, así lo han demostrado el movimiento estudiantil, los actores regionales, los mapuches, distintos movimientos sociales sectoriales, la ANEF y la CUT, que hoy tampoco es, como lo fue hasta unos años atrás, un dócil vagón de cola del sistema.

De alguna manera u otra o por caminos distintos, estos actores han crecido en oposición y como victimas de las desigualdades provocadas por el sistema neoliberal impuesto tras el golpe de 1973. Por lo tanto hay un sentimiento común y una visión que les une, que los caminos del desarrollo socioeconómico futuro, deben construirse sobre cambios profundos a la institucionalidad y al sistema económico.

Por eso hay muchas esperanzas, porque por primera vez en años el sentir mayoritario del país, expresado en una permanente movilización social, puso el piso mínimo desde donde partir, que es cambiar la Constitución, adecuarla a los tiempos presentes y venideros, despojándola de su esencia dictatorial y de las ataduras del pasado. Lo segundo es que los chilenos (as) ya no queremos seguir con la política de los acuerdos, lo que “raya para la suma”, significó transar con la derecha para consentir la continuidad de un sistema, en el que paulatinamente la izquierda, que participó en este juego, fue perdiendo su identidad.

Por eso es que los candidatos y todos los chilenos, debiéramos agradecer que tenemos una juventud critica, con visión de país, que con sus acciones nos saco de un largo sueño estacionario en el que estábamos encasillados. Hoy los desafíos están claros, corresponden a una segunda etapa de la transición, ahora con objetivos precisos y que ya son un consenso nacional: Cambio a la Constitución y fin al Sistema Binominal, Educación gratuita y de calidad, Reforma Tributaria y sustentabilidad Fiscal, País inclusivo que termine con la desigualdad social, política energética y sustentabilidad.

Por lo tanto el desafío no es menor, para los candidatos de la nueva mayoría y para quienes estuvieron fuera del sistema de primarias, todos están obligados a construir un discurso y propuestas a tono además, con la ruptura generacional que estamos viviendo. De otra manera es difícil que interpreten a una fuerza social potente, que pide abrir las compuertas de la participación social, señalando que lo que viene es una lucha por las ideas, en la cual ni los cantos de sirena ni los discursos populistas o voluntaristas serán los que decidirán el futuro del país.

Se agrega a todo esto un factor que exige realismo y responsabilidad a la dirigencia política, establecer la agenda de prioridades y proyectar con sentido estratégico sus propuestas, mas allá del horizonte restringido de los cuatro años que dura el periodo presidencial. Sin tomar en cuenta este factor simplemente se caminara por el populismo, incentivando el entusiasmo popular pero a sabiendas que poco de lo prometido es posible cumplir.

Esto ultimo es bien importante porque junto con los deseos de avanzar, es de esperar una resistencia al avance, proveniente de los duros intereses económicos que están detrás de todo el sistema actual, que son transversales, los que harán surgir dificultades y levantaran barreras institucionales, exaltando temores con el objetivo que algo cambie, pero, para que todo quede igual.

El camino nos es corto ni fácil, porque el Chile neoliberal actual esta constituido por una sociedad clasista dura y excluyente, dividida como lo escribió Marx en su manifiesto en 1818, “en una serie de estamentos, dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones”. Y es así, porque nuestra sociedad fue construida como la sociedad modelo del neoliberalismo moderno, creando nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, pero también nuevas modalidades de lucha, que debemos saber interpretar y que han venido a sustituir a las antiguas.

La legión OPUS ya leyó esta realidad y siguiendo con su tradición de extrema derecha conservadora, planea la estrategia a seguir con su conocida visón apocalíptica. Su propuesta es que si ellos no gobiernan nadie lo puede hacer, es decir que los chilenos necesitamos un superlíder el que solo se encuentra en el nido de la UDI.

También está preocupada porque ya no tiene el piso político que le dio la Concertación, la cual le permitió camuflarse bajo el rotulo mentiroso de Centro Derecha. Ahora les resultará mas complicado apelar a la política de los acuerdos cupulares, ya no contará solo con dirigentes que hasta ayer actuaban con un doble discurso, validando la continuidad del sistema, amparándose en la credibilidad que se endosaran después de la derrota de la dictadura.

Hasta ahora esta casta política que representa al empresariado especulador, contaba también con una sociedad civil semidormida, que les permitía aprovecharse sin contrapeso del crecimiento de la economía, de la venta del cobre, de la rentabilidad del sistema financiero y bancario entre otros. Durante años valiéndose de no pagar impuestos y del FUT (Fondo Tributable a las Utilidades, de las empresas) el que se estableció en 1984 y constituye una de las herencias dejadas por la dictadura en beneficio de las minorías, le aseguraban a los chilenos (as) la abundancia y la felicidad de la cual disfrutaron solo unos pocos.

En este contexto eligieron su candidato, preocupados por el momento histórico que vive el país, moviéndose de vuelta a su esencia, eligiendo como su representante a uno de los hijos predilectos de P8. En esta situación no ignoran la “amenaza comunista”, por el contrario este es su principal caballito de batalla, intentando con esto asegurar además, la simpatía del mando militar y la omnipotencia de los dogmas religiosos.

