Otra vez los políticos norteamericanos hacen su espectáculo y clausuran el gobierno debido al desacuerdo entre republicanos y demócratas sobre la ley del presupuesto como ha sucedido el pasado primero de octubre.
La historia de los Estados Unidos cuenta con 18 ocasiones en las que los legisladores no han podido ponerse de acuerdo a tiempo sobre los temas presupuestales. En todos los casos se produjo un cierre de la administración pública. El último tuvo lugar durante la presidencia de Bill Clinton en 1995 y duró 21 días. Por supuesto que a ninguno de los legisladores envueltos en la disputa con la Casa Blanca jamás se le ha ocurrido pensar en una recesión o una crisis como consecuencias de la parálisis del gobierno federal.
Lo interesante es que todos estos sucesos están presentados e interpretados por los medios de comunicación norteamericanos como la lucha político ideológica de los republicanos, quienes sospechan de una “inexorable marcha hacia el socialismo” del gobierno federal, contra los demócratas a cargo de la administración pública que supuestamente están actuando como promotores de la “socialización” de Norteamérica. La verdad es algo diferente. Tanto los representantes demócratas como los republicanos utilizan la política como el arte de obtener dinero de los ricos y el voto de los pobres so pretexto de proteger a los unos de los otros.
En el caso del actual cierre del gobierno, es una lucha entre los ultraconservadores republicanos de la Cámara de Representantes del Congreso y de los no tan ultraconservadores demócratas a cargo de la Administración de la Casa Blanca. En otras palabras, es un enfrentamiento entre la extrema derecha y la derecha no tan extrema. Ambos lados son partidarios del neoliberalismo y están en completo acuerdo con la afirmación del presidente Barack Obama en la 68 Asamblea general de la ONU: “Aunque algunos no están de acuerdo, creo que Estados Unidos es un país excepcional, en parte porque hemos mostrado sacrificando sangre y dinero, una voluntad de defender no sólo nuestros propios intereses, sino los de todos”.
Ahora estamos frente a la situación cuando la única superpotencia del mundo -este país “excepcional” y autoproclamado “modelo de la democracia”- no puede solucionar la disputa sobre la política fiscal y se produce la paralización del gobierno. Como consecuencia de lo sucedido, más de 800.000 empleados federales tuvieron que aceptar su licencia sin sueldo hasta que se resuelva el problema, igual pasó con 400.000 empleados civiles del Pentágono, el 88 por ciento de los empleados del Departamento del Tesoro y el 97 por ciento de los trabajadores de la agencia espacial NASA. Fueron cerrados los parques nacionales y la misma suerte corrió la Estatua de la Libertad.
Lo más extraño de este cierre es que fue orquestado por unos 40 vociferantes congresistas republicanos de la Cámara de Representantes, de los cuales la mayoría son miembros del Tea Party Movement (Movimiento del Partido del Té) surgido en el 2009 para protestar en contra de los impuestos, el rescate bancario y el gasto público externo e interno. El nombre Tea Party hace referencia al movimiento anticolonialista de finales del siglo XVIII llamado Boston Tea Party que protestaba por la imposición de impuestos al té sin tener representación en el parlamento británico.
Lo que irritó a los miembros del Tea Party es la promulgación en el 2010 de la Ley de Asistencia Médica Asequible, llamada Obamacare. Según esta ley, todo estadounidense deberá tener un seguro médico para el primero de enero de 2014 asignándose fondos públicos para ayudar a las personas que no tienen solvencia económica para adquirirlo, dando así la oportunidad de tener un acceso a la salud a más de 48 millones de norteamericanos que carecen de este servicio. Para los republicanos del Tea Party esta ley significa una intromisión del gobierno en la vida privada de los ciudadanos que deben ser libres de decidir si quieren o no quieren tener el seguro médico. En su mentalidad todo acto de imposición por el gobierno federal se considera como un intento de enrumbar el país hacia el “socialismo” que debe ser rechazado por cada ciudadano norteamericano.
En realidad, Obamacare fue elaborado por las compañías privadas de seguros y serán ellas las más beneficiadas al obtener unos 50 millones de nuevos asegurados. Según esta ley, los empleadores están obligados a pagar el seguro médico a los trabajadores que laboran 30 o más horas a la semana. Pero este dispositivo, de acuerdo a muchos estudiosos del mercado laboral, obligará a los dueños de negocios a reducir el personal que trabaja a tiempo completo y reemplazarlo por trabajadores a tiempo parcial.
