Esperanza Martínez integra en Ecuador la organización Acción Ecológica, inscrita en la corriente del ecologismo social. En esta entrevista explica cómo el proceso de reposicionamiento del rol del Estado en las sociedades latinoamericanas, llevado a cabo durante los últimos 15 años y más allá de otros méritos, responde a una nueva fase de capitalismo extractivista, caracterizada por una economía sostenida mediante el agotamiento del petróleo y los minerales.
La dirigente visitó Chile recientemente para participar del seminario internacional Recuperar los bienes comunes: desafío en el proceso constituyente del Chile extractivista, organizado por el Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA) y el Núcleo Interdisciplinario de Estudios Socioambientales, de la Universidad de Chile.
En la región es una constante el conflicto entre gobiernos progresistas y comunidades locales por asuntos vinculados con el medioambiente ¿Cuál es el patrón que lo explica?
Me parece fantástica tu pregunta porque creo que debe ser explicada con una visión más geopolítica. No tiene que ver mucho con las dinámicas internas de los países, que obviamente también las hay, pero no creo que sean las determinantes. Hoy, en el mundo, vivimos un momento en donde hay un proceso de agotamiento de estos que se llaman los recursos estratégicos: el petróleo y los minerales, como cobre y demases.
Hay un proceso de caída porque la extracción barata ya se realizó. Es lo que se llama el pico petrolero y el pico minero, por lo tanto lo que haga de ahora en adelante tiene más costos y dificultades. En relación con esto nosotros tuvimos, en la última década del siglo pasado y la primera de éste, un proceso neoliberal fuerte porque eran los últimos años en que una empresa transnacional podía ir, hacer un hueco, sacar petróleo e irse. Esto se podía hacer abusando de los Estados y lo único que se necesitaba de éstos era que les firmaran el contrato a las compañías y les dieran garantías de seguridad.
Cuando empieza el proceso de agotamiento esas empresas empiezan a necesitar más del Estado. ¿Por qué? Porque para explotar necesitas una ayuda mayor. Entre otras cosas, energía para poder procesar, agua, carreteras y otro tipo de colaboraciones adicionales.
Por último, para desarrollar proyectos mineros o petroleros, se necesitan espacios más grandes. Y esos espacios están ocupados por comunidades.
En esa lógica entonces ¿se podría decir que no hay gran diferencia entre los gobiernos progresistas y los neoliberales?
¡En políticas extractivistas no hay ninguna diferencia entre derecha e izquierda! Digamos que hay matices, pero no diferencias sustanciales en lo que respecta a la extracción de recursos naturales. Por ejemplo, si tú ves un proyecto minero energético que en Colombia tiene un nombre fantástico, “La locomotora minera energética”, ese mismo nombre se podría poner en el Ecuador y políticamente los gobiernos de ambos países no tienen nada que ver. El mismo Chávez marcaba diferencias con los demás candidatos, pero su programa minero-energético-petrolero ¡era el mismo! Y responde a la misma frase fantástica de los colombianos sobre la locomotora: a meter fuerza y sacar lo que podamos a costa de lo que sea: el territorio, las comunidades, la naturaleza. Por lo tanto, la contracara de estas políticas va a ser de mucha conflictividad.
El presidente Correa ha dicho algo que suena irrefutable: los problemas de pobreza y las necesidades sociales que tiene Ecuador son urgentes, hay que resolverlas ahora. Y lo ha planteado como una explicación para una política extractivista ¿no le parece razonable?
Hay que mirar las estadísticas. En el caso del Ecuador, donde llevamos varios años de vivir de la renta petrolera, las zonas más pobres del país son aquellas de donde se saca petróleo ¿Cómo ocurre eso, si es la mayor riqueza del país? Y es que estas políticas extractivas lo que generan, justamente, es pobreza local. Es verdad que generan ingresos que se trasladan en la misma lógica colonial, hacia el norte industrializado. En la escala más pequeña y nacional, los recursos sólo van al centro, a las ciudades grandes. Entonces, efectivamente tú puedes ver más carros (autos) y edificios en los centros poblados, pero la pobreza se ha quedado en otra parte.
