El Primer Ministro de la entidad sionista, Benjamín Netanyahu, aprovechó el espacio otorgado por el Foro Económico Mundial, celebrado en la localidad Suiza de Davos, donde año a año se reúnen los poderes financieros y políticos del mundo occidental, para dar a conocer y dejar al descubierto el verdadero plan que se persigue con la República de Siria desde el inicio de la agresión contra esta este país árabe desde febrero de 2011: desintegrar y balcanizar (1) a esta nación levantina.
En la comodidad de los salones de Davis, lejos del ruido de bombas, operaciones militares, ataques terroristas y miles de muertos, Netanyahu sostuvo el pasado 22 de enero que “la opción más benigna para Siria sería una balcanización o fragmentación del país árabe, que bajo las actuales circunstancias es lo mejor que se podría obtener. Esto, porque tengo serias dudas que un Estado Unitario vuelva a gobernar el país”. En la oportunidad, Netanyahu reveló, igualmente, que se está gestionando un aumento de la multimillonaria ayuda financiera y militar que recibe de Estados Unidos, para mantener así el estatus de Israel como gendarme de occidente en Oriente Medio.
La opinión del político con respecto a la fragmentación de Siria, demuestra la política que se ha ejecutado contra la nación árabe y su pueblo, que en pos de afanes e intereses políticos y económicos ha significado agredir, atacar, bombardear y destruir a un país con cifras, que desde febrero de 2011 a la fecha, ha significado la muerte de 280 mil sirios, siete millones de desplazados internos, 4.5 millones de refugiados – principalmente en países vecinos – y la destrucción de su infraestructura energética, de servicios, industria, infraestructura vial y sanitaria.
Dividir para reinar
Las palabras de Netanyahu dejan al desnudo aquello, que de tan obvio aparece invisible: el objetivo perseguido por Washington y sus aliados agrupados principalmente en la triada Riad-Ankara-Tel Aviv: repartirse los restos de un país e influir de esa manera en la región de Oriente Medio. Desintegrar Siria, dividirla en zonas de influencia y, al mismo tiempo, generar con ello una Balcanización más global de la zona, como se está verificando con Irak. Y, de ese modo, cumplir el objetivo de cercar a Irán e impedir la expansión rusa hacia lo que esa Federación considera sus zonas de influencia geopolítica.
En Davos la verbalización del líder de Israel exteriorizó lo que el gobierno sirio además de Irán y Rusia han denunciado desde el inicio de la guerra de agresión contra el país levantino: que los grupos terroristas que allí operan, principalmente el EIIL – Daesh en árabe – y el Frente al Nusra han sido creaciones organizadas, financiadas, armadas y protegidas por la acción de los gobiernos de Turquía, Israel y Arabia Saudita junto a sus servicios de inteligencia bajo el marco establecido por la doctrina del Leading From Behind de los sectores belicistas estadounidenses, que le permite a Washington realizar el trabajo sucio de una forma distinta a la manera en que lo hicieron en Afganistán e Irak. En este caso, que sean estos movimientos terroristas, con apoyo económico, militar y logístico de Washington y asociados S.A, los que en terreno concreten la política de desintegración de las bases del Estado Sirio.
Derrocar a Bashar Al Assad persigue también cercar, debilitar y eventualmente desestabilizar al gobierno de Irán, en una política ciega frente a los múltiples ejemplos que nos ofrece la historia respecto a los peligros que trae consigo el procurar el nacimiento y desarrollo de bandas terroristas, cuyos resultados terminan comprometiendo la seguridad de los padres putativos. Así sucedió con Al Qaeda y es así con Daesh. Bandas que en los análisis de los servicios de inteligencia europeos son considerados una amenaza real al contabilizar que al menos 15 mil terroristas que luchan en las filas de los movimientos salafistas provienen de países europeos.
Netanyahu en Davos develó el objetivo de las acciones de Washington y sus aliados en la línea estratégica de crear bantustanes a lo largo de Oriente Medio. Hoy, el líder mencionó a Siria, pero ya es una realidad en Irak y se persigue, mediante la agresión saudí a Yemen, generar un resultado similar, cosechando el cultivo de destrucción y muerte en estos años, ejerciendo un dominio al cual se creen falsamente predestinados por razones históricas y religiosas. La administración de Obama, así como la entidad sionista, Turquía, Arabia saudita, son cómplices de la política de tierra arrasada y la muerte de cientos de miles de seres humanos en Siria e Irak.
Estados Unidos y sus aliados parecen mostrar una cara errática en la política llevada a cabo en Oriente Medio: atacan a Daesh, lo bombardean – supuestamente – pero también lo engendraron, apoyaron y siguen financiando. Combaten al mismo extremismo al cual le dan aire en una especie de zigzag intervencionista pero “sin perder el norte en esta política de fragmentar los países de Oriente Medio, cercar a Irán, crear un entorno de regímenes que no amenacen la política agresiva sionista e impidan la presencia rusa y china en la zona, de tal forma de procurarse los recursos naturales, petróleo y gas además de un mercado seguro para el complejo militar industrial estadounidense y sus aliados” Y hablaba de aparentemente errático, pues los planes están claramente definidos.
