La actual encrucijada económica mundial parece no tener parangón: como nunca antes, el orbe presenta gran abundancia de materias primas como petróleo, algodón, hierro y otros, además de capital y mano de obra, aunque, al mismo tiempo –o como consecuencia de-, observa escaso crecimiento, baja inflación y hasta deflación y tasas de interés cercanas a cero.
Según especialistas, se trata de un cuadro que la economía global podría pasar una década resolviendo, debido a que el exceso de commodities tiende a deprimir sus precios, afectando a los países productores, pero también a las naciones consumidoras, en la medida que el exceso de oferta alimenta deflación, cierre de industrias, desempleo y default masivos.
Por otro lado, la riqueza mundial en 2014 alcanzó a unos US$263 billones (millones de millones), más del doble de los US$117 billones de 2000, suma que frente al PIB mundial de unos US$ 75 millones de millones, representa una enorme oferta de ahorro y capital que empuja las tasas de interés a la baja, socavando la capacidad de intervención de los bancos centrales mediante sus respectivas políticas monetarias nacionales.
En un cuadro de ralentización económica producto del exceso de oferta de comoditties, así como la ausencia de proyectos de inversión a raíz de la escasa actividad económica real, el excedente de trabajadores producto del ingreso al mercado post guerra fría de más de mil millones de personas de China y la ex URSS y que se expresa en altas tasas de desocupación juvenil que llegan hasta el 50 por ciento en Europa- deprime salarios y cierra el círculo vicioso de menor consumo y actividad.
De otro lado, el endeudamiento público en Estados Unidos, Japón y Europa –que en todos los casos supera el 100 por ciento del PIB, llegando hasta casi el 250 por ciento en Japón y China- limita la capacidad de los gobiernos para impulsar crecimiento a través de más gasto fiscal, dejando en manos de los bancos centrales la tarea de suministrar tanta liquidez como sea posible, no obstante que los alrededor de US$ 60 millones de millones aportados por las diversas rondas de flexibilización cuantitativa no han logrado impulsar a esas economías a sus anteriores niveles de crecimiento.
Durante casi una década, los productores suplieron las enormes necesidades de una China que crecía a más de 10 por ciento, pero este año la nación asiática lucha por crecer al 7 por ciento, una desaceleración que sorprendió a muchos desprevenidos, mientras los inventarios siguen creciendo. Así, por ejemplo, durante los últimos 12 meses, el S&P GSCI -índice de precios de materias primas a nivel mundial- ha caído 34 por ciento, llevando los precios a niveles de 2009.
Y si de estímulos monetarios se trata, la Fed, el Banco de Inglaterra, Central Europeo y el Banco de Japón han duplicado, triplicado y hasta cuadruplicado sus balances respecto del PIB, sin mayores efectos sobre la actividad. Tal escenario implica una disminución del crecimiento potencial, aún con un esperado mayor nivel de gasto y consumo de la India, pues la mayoría de los analistas estiman que su activación será insuficiente para llenar el vacío dejado por China.
Y a medida que, producto de la ralentización china y europea, el dólar se aprecia contra casi todas las demás divisas, los exportadores de países de economías básicas están produciendo aún más materias primas (café, azúcar, soja, etc) para ganar más en términos de moneda local, aumentando la presión a la baja de los precios.
De allí que el FMI esté advirtiendo de los serios peligros del estancamiento secular, es decir, de una crisis que se puede hacer omnipresente y prolongarse. Y agrega que la actual crisis en curso podría ser aún peor que la de 2008, dado el escaso nivel de maniobra fiscal y monetaria que los países tienen actualmente, a diferencia de hace siete años.
Como se ha informado, la deuda se encuentra en máximos históricos, mientras la mayoría de las principales economías del mundo se preparan para un largo período de bajas tasas de crecimiento, hecho que hará aún más difícil a gobiernos y empresas rebajar sus actuales niveles de deuda. Tal fenómeno, que implica baja inversión, unido al desempleo que reduce el consumo, configura un cuadro respecto del cual nuestra pequeña economía debe seguir alerta.