La selección chilena estuvo tan cerca de lograrlo, pero no pudo torcer la historia ni el resultado. Desde el punto de vista táctico el equipo cumplió lo diseñado por su entrenador y por largos pasajes superó a la selección dueña de casa. Con un juego basado en la presión ofensiva adelantada y con un esquema defensivo numeroso y solidario, los chilenos lograron sobreponerse a un inicio adverso y hasta pudieron liquidar el partido en los minutos finales del tiempo extra.
Brasil no fue el equipo que se esperaba y en un marco formidable terminó jugando hacia atrás, aguardando la suerte en los penales, lo cual es muy mezquino con sus obligaciones. A este equipo debieron haberlo derrotado porque es desangelado y tibio, que pega más de lo que juega y corre más de lo que piensa. Algo de eso tiene también Luis Felipe Scolari y bien lo representan sus jugadores. Grandes figuras que parecen muñecos al servicio de un sistema sin libertades creativas ni sorpresas. Brasil contra Chile no mereció ganar aunque lo hizo con limpieza. No juegan mal, pero están muy lejos de representar los principios y valores que históricamente ha tenido el estilo de juego brasileño.
¿Pero entonces por qué terminamos vencidos? Evidentemente, hay cosas que pesan. Jugar contra el local, con todo el estadio gritando por Brasil, es difícil. Los hinchas chilenos solo lograron ser escuchados cuando el desconcierto y el enfado silenciaban las tribunas. Además las suspicacias respecto de la conveniencia de mantener vivo al “favorito” y local para que siga el negocio y la fiesta ensuciaban el ambiente. La tapada de Julio Cesar al remate de Aránguiz, el travesaño de Pinilla, la mala suerte en los penales y el palo de Jara que dispuso el final fueron otras vallas. Pero hay otros motivos que sorprenden más y desconciertan.
Chile mostró niveles desequilibrados. Mientras algunos hicieron un partido memorable, otros estuvieron erráticos y a un nivel muy bajo para una copa del mundo. Lo de Francisco Silva volvió a ser incomprensible. Sobre todo cuando uno entiende que ingresa en desmedro de Valdivia y todas las implicaciones que eso conlleva. Poco fino en la salida, incómodo en la posición y en la marca, perdió casi todos sus enfrentamientos y, aunque por ahí evitó un gol de cabeza de Neymar, lo cierto es que aportó muy poco al funcionamiento colectivo. No tiene el nivel de precisión necesario para esa zona del campo y sus funciones programadas no fueron trascendentes para resolver los ataques brasileños. Hizo muchas faltas innecesarias cerca del área y eso era algo que sabíamos haría daño. La culpa, en todo caso, no la tiene Silva si no quien lo elige para jugar en esa zona.
Sampaoli dispuso de cinco defensas, incluidos dos laterales con libertades para subir. Isla y Mena no tuvieron un partido trascendente. Marcaron y contuvieron las subidas de los laterales y lograron pasar al ataque, pero cuando lo hicieron tuvieron que trasladar el balón por largas distancias lo que les restó notoriedad y precisión en la profundidad. Medel fue, en una pierna, el mejor de todos. El despliegue, el coraje, la precisión en la entrega, la fortaleza en el mano a mano, la potencia en el juego aéreo (pese a su estatura) y la inteligencia con la que realiza los recorridos es asombrosa. Gary Medel demostró en todos los partidos del mundial que está dentro de los cinco mejores defensas del mundo. Pero hoy no debió haber trabajado tanto y pudo estar mejor acompañado. La lesión terminó por sacarlo, pero su labor fue perfecta. A su lado, Jara jugó un partido correcto y generalmente se las arreglo para vencer en sus duelos personales con los delanteros brasileños. Lamentablemente quedará en la retina, el palo en el penal pero es injusto porque hizo un buen partido y un buen mundial.
