En 1936, en Alemania el régimen de Hitler prepara el mayor despliegue técnico y humano para mostrarle al mundo la eficiencia de su gobierno. El Führer le ha encargado a la cineasta Leni Riefenstahl la realización de Olympia, memoria fílmica de los Juegos Olímpicos de Berlín de ese mismo año. Tras la cámara, registrando cada plano, está Hans Ertl, quien en su momento fuera el fotógrafo oficial del mariscal Erwin Rommel (conocido como “el zorro del desierto”), un declarado rival de Hitler que se suicidó en 1944 luego de ser acusado de participar en un atentado contra el mismísimo Führer. Una vez finalizado el régimen nazi, el camarógrafo se asila en Bolivia junto a su esposa y sus tres hijas para dejar atrás la pesadilla de la guerra e iniciar una nueva vida en la ciudad de La Paz.
Ese nuevo comienzo de la familia Ertl es el punto de partida de Los afectos, del boliviano Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981), una breve y sugerente novela, dividida en dos partes más una coda, en la que narra sin excesos descriptivos, como en un relato oral a media voz y en luz baja, el devenir de los integrantes del clan y las consecuencias de los caminos elegidos por cada uno de ellos. Una historia que comienza con el desarraigo desde Múnich a La Paz y la convulsa situación que encuentra el matrimonio y sus tres hijas (Monika, Heidi y Trixi) durante tres décadas determinantes del siglo XX para este lado del mundo: los años cincuenta, sesenta y setenta, tiempo de revoluciones, dictaduras, abusos de poder y barbarie en casi todo el cono sur.
La novela comienza con la figura del padre, Hans Ertl, el otrora camarógrafo estrella de Leni Riefenstahl, ahora convertido en un aventurero alpinista obsesionado por las expediciones y por encontrar y filmar la antigua ciudad inca de Paitití, enterrada supuestamente en la selva amazónica junto a innumerables tesoros. El patriarca es un inquieto y apasionado sujeto a quien la falta de acción lo vuelve una bestia en cautiverio, su fijación es el futuro, la posibilidad y necesidad de un nuevo comienzo.
En Los afectos, Rodrigo Hasbún cruza tres décadas como si nos explicara las fotografías de un álbum familiar, el tránsito de vidas ligadas, alternando ángulos, perspectivas y voces. Las dos caras de una moneda en la que aventura y desventura se entrelazan logrando un tono de intima confesión que nos llevará por estrechos caminos cordilleranos a cinco mil metros de altura, por selvas y pequeños pueblos de adobe donde la gente mastica hojas de coca, reza en aimara y sobrevive milagrosamente al frío. “Parecíamos paracaidistas extraviados. Parecíamos soldados en busca de una guerra”, nos cuenta esta familia de alemanes “perdidos en las entrañas de un país extranjero, tan lejos de casa”.
Hasbún se inmiscuye también en los proyectos de vida de sus personajes, en las relaciones erradas, los matrimonios truncados, las pérdidas y desencuentros familiares, junto a la sangre derramada de todo un continente encarnado en una juventud idealista y revolucionaria aplastada en esos años oscuros de regímenes militares. Así conocemos a Monika, la inestable hija mayor en la que el autor pone el foco para mostrarnos -sin juicios ni moralinas- las razones de una desgracia personal y política que se anuncia y se avizora en el horizonte. Un drama narrado con una prosa elegante y sobria que, sin pretender abarcarlo todo, logra ser cautivadora y sugerente.
En su escritura contenida, Hasbún logra construir personajes magnéticos, centrando la tensión y eje de la novela en el padre y la hija mayor (Monika). Ellos son el centro de la historia: la primogénita en permanente lucha que hereda el carácter inconformista y aventurero del padre, lo que a la vez es el rasgo que finalmente los enfrenta y los convierte en los antagonistas de una familia marcada por rupturas, silencios, aislamiento y profunda soledad. Entonces, es ahí cuando el autor nos recuerda que todas las familias guardan secretos, conflictos y pequeños resentimientos no expresados. Así, pronto descubrimos a Monika como una guerrillera del Ejercito de Liberación Nacional de Bolivia (ELN) -a quien sus compañeros de lucha llamaban “La imilla”- y su trágico destino luego de ser acusada de participar en el asesinato del entonces cónsul boliviano en Hamburgo, Roberto Quintanilla Pereira, quien fuera señalado como el responsable de dar la orden de amputar las manos al Che Guevara luego de su captura en 1967 para enviarlas a Cuba.
De esta forma, Los afectos mezcla con maestría la biografía, los hechos históricos y la ficción, entregándonos un pulido relato que nos permite asomarnos a la intimidad de una familia particular que cruza la fina línea que separa a la sagrada familia de la familia maldita, y que nos recuerda una y otra vez la cercanía y a la vez la infranqueable distancia que podemos tener con aquellos con los que nos une un lazo de sangre y un apellido.
Los afectos
Rodrigo Hasbún.
Literatura Random House, 140 páginas.