Nosotros a esto le hemos llamado “deuda ecológica a escala local”. Resulta lógico, porque este tipo de actividades supone ocupación de territorios, la traída de mano de obra de otros lugares, un agotamiento de las riquezas locales y contaminación que se traduce en problemas de salud. Además tienes problemas de inseguridad y sociales, por la presencia de población flotante que antes no vivía ahí, por lo general hombres solos y estresados. Así se construye la relación entre actividades extractivas, descomposición social y empobrecimiento de las comunidades locales.
Hace pocas semanas entrevistamos al ministro de Cultura del Ecuador, Guillaume Long. En ese momento había un levantamiento de comunidades indígenas contra el Gobierno, respecto a lo que él argumentó dos cosas: primero, que era una movilización inflada por los conglomerados mediáticos internacionales que buscan desestabilizar al Gobierno; y, segundo, que era solo una parte de los movimientos indígenas y que, en general, la mayoría apoyaba al gobierno de Correa ¿Cuál es su mirada sobre ese conflicto y los argumentos del Gobierno?
Primero, yo diría que al Gobierno le ha costado entender que han cambiado las cosas. Que la primera estrategia que aplicó en tiempos de bonanza económica ya no puede aplicarla ahora. Ellos han sido buenos administradores en sus épocas de bonanza, pero eso se acabó y no están siendo buenos administradores en momentos de pobreza, por la incapacidad de ver lo que está pasando dentro del país.
Ha ido creciendo mucho el malestar y eso está explicado por dos cosas. Una, por una práctica política cansona, autoritaria, que no acepta los disensos, que si alguien está haciendo una crítica se le ve como manipulado por los intereses internacionales, lo que en muchos casos no es verdad.
Ahora, por otra parte, la manera de salir de la crisis económica está siendo una locura, porque cuando cae el valor del oro, del cobre y del petróleo, la lógica diría que hay que dejar de sacar porque es un pésimo negocio. Justamente se hace lo contrario y la explicación es que hay que sacar más porque tenemos compromisos. Entonces, se está presionando mucho en las fronteras petroleras y mineras, incluyendo territorios indígenas y áreas protegidas.
En Ecuador hay una Ley que se llama de las regalías petroleras, en la que se supone que el 12% de los excedentes petroleros van para las comunidades y eso actúa como un elemento de seducción y de neutralización del rechazo. La gente dice bueno, vamos a ser menos pobres, nos van a poner un centro médico, una escuelita. Vamos a recibir algo. Pero ahora que los precios están bajos y el negocio es malo, no se debería olvidar que el 12 por ciento de cero es cero.
¿Qué es lo que le falta aprender a la izquierda latinoamericana respecto a estos temas?
La izquierda latinoamericana siempre estuvo limitada en entender algunas dinámicas. Por ejemplo, comprender el mundo indígena y su relación con el territorio, que no solamente son trabajadores proletarios, sino gente que tiene una relación espiritual con la naturaleza. No son, como a veces les dicen de manera despectiva, “los que defienden cuatro pajaritos”. No, la naturaleza para esos pueblos es parte de su forma de entender su lugar en el mundo. Esto no tiene nada que ver con ser manipulados por la derecha o por las potencias, sino con algo que viene desde el fondo de nuestras raíces continentales.
También creo que la izquierda, en general, no ha sido demasiado sensible con las agendas más libertarias de los jóvenes. Estas formas autoritarias, la falta de comprensión sobre las libertades sexuales, las censuras, los están alejando de los grupos que vienen.
Libertad y naturaleza son temas con los que la izquierda tiene una deuda feroz. Es por ahí es que se están rompiendo sus simpatías. Hay corrientes muy críticas en el Ecuador y en otros países que vienen de los jóvenes y que obviamente también de quienes están apegados a la naturaleza: los indígenas, los campesinos, los que cuidan el agua.
La gente ha dicho su dilema claramente: es minería o es agua. Y ésa no es una disyuntiva que te coloque a la derecha, porque ese sector va a seguir queriendo minería. En el momento actual debemos elegir entre salvar lo que nos queda o sometemos a esta locura del capitalismo agresivo que va a sacrificar lo último que queda de naturaleza.