Tsipras en la cuerda floja

¿Qué pasará si el referéndum no es claramente indiciario de la voluntad popular en la medida que el “Si” y el “No” consigan porcentajes parecidos? ¿Bastará que Tsipras alcance 51 por ciento de votos “No” para negociar con la Troika desde un piso fuerte o más bien un resultado no resolutorio claro debilitará aún más su posición negociadora?

¿Qué pasará si el referéndum no es claramente indiciario de la voluntad popular en la medida que el “Si” y el “No” consigan porcentajes parecidos? ¿Bastará que Tsipras alcance 51 por ciento de votos “No” para negociar con la Troika desde un piso fuerte o más bien un resultado no resolutorio claro debilitará aún más su posición negociadora?

En épocas en que el concepto de “mayoría” se ha sacralizado por obra y gracia de la democratización política, el Gobierno del izquierdista primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha recurrido al pueblo  para que, en un referéndum que se realizará el próximo domingo 5 de julio, entregue su opinión soberana respecto de la propuesta formulada por sus acreedores internacionales (FMI, BCE y la CE) para llegar a un acuerdo de cómo salir de su grave crisis económica, provocada por una deuda que equivale a casi tres veces su PIB anual.

Se trata de un salto político de enorme audacia, en la medida que el plebiscito obligará a los griegos a responder con un “Si” o un “No” a la fórmula de los acreedores, estimada como un “paquete sin grises”, lo que echa por tierra negociaciones más finas que se estaban desarrollando –y que continuaban hasta hoy y probablemente seguirán hasta más allá del domingo- sobre los muy variados aspectos de la propuesta en el ámbito tributario, fiscal, contable, previsional, de tasas de interés y plazos, y cuyas fórmulas de correlación pueden ser muy diversas.

En efecto, la convocatoria a referéndum constriñe a mirar la compleja realidad económica helena en blanco y negro, ahondando así la tensión vigente, ya enervada por el hecho que Grecia no pagará la cuota de 1 mil 600 millones de euros que debe al FMI, cuyo plazo vencía hoy 30 de junio, al tiempo que la decisión ya impactó el lunes en los precios de los patrimonios bursátiles de toda Europa, mientras que Atenas se vio forzada a limitar los retiros de dinero de los bancos hasta 60 euros, generando así la primera fase de un “corralito” a la argentina.

Es de claridad meridiana que la razón en esta -y otras materias- no es una cuestión de mayorías y hasta el propio Tsipras –de la tierra de Aristóteles, después de todo- ha dicho que el plebiscito es solo parte de la negociación con la troika, desestimando la aplicación de la lógica de mayorías como fórmula para alcanzar la verdad y/o razón en este campo. Su ministro de Hacienda, a su turno, ha apuntado a lo que es verdaderamente la clave del incordio griego: que la propuesta de los tres es inviable política y socialmente: “Nosotros decimos ‘sí’ al euro. Pero para decir ‘sí’ al euro necesitamos una solución viable. El problema es que la propuesta de los acreedores no es viable”, declaró Varoufakis.

De esta forma, la resolución del impasse, cuyas negociaciones se encuentra al borde del abismo, quedará necesariamente para después del referéndum, en la medida que el no pago de hoy no califica aún como motivo de “default” propiamente tal, en la medida que se trata de una deuda gubernamental con un organismo internacional y no con el sector privado.

La pregunta lógica que sobreviene es, en consecuencia, ¿qué pasará si el referéndum no es claramente indiciario de la voluntad popular en la medida que el “Si” y el “No” consigan porcentajes parecidos? ¿Bastará que Tsipras alcance 51 por ciento de votos “No” para negociar con la troika desde un piso fuerte o más bien un resultado no resolutorio claro debilitará aún más su posición negociadora?.

El salto al vacío de Tsipras, especialmente después de las molestias que vivirán millones de griegos a raíz del “corralito” durante esta semana, podría significar una hecatombe política y colocar al novel gobierno de la izquierda radical en un punto de inflexión respecto de la forma en que ha abordado su justa lucha por intentar recuperar a su país de un nivel de deudas públicas en el que los acreedores también tienen grandes responsabilidad





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