La militarización de la frontera es la estrategia que adoptó el nuevo ministro de Defensa Húngaro, István Simicskó, quien asumió este miércoles, debido a la dimisión de su antecesor, después de que fallara el intento de levantar un muro de acero para contener las migraciones y se incrementara el problema del éxodo masivo.
La decisión recibió críticas de todo el mundo. El padre Idenilso Bortolotto, del Instituto Católico Chileno de Migración (Incami), afirmó que los países europeos deben tomar medidas que apunten a crear seguridad, estabilidad y permitir el desarrollo de las poblaciones que migran, viendo el conflicto desde lo humanitario.
“Mientras no haya articulación, diálogo y preocupación entre los países de origen y tránsito, no es ninguna respuesta sostenible porque va a generar más conflicto y más rechazo. Obviamente los países están en su derecho de proteger a su población y dar respuesta al problema, pero es lamentable que no se pueda ayudar y ser solidario ante un hecho humanitario”, afirmó.
Para el religioso, acciones como estas sólo empeoran la crisis humanitaria, ya que mientras siguen entrando miles de refugiados a Europa, no cesan los actores políticos que culpan a los migrantes de la crisis económica, la falta del empleo o la reducción de beneficios sociales.
La analista internacional Olga Ulianova, del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago, apuntó a la historia y la idiosincrasia cultural de países como Hungría.
“Está la situación de las sociedades de Europa del Este, la llamada nueva Europa donde efectivamente el racismo es muy fuerte, donde hay fuertes movimientos filo-nazis, abiertamente, y donde el mito fundacional de muchos de estos estados es un nacionalismo esencialista dónde sólo ‘los originarios’ de un país pueden acceder a los frutos de ese territorio”, sostuvo.
A Europa del Este se suman países como Dinamarca, donde los partidos extremos de derecha están en una suerte de coalición con el Partido Liberal. También destaca el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, y varios grupos minoritarios en Bélgica. Para la especialista, éstos siempre han estado presentes, pero ahora han visto una oportunidad para imponer su propia agenda política, sacando réditos de este discurso anti-inmigración.
Sin embargo, el escándalo que han producido casos como el de la periodista húngara pateando a migrantes, o la muerte del pequeño sirio Aylan Kurdi en las costas de Turquía, han generado actos de solidaridad y simpatía desde la sociedad civil.
Para la profesora Rita Lages, integrante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, saber en qué derivará esta tendencia depende mucho de cada país. “En los últimos días en Francia apareció una encuesta que mostró que más del 50 por ciento de quienes contestaron estaba a favor de que el país acogiera a los refugiados inmigrantes, lo cual frenó una tendencia que iba en alta del discurso anti-migración. Pero es difícil decir hasta cuándo puede durar esta tendencia”, indicó.
La también docente del Centro de Derechos Humanos afirmó que con el paso del tiempo puede reaparecer el sentimiento anti-migración en políticas reactivas, con el apoyo de poderes como los medios de comunicación. En ese sentido advirtió que los estudios clásicos dicen que, en tiempo de crisis, se potencia el voto de ultraderecha.
Para la especialista, lo más probable es que el relato de la derecha se termine traduciendo en una apertura de Europa a los refugiados, pero un cierre de puertas a la migración económica, lo que es complejo, dijo, porque es mucho mayor el número de quienes llegan en busca de trabajo y nuevas oportunidades, y porque también están haciendo uso de sus derechos. En ese sentido afirmó, el camino por el que podría inclinarse Europa no apunta a resolver el fondo de la crisis.