No hay que olvidar, que a pesar de todo el optimismo de la prensa globalizada que habla permanentemente sobre la recuperación económica de Estados Unidos, la recesión no ha terminado y no se espera que el crecimiento económico en este año supere el 1,5 por ciento, esto en el mejor de los casos pero el mercado laboral seguirá siendo muy frágil, de acuerdo a los analistas. En condiciones del alto índice de desempleo y la escasez de nuevos puestos de trabajo, la mayoría de participantes en este sistema del seguro obligatorio tendrán serias dificultades para recibir el servicio médico debido a las deducciones y el co-pago que no todos los asegurados podrán asumir.
Tomando todos estos factores en cuenta, el cierre del gobierno por un grupúsculo de ultraconservadores republicanos representa un resquebrajamiento del sistema democrático donde unos fanáticos religiosos, como el senador republicano de Texas, Ted Cruz, miembro de la Iglesia Purifying Fire International, pueden paralizar la labor del gobierno federal de la única superpotencia del mundo dejándole sin dinero. No se trata de ninguna lucha ideológica sino de una simple expresión del dogmatismo ultraconservador de un segmento de los republicanos que para congraciarse con un sector de la población, también de la misma orientación, escenifican un show para asegurar sus votos en las próximas elecciones al congreso.
Sin duda alguna estos fanáticos del Tea Party saben movilizar a sus seguidores. Los camioneros de los Estados Unidos están preparando una protesta masiva de millones de conductores para “restaurar nuestra nación como una república constitucional bajo la Constitución de los Estados Unidos”. En su red virtual anuncian la preparación de una marcha en la mayoría de los estados del país para llegar a la capital y paralizarla durante tres días del 11 a 13 de octubre en curso. Dicen que con esta marcha pretenden defender la patria de la “corrupción, el socialismo de Obama, del programa de sanidad Obamacare y de las otras propuestas de la administración de Barack Obama”.
Mientras, el conflicto entre los demócratas de Obama y la oposición republicana continua, los primeros estragos empezaron en la bolsa de valores de Nueva York donde las cotizaciones accionarias experimentaron una pérdida significativa. A la vez el secretario del Tesoro, Jacob Lew, advirtió que a partir del 17 de octubre de este año, Norteamérica no tendrá fondos para hacer frente a sus obligaciones y podrá caer en la primera insolvencia (default) de su historia si el Congreso no aprueba un aumento del límite de endeudamiento. Este tope fue incrementado desde el 2001 ya 13 veces y para el mayo pasado alcanzó 16,7 millones de millones de dólares lo que significa que la total deuda pública está superando el Producto Nacional Bruto (GDP) en un 6 por ciento. Esta situación es muy similar a Grecia donde su deuda es 1,5 veces más grande que su GDP.
El debate sobre el límite de endeudamiento se repite cada año en vísperas del primero de octubre que marca el inicio del nuevo año presupuestario. En realidad, desde hace más de 10 años Estados Unidos estaba aumentando este tope a través del nuevo endeudamiento, sumergiéndose cada vez más en este círculo vicioso sin que nada pase debido al dominio del dólar en la economía mundial y su exclusividad aceptada sumisamente por el resto de 194 países miembros de las Naciones Unidas. Las guerras preventivas permanentes que está originando la única superpotencia del mundo, que según el escritor norteamericano Douglas Valentine, “ha amenazado a más de 50 países utilizando su autoproclamado derecho a la exclusividad”, le obligarán a Estados Unidos a endeudarse más cada año y haciendo funcionar a máxima capacidad su maquinita impresora del billete verde.
En estas condiciones, cada año se repetiría el show sobre el límite de endeudamiento entre los demócratas y los republicanos, tratando tanto unos como otros conquistar nuevos votantes para las próximas elecciones presidenciales o las del Congreso usando la habitual retórica del dogmatismo pero sacrificando todos los postulados de la democracia. No cabe duda que todos los shows políticos acaban a su debido tiempo y el actual en Washington también se resolverá de alguna manera. Sin embargo, de acuerdo a una nota editorial del periódico alemán Suddeutsche Zeitung, “Lo que sí está claro es que Norteamérica ha entrado ya en la fase de su bancarrota política”.