Hacia un nuevo modelo de desarrollo

El G20, que agrupa a las naciones más ricas del mundo, ha concluido sus recientes reuniones en Rusia asentando similar dirección a la OIT, declarando que “fortalecer el crecimiento y la creación de puestos de trabajo es nuestra máxima prioridad y estamos totalmente comprometidos a tomar acciones decisivas para volver a una senda de crecimiento intensivo en empleo, fuerte, sostenible y equilibrado”.

El G20, que agrupa a las naciones más ricas del mundo, ha concluido sus recientes reuniones en Rusia asentando similar dirección a la OIT, declarando que “fortalecer el crecimiento y la creación de puestos de trabajo es nuestra máxima prioridad y estamos totalmente comprometidos a tomar acciones decisivas para volver a una senda de crecimiento intensivo en empleo, fuerte, sostenible y equilibrado”.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha presentado recientemente su análisis sobre el crecimiento futuro mundial, afirmando que, en los próximos años, este será débil y que la tasa de empleo se mantendrá en 55,7% de la fuerza laboral, un 1% bajo su nivel previo a la crisis y un promedio que ya impacta con fuertes reducciones de empleo de varios países.

La OIT señala que condición esencial para evitar el riesgo del crecimiento débil es un aumento en el poder adquisitivo, factor que depende crucialmente de la productividad, las competencias de la fuerza laboral y la institucionalidad respectiva de cada país. En efecto, la entidad indica que el crecimiento de la productividad se debe en gran medida a cambios en empleos de menor a mayor productividad (aplicación de tecnologías de información y comunicaciones e integración de conocimiento científico de punta); inversiones que aumenten la calidad y cantidad del capital y su adaptación a nuevos empleos más productivos y con mayores sueldos. De allí que la inversión nacional en educación, capacitación y salud, así como la pronta entrada de jóvenes a empleos estables sean áreas críticas para facilitar un crecimiento sustentable.

Por eso, también, el diálogo social y ampliación de la negociación colectiva se consideran mecanismos relevantes para asegurar que los costos y beneficios de los cambios estructurales sean compartidos equitativamente. Algunos países han seguido las recomendaciones OIT, introduciendo medidas centradas en el alza de ingresos de los sectores más pobres, con políticas sociales y laborales que incluyen subas del salario mínimo, extensión de la protección social, formalización del empleo, programas públicos subsidiarios de empleo y aumento de las inversiones en salud, educación e infraestructura.

El G20, que agrupa a las naciones más ricas del mundo, ha concluido sus recientes reuniones en Rusia asentando similar dirección a la OIT y en su declaración ha dicho que fortalecer el crecimiento y la creación de puestos de trabajo es nuestra máxima prioridad y estamos totalmente comprometidos a tomar acciones decisivas para volver a una senda de crecimiento intensivo en empleo, fuerte, sostenible y equilibrado”.

Como se sabe, la combinación de políticas de crecimiento inclusivo y sostenido varía entre los países, según sus niveles de desarrollo. Las estructuras institucionales, especialmente en los mercados laborales, también muestran amplia diversidad. No obstante, ciertas pautas son comunes para todos. En la reunión de la G20, los ministros de empleo y finanzas destacaron el fomento de una sólida inversión nacional y mejora del clima empresarial, especialmente para las Pymes; la creación de empresas, más emprendimiento, reformas para fomentar la creación de empleo, reducir la informalidad, promover el trabajo inclusivo respetando los derechos de los trabajadores y la protección social que favorece a ancianos y sectores vulnerables. Es decir, incitan el desarrollo las políticas de inversión en el mercado de trabajo e inversiones sociales que estimulen la demanda agregada, reduciendo la desigualdad mediante alza de productividad, protección social focalizada, salarios mínimos fijados apropiadamente, acuerdos nacionales de negociación colectiva y otras políticas para reforzar los vínculos entre productividad, salarios y el empleo.

Hoy hay plena coincidencia en promover políticas públicas laborales sobre jóvenes, mujeres, trabajadores mayores y personas con discapacidad, así como respecto de la reducción del desempleo estructural, el de largo plazo, el subempleo y el trabajo informal. Es decir, programas rentables, eficientes y bien enfocados, centrados en la formación y mejora de conocimientos y habilidades de los trabajadores, especialmente de los grupos más vulnerables, así como en una mayor aplicación de ciencia y tecnología en todos los ámbitos de la producción, incluida la digitalización y automatización de procesos.

Eco-ambientalmente, empero, la idea de querer no solo retomar la senda de crecimiento financiero-especulativa anterior, sino recuperar lo perdido desde el 2008, parece simplemente absurda, dado el monto del desbalance contable que el modelo ocasionó (unos US$ 16 millones de millones). Es decir, en lo sucesivo, las políticas públicas deben integrar el hecho que el crecimiento per cápita logrado por los países ricos (US$ 50 mil), no es ni conseguible ni sustentable para el conjunto de los habitantes de la Tierra, sin destruirla, pues implica quintuplicar el PIB mundial (desde US$ 70 millones de millones a US$ 350 millones de millones), razón por lo que es necesario generar alternativas de políticas públicas que vayan ajustando las posibilidades objetivas del medio ambiente a un consumo global seguro, renovable y permanente.





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