En medio del campo, el entrenador de la selección dispuso a Marcelo Díaz en labores de contención, quien jugó un buen partido. Volvió a ser importante en el traslado limpio del balón y participó mucho del juego, que era lo que se reclamaba en él. Corrió y luchó, aunque a veces se vio un poco lento frente a los potentes brasileños. Vidal y Aránguiz jugaron delante de Díaz y fueron los responsables de la generación de juego ofensivo y de la presión constante sobre los defensas brasileños. Lo de Charles Aránguiz fue notable y de haber metido el gol hubiera coronado un partido soñado. Quitó, presionó, corrió como siempre, estuvo preciso y además lucho de igual a igual contra todos los que lo enfrentaron. Acompañó bien arriba y se las ingenió para entrar al área rival y hacer daño. Arturo Vidal hizo un gran esfuerzo por estar en el Mundial pero le faltó físico para ser que el jugador que vimos en la temporada italiana. La lesión lo mermó y, pese a sus ganas y carácter, éste no fue el torneo que él imaginaba. Una pena, porque es un jugador excepcional que merecía una suerte mejor. De todas formas, su personalidad y calidad lo hicieron importante en muchos pasajes del partido. Hizo un esfuerzo enorme pero también terminó fundido.
En el ataque jugaron Sánchez y Vargas y tuvieron una difícil tarea. Generalmente presionaron en un terreno enorme y lo hacían bastante solos pues el equipo se replegaba mucho cuando Brasil atacaba. De todas formas, complicaron mucho la salida de rival y participaron de las jugadas más profundas del equipo. Alexis hizo un excelente partido. Corrió todos los minutos y metió el gol que devolvió a Chile a la pelea. En ocasiones pecó de individualismo pero es justo lo que se le ha pedido desde el cuerpo técnico para realzar la importancia de su talento y el protagonismo que requiere su juego, lo cual lo exime un poco. Su despliegue y energía son admirables y los brasileños tuvieron muchos problemas para controlarlo. Aunque tan solo y tan lejos del arco se hizo más complicada la labor. Ha hecho una buena Copa Mundial y sin duda se ha valorado más todavía. Seguramente el Barcelona se lo pensará bien antes de dejarlo ir, como especula la prensa mundial.
En el caso de Vargas sufrió mucho el abandono ofensivo. Su mayor virtud es la aparición a las espaldas de los defensas pues sabe moverse en diagonal y llegar con ventaja aprovechando su velocidad. Su otro fuerte es la definición en aceleración pero para ello necesita un planteamiento más acorde con sus virtudes. Su socio ideal, Valdivia, se quedó en el banco incomprensiblemente. Para lo que hoy quería Sampaoli era mejor comenzar con Pinilla que es más adecuado para pelear por físico y choque, lo cual quedó demostrado cuando ingresó.
En el arco, Claudio Bravo estuvo a la altura esperada y que le corresponde. Durante el Mundial recibió la noticia de su transferencia al Barcelona lo que es un merecido premio para una carrera impecable. No hay nada que hubiera podido hacer mejor y por sus manos pasó en gran medida la prolongación del partido y las esperanzas incluso durante los penales. Gran torneo y merecidas loas.
Entonces, la derrota se debió a que Chile terminó siendo egoísta en la propuesta en el momento preciso y terminó descartando sus propios fundamentos. En su primer mundial Sampaoli demostró nerviosismo, traicionó propuestas y fue mucho menos intenso, más precavido y menos profundo. Olvidó los tres delanteros y olvidó al creador del juego. Ya criticamos, anteriormente, la decisión de no usar a Valdivia porque con “el Mago” la selección juega diferente y tiene más talento para sacar provecho de nuestros grandes delanteros. Siendo cauteloso, Sampaoli obtuvo buenos resultados (pues tiene un plantel al mejor nivel mundial) pero cedió en otras características que nos fascinaron. El vértigo estuvo contenido, se usaron pocas variantes y no hubo respuesta desde el banco a los bajos rendimientos individuales.
Chile fue más empaquetado y menos rebelde que lo que esperábamos y con ello perdimos una oportunidad real de obtener un resultado histórico. Había un gran equipo, bien entrenado y competitivo, con grandes individualidades. Sin embargo, un planteamiento conservador selló la eliminación. Parece que al final faltó audacia para ganar el juego y hacerlo decididamente. Lo real es que la Selección está fuera de Mundial y ya no importa si fue por uno, por dos o por tres.