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La ventaja de ser mujer

Columna de opinión por Oriana Miranda
Miércoles 24 de julio 2013 20:40 hrs.


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El análisis es el siguiente: Como Evelyn Matthei es mujer, “neutralizaría el factor de género” o, en palabras simples, le quitaría la ventaja de la que todo este tiempo gozó Michelle Bachelet por el solo hecho de ser mujer.

Como si ser mujer en este país fuese una ventaja.

Pese a que las mujeres ocupan un 53% del padrón electoral en Chile, solo hay un 12,7% de representación femenina en los espacios de elección popular. Eso en el poder público, en el mundo privado el panorama no es muy distinto.

Según un informe del centro de estudios Corporate Women Directors International, solo un 3,4 % de los directorios de empresas chilenas son presididos por mujeres, en comparación a un 15% de mujeres estadounidenses y 14% de europeas que ocupan el mismo cargo en sus respectivos países. El Sernam agrega que la mitad de ellas proviene de familias de empresarios y el 43% dirige la empresa controlada por su familia.

Y las pocas mujeres que ocupan espacios de poder político o empresarial, son mucho más cuestionadas que sus pares masculinos. Como si todo el tiempo hubiese una real posibilidad de fracasar, como si se caminara al borde de un precipicio entre un hostil mundo de hombres que las expulsa como invasoras, para el que son demasiado débiles, y las labores históricamente femeninas: los hijos, la comida, el hogar. Donde pertenecen.

Quienes apoyan a Michelle Bachelet no lo hacen porque sea mujer. De ser así de simple, Gladys Marín o Sara Larraín hubiesen sido presidentas, por sobre Ricardo Lagos en las elecciones de 1999. O hubiese sido ella la que llegó a “neutralizar el factor de género” que beneficiaba a Roxana Miranda, quien presentó su candidatura presidencial por el Partido Igualdad mucho antes de la definición del Pacto Nueva Mayoría.

Para sus detractores, en tanto, es casi un hábito referirse a ella como “la gordis”, uno de los más suaves de entre toda una gama de descalificativos alusivos a su peso, a su imagen, a su físico. Algo que jamás ocurriría si Michelle Bachelet fuese hombre.

Por otro lado, suponer que las mujeres no son capaces de analizar todos los factores de un candidato a presidir su país por los próximos cuatro años y confluirán sin pensarlo ante una figura femenina, cualquiera sea, solo por una posibilidad de representación, es una muestra más de que el machismo en este país no se ha extinguido, sino que solo se han modificado sus prácticas. Y que ahora, la sociedad chilena tiene a dos mujeres a quienes seguir reduciendo a sus modales y su apariencia, exigiéndoles ser señoritas y regias, independientemente de sus estudios, su carrera política y las décadas de preparación que ambas requirieron para estar a meses de poder llegar a convertirse en la próxima presidenta de Chile.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.