Enriquecimiento en momentos de crisis

  • 11-03-2014

Se lee en la novelita Una mujer cualquiera de Arthur Miller (no confundir con Henry): “Tomar lo que se nos ofrece, pedirlo si no se nos ofrece y nunca lamentar nada”. O sea, ni pensar en arrepentimiento.

Janice, la protagonista, esta lejos de ser una cualquiera, pertenece a la elite judía neoyorquina que observa la segunda guerra de una forma singular, pese al holocausto.

En una reflexión del autor casado alguna vez con Marilyn Monroe “Para ella, el que Stalin ni siquiera hubiera tocado a Hitler (alude al pacto que hicieron los dos brutos) era como si Dios hiciera el acto sexual y se tirara pedos”.

En lo otro, cuando su hermano gordiflón comenta en plena crisis de los años 30 “Estoy comprando en Chicago. Puedes comprar la mitad de la ciudad por cuatro perras. Las ciudades están llenas de grandes gangas, podemos poner el diez o el quince por ciento y ser propietarios de un edificio, conseguir hipotecas para arreglarlo, subir las rentas todo lo que queramos y salir ganando el cincuenta por ciento de nuestro dinero”.

La hermana le pregunta: “¿Y que pasa con la gente que vive en esos edificios?”
Respuesta: “Empiezan a pagar un alquiler decente o se van a un piso que puedan permitirse. Así es la economía”.

Un personaje partió con un camión obsequiado por un tío en el norte y lo arrendó a las mineras (debe de haber sido el primer subcontratista de la historia del cobre) con tanta utilidad que al cabo de unos años fue propietario de una flota. Él también ganaba dinero en época de crisis. Aludo directamente a Andrónico Luksic Abaroa.

En un almuerzo en casa de Julio Serrano Lamas, ex presidente de la desaparecida Sociedad Periodística del Sur, Luksic admitió que su Lucchetti, acusaba las mejores ganancias en tiempos de crisis. Si antes los porotos era el alimento de la chusma, estos granados ricos en proteínas, superaron en precio por kilo a los fideos y tallarines. De manera tal que la masa, reemplazó a la legumbre y el pueblo en los almacenes y Almac estos últimos administrados entonces por Eduardo Argandoña (padre de Raquel) vaciaba los escaparates de tallarines y fideos.

Era lo más barato para llenar buches pobres y hambrientos como el milcao y el chapapele en Chiloé y el luche en Penco, Tomé y Tumbes.

Otro señor, ex ejecutivo del Banco de Talca partió a los Estados Unidos a estudiar el uso de las tarjetas de crédito. Volvió para decirle a sus jefes que el país aun no estaba preparado para ellas. Tan inútiles eran, que el mismo se apropió del negocio de las tarjetas. Gracias a ellas, dio forma a su fortuna con un plástico que comenzó con la crisis del 83 y que actualmente tiene endeudado a los chilenos en hasta tres veces lo que son capaces de pagar mes a mes. Una piñericosa nada para la risa.

Espero que esta columna no sea tan enredada para mi crítico semanal que se firma Observador.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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