Colo Colo, Wanderers, Chile y todos los demás

Los discursos derrotistas del club Universidad Católica, como también los cánticos triunfalistas de Colo Colo, son sólo un reflejo del inmenso fracaso social de nuestro país. Un país dividido entre los derrotados por el modelo económico y los “winners” de este mismo, los ganadores del sistema que viven cómodamente en el sector oriente de la capital.

Los discursos derrotistas del club Universidad Católica, como también los cánticos triunfalistas de Colo Colo, son sólo un reflejo del inmenso fracaso social de nuestro país. Un país dividido entre los derrotados por el modelo económico y los “winners” de este mismo, los ganadores del sistema que viven cómodamente en el sector oriente de la capital.

¿Qué tienen en común los graves disturbios sucedidos ayer en Valparaíso entre hinchas de fútbol de Wanderers y Colo Colo con el Consejo Ciudadano de Observadores constitucionales que la Presidenta Bachelet convocó la semana pasada?

A primera vista, nada. Al mirar de nuevo, mucho.

Ambas “hechos” muestran que Chile es un país que, políticamente, está mucho más a la deriva de lo que todos los ciudadanos sentimos y creemos a diario.

Por un lado, la convocatoria a ese consejo constitucional ha levantado duras críticas, desde la izquierda sui generis chilena a la derecha tradicional de este país, debido a su falta de representatividad. Muchos en Chile critican, en especial la prensa tradicional y mayoritaria de derecha, de que en Venezuela no se cumplen estándares mínimos de democracia. Pero, ¿quién cuestiona a Bachelet por nombrar, a dedo, a consejos de diversa índole para supervisar la corrupción o la nueva constitucionalidad del país? ¿Cuán democrático son los mecanismos discrecionales de la mandataria o del presidencialismo chileno?

En estos tiempos se ha confirmado lo que hace años sospechamos muchos ciudadanos: muchos grandes empresarios se han coludido para hacernos pagar de más; muchos políticos están financiados por las grandes corporaciones; el fútbol chileno es tan –o más– corrupto que el fútbol europeo o africano. El Ejército se ha dado un festín con los famosos “fondos reservados del cobre”, incluyendo miembros de esa institución que han gastado ciento de millones de pesos en los casinos de este país en una juerga monumental a costa de todos los contribuyentes de este país.

Entonces, esos “vándalos” de Valparaíso o Santiago que este fin de semana empañaron el final del campeonato de fútbol chileno son, en realidad, un fiel reflejo de nuestra realidad social y política. Ellos no hacen nada distinto de lo que practican, a diario, nuestras élites políticas y empresariales: aplicar la violencia para obtener ventajas.

Los discursos derrotistas del club Universidad Católica, como también los cánticos triunfalistas de Colo Colo, son sólo un reflejo del inmenso fracaso social de nuestro país. Un país dividido entre los derrotados por el modelo económico y los “winners” de este mismo, los ganadores del sistema que viven cómodamente en el sector oriente de la capital, o en los barrios altos de las ciudades de regiones.

Pero, al final, ambos son caras de la misma moneda. La violencia social de las barras bravas no es más que un reflejo de la violencia económica de las clases altas.

Y, entremedio, tenemos a nuestro gobierno que pretende conciliar las violencias de ambos mundos. Y cree que lo logra al incorporar al Consejo Ciudadano de Observadores a un futbolista como Jean Bouseajeur y un empresario como Roberto Fantuzzi o un analista como Hernán Larraín Matte, el joven hijo del senador UDI del mismo nombre.

Ambos son la cara opuesta que pertenecen a la misma moneda. Los hinchas violentos del Colo y los políticos furiosos de la Nueva Mayoría o la Alianza (hoy llamada, al parecer, “Chile Vamos”) forman parte del Chile actual. Un Chile en el que los extremos se tocan y se entienden, pero en el que la gran mayoría del medio queda fuera del festín.

Y esa es la gran desgracia de nuestro país: que los cuicos y los flaites, en el fondo, persiguen el estatus quo. Y los que pierden somos todos los demás.





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