El nuevo paladín de la alianza OPUS fijara su discurso con toda seguridad en la estabilidad económica, en seguir creciendo, hará todo lo posible para salvaguardar lo sustancial del modelo vigente que es la Constitución, en términos que la defensa del modelo es, pues, la defensa de la constitución política que rige en el país. Para ello volverán a sus raíces, de eso no caben dudas, apelando al miedo colectivo del que hablaba Guzmán el que según él, “ padecía la sociedad chilena a causa del papel del Estado en la vida de los individuos”.

Aflorará en todo su esplendor el anticomunismo, paquete en el cual nos meten a todos los que pensamos distinto a ellos, la desconfianza en la democracia y el miedo a repetir los ciclos revolucionarios que vivió el país. Nos enfrentaremos de este modo al autoritarismo del pensamiento conservador que hasta ahora encuentra en la arquitectura de la institucionalidad vigente, los cauces necesarios para seguir proyectándose sobre la cultura política chilena.

El camino por recorrer entonces no es breve ni fácil, requiere de visiones amplias que abarquen mucho mas que las reformas económicas y políticas. Si miramos un poco mas allá de la contingencia, veremos que hay otros objetivos urgentes por alcanzar.

El modelo neoliberal chileno se ha convertido en un poderoso credo ideológico, que ha destruido la base solidaria de las relaciones entre los ciudadanos, violentando el derecho a la vida, al trabajo, la salud y la educación. Esta realidad nos plantea construir una alternativa de gobierno que institucionalice la doctrina de los Derechos Humanos, que se suponen son la base fundamental de toda democracia.

Una necesidad que adquiere validez sin duda porque esta vinculada a la memoria histórica, es decir a la reconstrucción moral del país y a la necesidad material y concreta de aplicar la justicia. Un objetivo pendiente y sentido para la mayoría de los familiares de miles de desaparecidos y asesinados que esperan alguna vez se haga efectiva.

Es importante subrayar que esta no es una cuestión mas o secundaria, por el contrario, es el eje central de un proyecto político que mientras no se asuma como tal, este no tendrá los cimientos morales que necesita para desarrollarse de cara a la sociedad y sus intereses. Por eso es que cada día se hace necesario e imprescindible, rescatar el valor de los derechos humanos en el proyecto político, su mirada tangencial y a veces despectiva, permite que desde el gobierno y el estado se continúen violando derechos de las personas.

Es una situación que facilita que hasta hoy continúe vigente la impunidad legal, política y administrativa de los violadores de derechos humanos, por la negativa de los gobiernos de los últimos veinte años de anular el decreto-ley de autoamnistía de 1978. A pesar que este ha sido un requerimiento y un compromiso programático suscrito entre Chile y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Algo mas, la Comisión le ordenó al Estado de Chile derogar este decreto ley en septiembre de 2006, encontrándose con una negativa que ha consagrado una virtual impunidad respecto de la tortura, aprobándose además, disposiciones legales que le prohiben a los tribunales tener acceso a las denuncias de tortura presentadas ante la Comisión Valech.

Así están las cosas en este terreno, una situación que no solo deteriora las posibilidades de construir una sociedad mas humana, solidaria e inclusiva, sino que neutraliza el recuerdo histórico y favorece el olvido irresponsable de lo que paso en Chile.

En lo personal causa tristeza constatar, que en este mes de Julio, fecha en que recordamos el día en que fueron quemados vivos dos jóvenes chilenos por un Capitán de ejercito, (Pedro Fernández Dittus). Hecho que terminó con la muerte de Rodrigo Rojas Denegri y con Carmen Gloria Quintana, con la mayor parte de su cuerpo herido. El olvido de estos jóvenes, héroes anónimos, que lucharon en contra de la dictadura no hace bien a la democracia que queremos construir.

Ellos son un ejemplo de dignidad, son la reserva moral de nuestra sociedad, por lo que levantar su recuerdo es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos. No hacerlo favorece toda esa falsa verborrea derechista, a través de la cual hoy, no solo son incapaces de reconocer sus responsabilidades, sino que ni siquiera quieren calificar al régimen terrorista de Pinochet como dictadura.

Nuestros héroes son de verdad, nosotros no los inventamos, es Salvador Allende, es Isidoro Carrillo, es Víctor Jara, es Miguel Enríquez, es Raúl Pellegrini, es Cecilia Magni, es Ivan Figueroa, es Enrique Reyes, es Pierre Dubois, son los hermanos Vergara Toledo, son los doce hermanos Rodriguistas asesinados en la operación Albania, en Junio de 1987. Son los miles de chilenos y chilenas que entregaron sus vidas, de manera generosa, por un Chile libre, democrático y justo.

Todos ellos y ellas, merecen nuestro respeto y nuestro reconocimiento por siempre.
Dr. Enrique Villanueva M
Ex dirigente Rodriguista

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