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Una mirada de ayer para los comicios de hoy


Viernes 6 de septiembre 2013 12:27 hrs.


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Pronto a enfrentar un nuevo proceso eleccionario que comprenderá no sólo la presidencial sino que también un fragmento del Senado y la totalidad de la Cámara, los chilenos seremos testigos – más bien invadidos – una vez más, en los próximos meses, de todo el despliegue publicitario de que se valdrán las más diversas candidaturas y que para la justa de Noviembre incluye ahora la elección de Consejeros Regionales. De modo que si en comicios pasados los postulantes atiborraron las calles y avenidas de nuestros pueblos y ciudades con pancartas, palomas, afiches y posteras, los nuevos aspirantes abundarán seguramente con similar publicidad incitando más a la indiferencia o malestar popular que al serio propósito de promoverse. Lo afirmo así por aquello que han sido bastante criticados los términos y los medios con que hoy se enfrentan las campañas: costosas gigantografías con la imagen del candidato (bastante retocada) y asociada a una frase sin contenido o una palabra insulsa. En síntesis, un eslogan que no dice nada. ¡Y eso es todo ! Los más expeditos dirán: “contaminación visual”.

Curioso. Pero el avance de las nuevas tecnologías, que hacen posible incluso la publicidad con animación y en luminosas pantallas, no logra acaparar un mayor interés por el quehacer político. Es peor, todavía. La degradación de la “conciencia cívica” – diríamos – corre a la par con la que experimenta el lenguaje escrito, merced, exactamente, de lo que debiera ser un plus. Medios tales como los chat y los twitters – seamos francos – se consagran contra la gramática y la ortografía.

Como contraste de lo anotado, traigo a la memoria lo que fueron las campañas de otrora. No tenían la indumentaria actual ni mucho menos sus tinglados. Pero, caramba, el fervor popular resultaba insoslayable. Famosa es la alocución de don Arturo Alessandri, “ a capela”, en lo que fue su vibrante discurso en la Alameda, enardeciendo a su querida chusma desde el “tabernáculo de la patria”. Allí, con pasión, refiere a la amargura de la relegación, a la vagancia por el mundo durante el destierro y por cierto, su indiscutible amor por Chile. Los escasos sobrevivientes aún recuerdan con emoción la epopeya.

Mucho tiempo después, en la elipse del hoy Parque O’Higgins, otro candidato presidencial, Eduardo Frei Montalva expresó haber tenido un sueño por el que veía marchar una masa de jóvenes bajo las banderías de una “ Patria Joven”. Esa juventud compareciente alcanzó altos grados de exaltación con lo descrito y con el consiguiente símil que eran los mismos de las batallas de Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, etc, todas en las que nuestros otrora compatriotas habían alcanzado la gloria.

Inolvidables por su histrionismo y oratoria fueron las intervenciones de Radomiro Tomic ( a ratos esteriotipadas) no sin desdeñar también al propio Salvador Allende a quien, cabe reconocerle, cuando menos, que sí se manejaba muy bien en el arte de las comunicaciones. Aún recuerdo, cuando desde el balcón de la Moneda, pronunciando un encendido discurso fue interpelado a viva voz, desde la muchedumbre, por uno de los asistentes. El Chicho, sin dejar pasar un instante, luego de acallarlo, añade “…porque yo compañero.., ya era un revolucionario cuando Ud. recién se sacaba los moquitos…”. La ovación no se hizo esperar tal vez, de un modo parecido al que le tributó la Asamblea de Naciones Unidas.

Patricio Aylwin, en la apoteósica concentración de la Norte-Sur, previo al plebiscito del Si y el No, en Octubre de 1988, estuvo a la altura de las circunstancias al dar inicio a su discurso declamando una estrofa de nuestro himno nacional “…que o la tumba será de los libres, o el asilo contra la opresión…”

Podríamos seguir con este anecdotario. Sin embargo, la conclusión, buscando un común denominador, pasa necesariamente de cómo se echa de menos la alusión a nuestros valores patrios, a lo que nos une, el terruño, nuestra historia y tradición. Pero, – fundamentalmente – , también nos hace falta ¡ que nos hablen más a los sentimientos que a la razón! Apostaría que esta mera y modesta sugerencia iría en ahorro del fenomenal gasto electoral y con una mejor rentabilidad en el aprecio ciudadano hacia la política y la cosa pública.