Señor Director:
Los acontecimientos que están sucediendo en Venezuela desde hace mas o menos un mes, nos retrotrae a la memoria el álgido período de la Unidad Popular fundamentalmente, en la mitad de su tercer y último año de gobierno.
Al conmemorarse los 40 años del Golpe de Estado en septiembre pasado, se desató una verdadera catarsis mediática que, a mi juicio, fue positiva desde el punto de vista de la información. Pero, también hay que agregar, que la derecha y, la Democracia Cristiana en su conjunto, no estuvieron a la altura de las circunstancias, y estuvieron lejos de hacer una autocrítica al papel que desempeñaron en aquel período. Al contrario, descargaron toda la responsabilidad al gobierno de la época y, principalmente, al presidente Allende como el único culpable.
En su alocución el presidente Piñera señaló que el presidente Allende “no respetó la ley”, y que quería construir en Chile “una segunda Cuba”. Lo que omitió el presidente fueron los verdaderos orígenes de las causas que desataron la tragedia, y sus horribles consecuencias. Se olvidó de mencionar la injerencia de la CIA, y el gobierno de Nixon; pasó por alto al principal responsable no muy pasivo como El Mercurio, que comenzó a conspirar mucho antes que Allende asumiera la Primera Magistratura. Él, sabe perfectamente con nombres y apellidos, los políticos de la derecha y DC., que recibieron dineros de la CIA y participaron en la conjura para derrocar al Gobierno Popular; lo acusaban de violar la Constitución y las leyes, y de encabezar un régimen totalitario. Lo que quería verdaderamente el Presidente Allende, era construir una verdadera democracia un socialismo a la chilena, “con sabor a empanada y a vino tinto”, un sistema de gobierno inclusivo, participativo, de irrestricto pluralismo y, de justicia social.
Ahora en Venezuela al parecer, se repite la historia porque, desde que ganó las elecciones presidenciales Nicolás Maduro en abril del año pasado, las condenas con su guerra psicológica y mediática implacable han ido en constante aumento contra la hermana República de Venezuela, en gran parte del mundo. Y Chile no podía quedar atrás en esta campaña artera; campaña de desestabilización que comenzó desde el primer día que triunfó Hugo Chávez en 1998, dirigida desde las sombras por EE.UU., y sus fieles vasallos criollos.
Lo que realmente indigna es la cultura de la hipocresía que se ha ido instalando en nuestro país hace ya bastantes años, pasando a ser políticamente correcto el mentir descaradamente, como si en Chile no ocurriera absolutamente nada que afecte nuestro diario vivir y, que estamos en “democracia plena”. Pero, ahora está de “moda” atacar a Venezuela, y todos aprovechan desde sus mediáticas tribunas faranduleras para dar su “diagnóstico” de su situación política como “opinólogos”, y pseudos periodistas. Quizás a este segmento de personas se les podría comprender sus declaraciones, y hasta se podría pensar que lo han hecho de buena fe, debido a su ignorancia.
Lo que es imperdonable e inaceptable desde el punto de vista moral y ético, es que una vergonzosa camarilla de viejos politicastros que no escatiman esfuerzos y oportunidades para salir en las cámaras, se presten para confundir a la gente lanzando su verborrea reaccionaria. En esta campaña de “denuncias” acusaciones y, descalificaciones, son secundados-era que no- por el duopolio de “la prensa seria” que son expertos en el arte de mentir que les sirve de comparsa, y caja de resonancia. Se suman así, a la poderosa maquinaria publicitaria, a ese poder mediático mundial que es el arma más letal para domesticar la consciencia, tergiversando la realidad mintiendo, con un doble rasero. Son entrevistados en los diferentes canales de la TV., mostrándose “preocupados, y apesadumbrados” por la “pérdida” de la democracia en Venezuela. Claro, como la TV., es una poderosa arma política, van cazando incautos.
Tampoco podía faltar la guinda de la torta y, la UDI por medio de su vocero de verano el inefable ahora senador Iván Moreira, pidió a la presidenta Bachelet que, declare persona non grata a Nicolás Maduro. Pero, siempre y de acuerdo a su peculiar visión de la democracia, éstos caballeros no abrieron la boca para condenar y denunciar la visita del ex presidente colombiano Álvaro Uribe a Villarrica en diciembre pasado, y que tiene acumulados numerosos procesos en su contra, por flagrantes atropellos a los DD.HH., del pueblo colombiano. Quienes fueron los anfitriones, es un misterio dado que se hizo con sumo sigilo, y secretismo. Lo concreto, es que el invitado -según el periódico “Soy Temuco”-, “expuso ante una serie de autoridades, latifundistas y empresarios de la zona, sobre temas ligados a la “política y a la guerrilla”. El Consejo de todas las Tierras por medio de su dirigente Mapuche Aucán Huilcamán, lo declaró persona non grata.”
Si bien es cierto que Nicolás Maduro no tiene el carisma y liderazgo de Hugo Chávez, él, como ex sindicalista y ex canciller, está llano a conversar y ha estado siempre dispuesto a dialogar con la oposición. El problema es que ésta “oposición” no quiere dialogar y, solo busca el golpe de Estado para terminar con el proceso revolucionario y para ésto, tiene el apoyo y el financiamiento de Washington porque, la manzana de la discordia es el petróleo que el Imperio necesita urgente.
Aunque, contrariamente a la Unidad Popular de Allende, el gobierno de Maduro tiene el apoyo de las FF.AA, que están comprometidas con el proceso revolucionario, y son respetuosas de la Constitución, siendo un hueso duro de roer. Sin embargo, en un eventual escenario golpista, las consecuencias serian terroríficas para ambos lados y, el Gobierno Bolivariano, saldría a defender la Institucionalidad el Estado de Derecho, y la Revolución. Y el motivo de esta carta-perdonando la extensión-, es la actitud de los “próceres” chilenos en el sentido de que debieran reflexionar ante éstos graves hechos, no retractándose-porque les sería imposible- sino, que quedándose callados porque de lo contrario en una eventual catástrofe en la Nación de Bolivar, ellos tendrán su cuota de responsabilidad y tendrán que asumirla tarde o temprano no solo ante el país, sino que ante Latinoamérica, y la Historia.-
Le saluda atentamente,
Eduardo Villegas T.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.