Siria no puede esperar nada bueno de la acción de una Coalición Internacional liderada por Estados Unidos cuyo plan final es fragmentar Siria, convertirla en un país con zonas diferenciadas donde turcos, estadounidenses, israelitas, saudí e incluso jordanos intervengan con el objeto de obtener un cuadrito de este rompecabezas miserable. Una Siria que refleje la imagen de un mapa fragmentado al estilo iraquí con las zonas de control en tres áreas diferenciadas: La región del Kurdistán, el área de fuerte presencia sunita, donde operan las bandas salafistas y los restos del partido Baas y un área centro sur bajo hegemonía del actual gobierno iraquí.
Netanyahu en Davos si dijo lo que dijo fue porque el gobierno estadounidense lo permitió, porque lo sostenido es parte del plan de Washington y sus aliados. Una aspiración que desea ser concretado al alero de documentos elaborados en el seno de los servicios de inteligencia y sus Think Tanks, como es el caso del documento gestado por el experto en políticas de seguridad nacional y asesor del gobierno estadounidense, Michael O´Hanlon, analista del Instituto Brookings y Co Director del center For 21st Century Security and Intelligence dado a conocer en junio del año 2015. Allí, en una mínima extensión, se definió la suerte de millones de seres humanos. El Documento denominado “Desconstructing Syria: a new strategy for Americas´s most hopeless war – señala que “el único camino realista que se puede plantear Estados Unidos frente a Siria es un nuevo plan donde se creen zonas autónomas, donde el gobierno sirio no tenga posibilidad de influir”. De esa idea, a la expresión benigna de Netanyahu, existe sólo un paso.
Es así que se entiende la decisión turca de crear, bajo órdenes de Washington, la denominada “Zona de Exclusión Antidaesh”. Franja de terreno ubicada en la frontera turco-siria, entre las localidades de Yarablus y Azaz, con el doble objetivo de: detener los avances de las fuerzas kurdas en su lucha contra Daesh y consideradas un peligroso ejemplo para la población kurda, que en un 20% conforma el total de la población de Turquía y, en segundo lugar, tener una base de operaciones, dentro del territorio sirio, que le permita seguir conspirando y ejecutando acciones contra el gobierno sirio. Esta estrategia de acción conjunta, expresada en el mencionado documento de O´Hanlon permite entender también el trabajo de expolio de sus riquezas hidrocarburíferas con el contrabando de petróleo a Israel, Jordania y países europeos, como ha sido denunciado por el propio Parlamento de la Unión Europea.
Súmele a lo consignado el generar tensiones en el sur sirio en la frontera con Israel y Jordania con la posibilidad, que ante un incremento de las acciones de defensa del Ejército Sirio ante las bandas terroristas, junto al poyo ruso se decida – incluso mediante una operación de Bandera falsa – invadir el país levantino y establecer allí “zonas liberadas, para posteriormente ser reconocidas por las potencias occidentales y sus aliados en la región. No dejando de lado la posibilidad que las Naciones Unidas se sume a este show a través del envío de Cascos Azules, perpetuando de este modo la ocupación.
En un interesante artículo del analista de GlobalResearch, Mahdi Darius Nazemroaya, éste señala que “lo que está sucediendo en Siria es un signo de lo que vendrá para la región. El cambio de régimen no es el único objetivo de los EE.UU. y sus aliados en Siria. Las divisiones religiosas y étnicas en Siria no están demarcadas en términos puramente geográficos, y el proceso de balcanización podría jugar como un proceso de libanización, lo que significa que Siria se divide a lo largo de las líneas de falla de violencia sectaria, y se enfrenta a un estancamiento político como el del Líbano durante su guerra civil, sin estar oficialmente quebrada… Los acontecimientos en el Medio Oriente y África del Norte están viendo la agitación de los movimientos de masas contra los tiranos locales, como en Bahréin, Jordania, Marruecos y Arabia Saudita, pero también hay un guión vicioso del Plan Yinon de Israel y sus ramificaciones. El Plan Yinon, y otros planes similares, quieren una guerra chiíta y sunita entre los musulmanes como la pieza central de las divisiones sectarias”
La división de la República de Siria, es uno de los objetivos de la política de Washington para la región de Oriente Medio y en ese plano, para poner freno a esas intenciones se requiere la firme oposición política y militar de las fuerzas de la Coalición conformada por Rusia, Irán, Siria e Irak. Si esto no es así, Siria terminará convertida en bantustanes, con alawitas en la zona oeste del país en límite con el Mediterráneo, los Drusos en las montañas del sur del país, kurdos en el límite con Turquía, cristianos, chiitas y sunitas ocupando otras zonas del territorio. Una Siria desmembrada, dividida y cuyo destino quiere ser trazado fuera del ámbito de su soberanía. En Siria, no sólo se juega la autodeterminación de los pueblos, sino también equilibrios políticos y militares regionales y el futuro de otros países de la región, que podrían caer bajo el mismo fuego balcanizador.
Artículo del autor cedido por Hispantv