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La lucha de Ricarte Soto


Martes 1 de octubre 2013 13:12 hrs.


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Tuve la maravillosa oportunidad de conocer a Ricarte Soto desde hace ya un tiempo, indudablemente su trabajo como un tremendo comunicador y líder innato se hizo relucir en la llamada marcha de los enfermos.

Sin duda, Ricarte hizo un trabajo de excelencia no solamente en lo profesional como comunicador sino también en su profesionalismo respecto de su compromiso de lucha inagotable por algo que es un derecho y que desgraciadamente en este país, donde los ladrones de terno y corbata jamás han sido tratados con justicia, sino que de manera muy compasiva y por supuesto riéndose de todos nosotros.

Las farmacias lejos son el negocio más rentable, muchísimo más que la inmobiliarias, ya que el solo hecho de pensar el dividendo que tenemos que pagar por vivir en un departamento nos da dolor de estómago.
Las tres cadenas de farmacias más importantes en este país roban con una tranquilidad y aprovechamiento que sencillamente me deja impávida.

Se han realizado todo tipo de reportajes en la televisión en la radio y en la prensa escrita respecto de la colusión de ellas. Pero más allá de los reportajes, más allá de los reclamos y las entrevistas realizadas está la realidad.

La semana pasada me acerqué a la que yo llamo ‘’estrella de la muerte’’ Farmacias Ahumada, no tienen caja preferencial para personas con discapacidad, y los guardias tampoco brindan la preferencia para ser atendido, por lo tanto recurro a mi principal escudo y arma de defensa que es mi voz y mi actitud.

Luego de por supuesto obtener mi preferencia a punta de discusión, pregunté por supositorios de glicerina, y casi sufro un infarto cuando me dijeron el valor: $3.200 pesos la caja. Antes de independizarme, vivía en el tranquilo y maravilloso sector de la comuna de Quinta Normal. La cual aún está prácticamente virgen respecto de los edificios y obras de construcción que existen por doquier. Muy cerca de la casa de mis padres se encuentran las llamadas ‘’boticas’’, lugares antiguos, de techos altos donde aún viven cajones de madera y una caja registradora de quizás 80 años de antigüedad, no tienen número de atención, pero sí es seguro que aún atiende la misma señora que me vio nacer hace ya más de 33 años. Con una sonrisa en su rostro y sus líneas de expresión que marcan también su experiencia de vida, me pregunta amablemente la dama tras el mostrador ‘¿qué necesita, la puedo ayudar?’ Pregunto por la misma caja de supositorios, la misma marca, y tecleando en esa antigua máquina registradora con una dulce voz me dice $1.400. Mi cara de asombro sin duda fue mayor que la sonrisa de la señora.

Estoy absolutamente segura de que el robo de las tres principales cadenas de farmacias de este país continuará hasta que el mundo se acabe.

Pareciera, y en realidad estoy absolutamente convencida, de que las autoridades de este país les conviene mantenernos enfermos, llenándose tanto de risa, como de dinero sus bolsillos, abusando de las consecuencias de vivir en un sistema enfermo.

Creo que la mejor manera de ir en contra de los ladrones ABC1 es, precisamente, recurrir a este tipo de lugares, donde nos recibe el piso de madera, la señora canosa muy amable, el aroma a muebles antiguos, una caja registradora que debería ser parte de los monumentos nacionales, donde las recetas caseras de nuestros abuelos cobran vida a través de la voz de esa mujercilla sabia tras el mostrador.

Por supuesto, como todo en este país, los homenajes y los proyectos de ley a partir de la marcha realizada por el gran Ricarte Soto jamás fueron valorados en vida.

Gobierno de Chile, ¿cuántas marchas más tendremos que realizar entre los enfermos, discapacitados, homosexuales, indígenas, estudiantes, mineros, funcionarios de la salud pública, para terminar con este circo?

Para que luego de un par de reuniones ustedes salgan en prensa con la misma sonrisa del ‘guasón’ de Batman, diciendo: ‘estamos en conversaciones’.

Tuvo que fallecer Daniel Zamudio para que abrieran los ojos respecto de una ley anti discriminación que descansaba en el Senado como muchos de ustedes.

Tuvo que fallecer Emilia Silva para llevar a cabo endurecer las penas respecto de conducir bajo los efectos del alcohol.

Tuvo que fallecer Ricarte Soto después de años de lucha para que comenzaran un proyecto de fondo de medicamentos.

Mi pregunta es ¿Cuantos más tienen que fallecer para que se hagan cargo de darles a los chilenos una mejor calidad de vida? Como siempre la ley Poncio Pilatos es la que abunda en el Gobierno.

Doy gracias de haber conocido a un hombre con tanto coraje como Ricarte Soto, los halagos y las felicitaciones me preocupé personalmente de dárselas en vida. Esta columna no va dirigida a él, porque no puede leerla. Va dirigida a los chilenos para hacer un llamado de atención respecto de que si necesitan medicamentos busquen en sus barrios, en sus comunas.

No sean partícipes de este abuso de parte de las farmacias que coronan las esquinas de manera patológica en nuestra ciudad.
Sin duda, en Chile es muchísimo más caro un medicamento que un libro, por lo tanto recuerden que mantenernos en la ignorancia es un negocio más para los grandes empresarios.