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La dictadura de los import/export


Lunes 16 de septiembre 2013 9:50 hrs.


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Estimado Director:

Se sabe que todo lo que se importa en Chile, y se importa mucho, no paga impuestos o paga ridículamente poco. El Estado chileno se priva pues de recaudar este dinero que le habría podido servir para inversiones sociales (educación, salud,..) tan necesarias. ¿A quién beneficia esta libertad de importación? En primer lugar a los importadores mismos que no tributan nada al Estado y que venden sus mercancías en nuestro país con ingentes ganancias. Los perjudicados directos somos entonces los chilenos que no podemos aprovechar las inversiones que el Estado no puede hacer y también los productores chilenos que no pueden concurrenciar lo que se importa en tan ventajosas condiciones desde países donde además hay sueldos de miseria.

Los gobiernos sucesivos nos dicen que la libertad de importación es el precio que debemos pagar para que los productos chilenos (agrícolas y mineros, sobre todo) sean aceptados en los mercados internacionales. Pero antes de que estos productos sean exportados hay muchos chilenos que ya han debido pagar un precio enorme: apretarse el cinturón con salarios miserables para que los patrones puedan exportar más y ganar más.

Además, el Estado chileno guarda completamente el silencio sobre la enorme ayuda que les ofrece aún a los exportadores interviniendo en la paridad del peso con el dólar. Así, cualquier observador medianamente atento puede darse cuenta de que el dólar está siempre alrededor de los quinientos pesos por lo menos. Si esto es así es porque “nuestro” Banco Central destina una parte importante de sus reservas a comprar dólares cuando éste comienza a bajar. Con ello el gobierno asegura a los exportadores un alto nivel de ganancias (y a los importadores les asegura que el dólar no suba mucho para que ellos sigan haciendo buenos negocios también). En todo caso, el hecho de distraer esa parte de nuestras reservas extranjeras para beneficiar a los ricos nos priva, a todos los chilenos, de unos recursos que podrían estar disponibles para urgentes necesidades sociales. Porque, además, el Banco Central muchas veces pierde vendiendo barato los dólares que había comprado caro.

Por otra parte, los importadores, ellos, gozan directa o indirectamente de otros beneficios que les otorga el Estado sacrificando los intereses de la gran mayoría de chilenos. En efecto, para que los autos y otros vehículos afines puedan venderse con facilidad los gobiernos mantienen el precio de la bencina escandalosamente bajo, y en todo caso muy por debajo de lo que debiera ser en realidad. Así, la mayor parte de nuestros compatriotas serían sorprendidos si se les diese la oportunidad de constatar que en un país sin recursos petroleros, como es el nuestro, la bencina se vende mucho más barata que en algunos grandes países desarrollados donde los niveles de salarios están ampliamente por encima de los nuestros. En estos países, por lo demás, los Estados perciben impuestos por cada litro de combustible vendido y con esos impuestos financian los programas sociales y los transportes colectivos. En Chile, al contrario, con tal de hacer fructificar los negocios de los comerciantes importadores nuestra población no solo sacrifica sus recursos, sino que sacrifica también su salud y sus expectativas de vida con la contaminación de su aire y con el estrés del ruido.

En lo que respecta a los exportadores, muchos de ellos no solo venden en el exterior las mercancías fabricadas con el sudor, la sangre y las lágrimas de los chilenos sino que además mancillan nuestros suelos, paisajes y ríos con abonos y pesticidas, cuando se trata de la agricultura, y agotan para siempre los yacimientos de recursos minerales que no se reconstituirán jamás, cuando se trata de la actividad minera.

En el mundo de hoy todos los países se protegen, comenzando por los más grandes, EE.UU. y China, en circunstancias que nosotros abrimos de par en par las puertas de nuestro país. Así, nuestra población se ha convertido en una víctima resignada de la acción de unos depredadores que con la complicidad del Estado la explotan, al mismo tiempo que hacen añicos nuestro territorio.

Cuando este resultado sea alcanzado totalmente, ellos, los explotadores, partirán a otros lugares para continuar su acción de rapiña o para gozar de las enormes fortunas amasadas.

José Cañas C.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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