¿Cómo el arte se transforma en un objeto de memoria?

Durante los ‘90 en Latinoamérica reflotó una generación artística silenciada durante la dictadura. Con ello, aparecieron espacios e iniciativas cuyo propósito se relacionaba con los Derechos Humanos y la denuncia. Con los años, el arte y la memoria se conciliaron, sin embargo, hasta ahora, aún queda la pregunta sobre cómo entender ambos temas.

Durante los ‘90 en Latinoamérica reflotó una generación artística silenciada durante la dictadura. Con ello, aparecieron espacios e iniciativas cuyo propósito se relacionaba con los Derechos Humanos y la denuncia. Con los años, el arte y la memoria se conciliaron, sin embargo, hasta ahora, aún queda la pregunta sobre cómo entender ambos temas.

El 18 de junio de 1986 los prisioneros de guerra del Partido Comunista de la isla El Frontón, Perú, iniciaron un motín que se produjo de manera simultánea con las cárceles de San Juan de Lurigancho y el de Mujeres Santa Bárbara.

La primera orden del entonces presidente de la República, Alan García, fue negociar, pero los diálogos fracasaron y en pocas horas el mandatario dictaminó que los jueces y fiscales debían ingresar a los penales.

Ahí vino la masacre. En total más de 272 reclusos muertos en manos de los militares: se trataba de la matanza de los penales.

“En el caso de El Frontón, encargado a la Marina de Guerra, las acciones se extendieron un día más y fueron las más violentas porque fue el único lugar donde los amotinados tenían tres armas de fuego modernas y muchos proyectiles de fabricación artesanal”, informaría posteriormente la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) de Perú.

El caso de la isla El Frontón es una de las más dolorosas del Perú reciente; uno, por los significados políticos que tuvo y dos, por cómo la isla se transformó en un símbolo de la violación a los Derechos Humanos. Un hecho que hasta el día de hoy sigue dejando deudas, porque del total de muertos, sólo 100 fueron enterrados. El resto aún se encuentra desaparecido.

Años más tarde, dos artistas peruanos viajaron a la isla: Giancarlo Scaglia y Gladys Alvarado. El primero, residió en los escombros de la prisión por casi dos años y con ello, produjo la exposición Poética del resto. Gladys Alvarado, en cambio llevaría a la fotografía los rastros de la catástrofe.

El trabajo de Scaglia se concentró principalmente en recuperar los escombros, las murallas ametralladas por los militares y las balas encontradas en el suelo de la isla. De ahí crearía un contexto ligado a la memoria, de manera tal, que colocaría a la astrología y a la naturaleza como testigo de las muertes de la isla El Frontón. En otras palabras, un conjunto de símbolos a disposición del arte.

Giancarlo Scaglia. Exposición Poéticas del resto. En la imagen las huellas de las balas de la matanza de 1986.

Giancarlo Scaglia. Exposición Poéticas del resto. En la imagen, las huellas de las balas de la matanza de 1986.

Giancarlo Scaglia. Exposición Poéticas del resto. En la imagen instalación construída con fundición de balas encontradas en la isla. En el suelo, restos del penal.

Giancarlo Scaglia. Exposición Poéticas del resto. En la imagen, instalación construida con fundición de balas encontradas en la isla. En el suelo, restos del penal.

Gladys Alvarado. Fotografía El Frontón IX

Gladys Alvarado. Fotografía El Frontón IX

Gladys Alvarado. Fotografía El Frontón

Gladys Alvarado. Fotografía El Frontón

Según la ensayista y crítica de arte Nelly Richard, “la práctica artística ha tenido un importante rol respecto de recoger fragmentos de memoria que quedaron fuera de los libretos oficiales”.

“Me parece clave ese rol de las poéticas y de las estéticas precisamente para explorar estos restos de lenguaje, subjetividad, experiencia y representación que quedaron flotando a la deriva”, dice.

En Chile la experiencia de la dictadura también sembraró iniciativas similares. De ahí por ejemplo, el trabajo que realizó Londres 38 el año 2011 con motivo de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos.

Entonces, el ex centro de detención y tortura colocó el trabajo de 10 artistas nacionales en sectores específicos de la Alameda. ¿El objetivo? Denunciar la desaparición en democracia del joven mapuche José Huenante.

Entonces participaron Voluspa Jarpa, Camilo Yañez, Carlos Montes de Oca, Guillermo Núñez y Roser Bru, entre otros.

Intervención Urbana Londres 38. En la imagen, trabajo de Camilo Yañez.

Intervención Urbana Londres 38. En la imagen, trabajo de Camilo Yañez.

Instalación Urbana Eugenio Téllez.

Instalación Urbana Eugenio Téllez.

De acuerdo a Nelly Richard este trabajo posee una relevancia especial porque transforma el arte en una herramienta que alude al pasado y al presente. Es de esta forma, como el arte se vuelve objeto de denuncia y estética.

“Me aparece que una alineación clave  es el de la estética con el pensamiento crítico, porque así se puede colocar atención sobre lo que dejaron fuera del discurso oficial. Básicamente hay que pensar y analizar los signos, estos restos de memoria que no quedaron organizados”, explica la ensayista.

En este sentido, Nelly Richard señaló que durante el último tiempo se han incrementado los espacios para producir y difundir producciones ligadas a los Derechos Humanos. A la vez, indicó que existe una “red de centros independientes con artistas deseosos de un arte crítico, de un arte político y que le han prestado atención al tema de la memoria”.

Las palabras de Nelly Richard se enmarcan en la Cátedra de la Memoria que llevó a cabo la Universidad Diego Portales y el Museo de la Memoria el 4 y 5 de diciembre.

En la ocasión, también participaron Andreas Huyseen, profesor del departamento de Lenguas Germánicas de la Universidad de Culumbia; Gustavo Buntinx, historiador de arte y crítico; y Ramón Castillo, director de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Diego Portales.

Durante la actividad, los académicos también plantearon diversas interrogantes y desafíos sobre cómo contribuir al entendimiento del arte cómo objeto de memoria.

En esa línea ,una conclusión general fue que no se puede valorar el arte si no existe una educación y concientización de las futuras generaciones respecto de la historia y de las violaciones a los Derechos Humanos.

Imagen destacad: Fotografía de Gladys Alvarado. El Frontón.




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