Visibilidad internacional, consumo del fútbol y disconformidad con el sistema político, fueron los temas que salieron a relucir sobre el escenario actual del sitio que congregará la atención de millones de personas.
La analista internacional de la Universidad de Chile, Paz Millet, sostuvo que “el encuentro deportivo significa un negocio pero en el marco de un país que aún tiene una serie de debilidades, como por ejemplo en el sistema de redistribución de los ingresos y casos de corrupción en el sistema político brasilero, éstos han adquirido mayor relevancia mediática en el último tiempo”.
En efecto, la analista advirtió que este es un proceso mayor al Mundial porque la potencia latinoamericana en pocos años más será cede de los Juegos Olímpicos y deberá invertir también en ese evento.
“Ella entra al gobierno con de alguna manera heredando un gobierno muy fuerte con mucha visibilidad mediática, muy reconocido a nivel internacional, pero ya las cifras macroeconómicas empezaban a mostrar cierta declinación y está ahora inserta también en un marco de elección presidencial que también la condiciona en su accionar. Sin duda ella tiene muchas limitantes en su accionar con las próximas elecciones y las protestas internas sobre las que tiene que actuar con mucha consideración teniendo en cuenta que Brasil está muy visible a nivel internacional y que ella está ad portas de una posible reelección”, aseguró Paz Millet.
Por su parte, Casandra Sweet, académica del Instituto de Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica, afirmó que la presidenta brasilera en las elecciones no enfrenta desigualdad con sus competidores.
Casandra Swett, explicó que “la revuelta que se expresó en estas protestas no estaba particularmente contra un candidato o contra un partido, estaban en contra de un sistema político en general. En ese sentido, el hecho de que Dilma Rousseff esté viviendo un momento de cierto descontento no ha trascendido a un rechazo contra Dilma, es más, los otros partidos políticos y candidatos que hoy día ella enfrenta, también afrontan ciertos rechazos a sus plataformas y falta de confianza en la capacidad de los partidos de resolver los problemas”.
Mientras Michel D´Alencon, antropólogo y académico de la Universidad Andrés Bello, se remontó a 1950 cuando Brasil también organizó un mundial de fútbol e identificó que en aquella época había una población mucho menos educada, mientras que ahora se ven personas empoderadas de sus demandas y que no van a aceptar que se les entregue este espectáculo deportivo de grandes dimensiones como “antídoto”.
El antropólogo y académico destacó que “los eventos deportivos a este nivel de escala planetaria, fundamentalmente el fútbol en primer lugar, tienen un objetivo y cumplen una función muy importante en el tema de incentivar a la gente a que siga consumiendo y en la medida en que consume, la gente no va ejerciendo su derecho de ciudadanía. El derecho de la ciudadanía implica manifestarse, expresar la opinión, es decir el sujeto consume el producto fútbol y hay sujetos que son ciudadanos que están desarrollando el pensamiento más crítico”.
El antropólogo concluyó con que a dos semanas del inicio del evento deportivo, el gobierno deberá proveer de soluciones a los manifestantes porque si no creará una imagen de falta de manejo, aun cuando en su opinión, en el frente externo estén utilizando una política comunicacional que es efectiva.