“Hollande asume el mando de la revolución socialdemócrata”, “Hollande y el futuro de la socialdemocracia”, “Hollande resucita a la socialdemocracia alemana”, “Hollande quiere reconquistar Europa para la socialdemocracia”. Con esos titulares despertaba la prensa luego de que la carta socialista ganara las elecciones presidenciales del año pasado.
Las expectativas sobre sus políticas, y cómo el nuevo líder francés iba a reposicionar a la cuestionada socialdemocracia europea era la mayor esperanza de miles de personas, quienes veían en él no sólo la posibilidad de cambiar la frivolidad con la que se marcó el gobierno de Nicolas Sarkozy, su antecesor, sino en cómo gracias a su figura iban a resurgir con fuerza las principales ideas de un modo de entender la política, que caminaba de capa caída.
Exaltando los valores de la República Francesa, Francois Hollande situó a la Libertad, Fraternidad e Igualdad, como los bastiones de lucha que Francia debía llevar a través del continente, y por qué no decirlo, del mundo, donde el recién electo personificaba en su discurso todas aquellas razones que construyeron la Europa de la postguerra.
Los meses pasaron y las esperanzas comenzaron a diluirse. Aquellas promesas de su campaña no coincidían con las acciones del presidente.
Le ganó el contexto, erró el camino, perdió coherencia, son algunas de las explicaciones que hoy se replican para explicar su accionar, en medio de un mundo que ve cómo la Francia de la libertad expulsa gitanos de sus fronteras, mientras en nombre de la austeridad se recorta el gasto social, subiendo impuestos a todos sus ciudadanos y atentando contra la tan valorada igualdad.
Las cifras no son un mero dato. En los últimos sondeos realizados en el país, se reveló que Hollande es considerado el más impopular en la historia reciente de Francia. El otrora salvador se está convirtiendo en parte de la caída y un ejemplo de ello son los lapidarios comentarios de Holger Schmieding, del banco Berenberg (Alemania), quien afirmó que cada vez está más claro que el problema económico de Europa es Francia.
El ministro francés del Presupuesto, Bernard Cazeneuve, no hace más que repetir que la recuperación de las finanzas públicas francesas pasa “exclusivamente” por recortes de los gastos del Estado y el régimen de la seguridad social, pero el mensaje no cuadra. Podría haber venido, más coherentemente, del gobierno de Sarkozy.
Profesores, artesanos y comerciantes reprueban el accionar del gobierno. Los paros en estos sectores no se detienen, el alza en el número de horas que deben trabajar los docentes y los impuestos que se han agregado a la ciudadanía hacen que los sindicatos reaccionen con fuerza.
Las molestias de los franceses se traducen en el florecimiento de ideologías nacionalistas que proyectan con fuerza su descontento atacando a todo aquel que sea sentido como una amenaza en su sistema laboral, social y económico.
En ese contexto, todo es cuestionado y cuestionable. La realidad no sólo de su gobierno, sino la efectividad de la actual socialdemocracia es puesta en tela de juicio por lo que pasa en Francia, pero también por lo que pasó en otros países como España o Italia.
“Hollande ha perdido consistencia desde el punto de vista ideológico, además se debe enfrentar a la falta de liderazgos intermedios que puedan darle contenido y estructura a la manera en que él está gestionando el gobierno. Por una parte debe cumplir con los equilibrios externos y, por otra, satisfacer lo que había prometido, pero de una forma distinta a como se había pensado originalmente. La socialdemocracia tiene una deuda con las expectativas que había creado y tiene una deuda con la construcción de un modelo de sociedad que sea más coherente con la socialdemocracia tradicional” analiza el cientista político Guillermo Holzmann.
Como una “tremenda decepción para los franceses socialistas” califica el analista internacional Raúl Sohr, el actuar del presidente francés, donde la agresividad de Francia en Irán y la deportación masiva de Gitanos, serían –a juicio del experto- de lo más cuestionable de su gestión, junto con su criticado actuar económico.
“El gobierno socialista de Hollande no ha tenido la capacidad de implementar un modelo social diferente al que le ha sido propuesto por Alemania y que no tuvo la fuerza para enmendar rumbo a la política de la Canciller Merkel que era básicamente austeridad y más austeridad, abandonando sustancialmente la consigna de una Europa social, de una Europa que se preocupa ante todo de sus ciudadanos y no del rendimiento económico, creo que allí hay mucho del dilema que enfrentan los socialistas, que hoy en las encuestas aparecen absolutamente derrotados si hubieran elecciones mañana”, precisó el analista.
Para el director del programa Internacional de la Fundación Chile 21, Cristian Fuentes, el programa francés ha hecho casi lo contrario a lo prometido: “El aumento del déficit ha hecho que Europa le exija a Francia un mayor recorte del gasto, que ha sido un recorte del gasto social, situación que ha generado aumento de impuestos para todos, además del comienzo de la xenofobia, cosa con la que la izquierda no está de acuerdo, pero que ha permeado a toda la sociedad”, apuntó el experto, agregando que “se han errado los caminos”.
“Yo tengo la impresión de que ha equivocado el camino, creo que entre otras cosas tiene algunos déficit de liderazgo bastante grande. Todos se están sumando al carro de la extrema derecha, contrario a Europa, racista, xenófobo, cuando hay alternativas, y ellos lo saben”, dijo.
Sin embargo, y pese a que hoy sea el mandatario francés quién está en el ojo del huracán, recordemos que la socialdemocracia ha sido cuestionada en otros países del continente, siendo España e Italia dos claros ejemplos de su crisis.
Los expertos coinciden en que una de las debilidades de estos partidos ha sido su incapacidad de modernizarse, de responder a los cambios sociales: “El modelo de bienestar clásico no es viable, lo que no significa abandonar las banderas de la solidaridad, de la equidad, de la igualdad, del reparto de las utilidades y del bienestar general de la población. La socialdemocracia está en deuda, porque no ha sido capaz de proponer un nuevo modelo, manteniendo los principios del Estado de bienestar, pero que sea más aplicable a realidad que estamos viviendo”, apuntó Fuentes.
“Una de las grandes dificultades ha sido entender a los movimientos sociales, la incapacidad de los socialdemócratas que quedaron muy vinculados a sus viejas prácticas sindicales, bastante conservadoras, y no han percibido cambios cómo el que representó el surgimiento de los indignados, a quienes no han dado cabida, ya que simplemente continúan propugnando políticas conservadoras que se ha visto que en lo relativo al bienestar de la población, no dan resultado”, dijo Sohr, reflexionando en torno a los problemas que se han replicado en diversos países.
La ética política y la necesidad de demostrarla, así como el manejo de conflictos de integración, son de los principales desafíos de lo socialdemócrata, advirtió Guillermo Holzmann: “Sus mayores desafíos son claramente éticos, tiene que ver con el tema manejo de conflictos en términos de integración de todos los sectores, y una relación que sea más contundente en términos de credibilidad y capacidad de imponerse frente a un sector privado que también va tomando una posición más lejana a lo que es un Estado que no le resulta funcional, le resulta muy complicado en virtud de la corrupción a la que se enfrenta”, explicó.
Para los entrevistados el ocaso es una realidad que se vive mientras no se sepan reinventar en los tiempos. Pese a ello, Fuentes es tajante al decir que cuando hay fuerzas políticas en distintos países, diciendo que el Estado de bienestar se terminó, están reflejando sus deseos y no la realidad: “Son los ciudadanos quienes van a impedir que esto termine, puesto que se han construido sobre esa base. Por supuesto, existe urgencia de superar todos aquellos vicios que hoy lo tienen cuestionado” puntualizó.