Puerto de mañanas: Crónica lumpen de las ruinas de las ruinas

El paisaje en Valparaíso es desolador, desprovisto de sus colores recalcitrantes, es aplastante ver los cerros sin sus escaleras: unas, las que subían y otras, las que bajaban, me siento yermo al observar un paisaje perfecto para la desesperación y caminar por encima de los sepulcros caídos bajo la estrella negra de un cerro que ya no mira hacia el mar.

El paisaje en Valparaíso es desolador, desprovisto de sus colores recalcitrantes, es aplastante ver los cerros sin sus escaleras: unas, las que subían y otras, las que bajaban, me siento yermo al observar un paisaje perfecto para la desesperación y caminar por encima de los sepulcros caídos bajo la estrella negra de un cerro que ya no mira hacia el mar.

De estas calles que ahondan el poniente,
Una habrá (no sé cuál) que he recorrido
Ya por última vez, indiferente
Y sin adivinarlo, sometido.
Si para todo hay término y hay tasa
Y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
Sin saberlo, nos hemos despedido?
Tras el cristal ya gris la noche cesa
Y del alto de libros que una trunca
Sombra dilata por la vaga mesa,
Alguno habrá que no leeremos nunca.

– Jorge Luis Borges

En este momento, donde la memoria se vuelve irreparable, la extensión preclara del arte se ha perdido irremediablemente. Esto es lo que puedo entregar de la documentación fotográfica del trabajo que se esta realizando en Valparaíso.

Me he anclado del Centro Cultural El Trafon para poder llegar a zonas donde los medios oficiales no asomarán su lomo negro. Pido a la suma del tiempo que estas imágenes merezcan el olvido, y ser nadie en la nueva mañana de los hombres. No hay un estado reinante por el cual las fotografías deban llevar color, de momento no he podido encontrar dicha sensación o sublimación, cuando logre quitar la ceniza colosal de mi lente, podre compartirlas y entregarlas a la memoria de Chile en sus colores reales, de este modo el blanco y negro opera como un modo expresivo del documental mostrando las fotografías como fotografías y no como la realidad, pues ésta es mucho más oscura aún.

El paisaje en Valparaíso es desolador, desprovisto de sus colores recalcitrantes, es aplastante ver los cerros sin sus escaleras: unas, las que subían y otras, las que bajaban, me siento yermo al observar un paisaje perfecto para la desesperación y caminar por encima de los sepulcros caídos bajo la estrella negra de un cerro que ya no mira hacia el mar.

Sólo sirve como sedante, y da fuerzas espartanas, ver a la gente y su dignidad herida, sus corazones de gente pobre y enorme, la revolución astronómica de pie, vestida y tiznada con las cenizas mas negras que lo negro, trabajando, sonriendo, pidiendo un abrazo o un poco de agua, los niños jugando como si el tiempo hubiese perdido su nombre, los hombres y mujeres organizándose, luchando por el habitar, pues sus ideas no serán asesinadas. El pobre no elige donde vivir y los cerros han sido el arca de estos hombres y mujeres en el viaje fáustico de sus respiros, anhelos, sueños y luchas. Arriba Valparaíso, arriba la gente, arriba los corazones.





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