A poco de cumplirse dos años del segundo mandato de la Presidenta Bachelet, una encuesta realizada por el Diario Financiero entre un centenar de economistas, empresarios y parlamentarios sobre la gestión de la Mandataria y su gabinete reveló una negativa evaluación, con reprobación de las ministras de Minería y Trabajo, Ximena Rincón y Aurora Williams, y de la gobernante (89,9 por ciento calificó su gestión de “insuficiente”), y con un apenas “suficiente” el resto, con la sola excepción de los titulares de Energía y Hacienda, Máximo Pacheco y Rodrigo Valdés.
Entre los políticos destacó el uso de los conceptos “ausencia” de Bachelet en la conducción del país e “incapacidad” para alinear con “energía y prolijidad” al gabinete, mientras que entre el empresariado y los economistas el foco estuvo en la “inmadurez” de las reformas y su “deficiente” ejecución, enfatizando, además, en la “debilidad” de Bachelet para abordar el caso Caval.
Según la encuesta, así como el primer año de gobierno estuvo marcado por la discusión de las reformas tributaria, educacional y al sistema binominal, la desaceleración de la economía y la falta de diálogo con la oposición, el segundo se caracterizó por los casos de financiamiento irregular de la política, hechos que arrastraron la aprobación de la Presidenta a niveles cercanos al 20 por ciento e impulsó el ulterior cambio de gabinete.
Por su parte, la última encuesta de Plaza Pública Cadem reveló que, tal como respecto de la situación política, las expectativas de los chilenos en materia económica para 2016 son poco halagüeñas: el 62 por ciento de los consultados estimó que su situación actual y la de su familia seguiría igual; el 22 por ciento que mejorará y 16 por ciento que empeorará. Sobre el futuro del país, sólo un 34 por ciento dijo sentirse optimista o muy optimista, 32 por ciento se declaró pesimista o muy pesimista y el restante 32 por ciento neutral.
La encuesta revela, asimismo, que estas malas expectativas generan una sensación de mayor inseguridad entre los trabajadores, 50 por ciento de los cuales se reconoció “preocupado” por su estabilidad laboral, aunque 49 por ciento se declaró “tranquilo”. No obstante, esta última cifra cayó 14 puntos desde la medición anterior, cuando alcanzó al 63 por ciento.
Las opiniones recogidas son consistentes con una percepción de “estancamiento económico”, visión por la que se inclina el 62 por ciento de los encuestados, aunque respecto de las razones de dicho fenómeno, las reformas y el Programa de Gobierno se redujeron desde 38 por ciento a 28 por ciento, mientras que la baja del precio del cobre subió de 22 a un 25 por ciento; la baja productividad y falta de inversión marcó 19 por ciento; 14 por ciento atribuyó la situación actual a los problemas de la economía internacional y 8 por ciento a las catástrofes naturales.
Resulta paradojal, empero, que, en un cuadro de alza del pesimismo, 52 por ciento califique su situación económica personal y familiar como “muy buena” o “buena”, 23 por ciento regular y sólo 25 por ciento la estime “mala” o “muy mala”, probablemente debido al alza de remuneraciones (5,8 por ciento promedio en los últimos 12 meses a enero pasado) que ha evitado una caída fuerte en los niveles de consumo.
Como se sabe, la economía chilena creció en enero a su menor ritmo desde inicios del 2010 (0,3 por ciento), aunque se espera un repunte gradual y acotado en los próximos meses (1,5 por ciento en febrero), en medio de un débil desempeño del comercio exterior, con envíos e importaciones que cayeron 10,6 por ciento y 7,5 por ciento en 12 meses, aunque con superávit y paulatina alza en las internaciones de bienes de capital, lo que hace prever que la economía habría tocado fondo y comienza a repuntar.
Estos guarismos parecen invitar, pues, a poner el foco en los temas políticos subyacentes a la economía, tales como la búsqueda de mejoras a la convergencia y colaboración interna para llegar a reformas viables y sostenibles, un Ejecutivo que ejerza un mayor y más visible liderazgo, y elites políticas y económicas que evidencien real compromiso ético para mejorar las expectativas, aún en un entorno internacional que seguirá desafiante dada la ralentización de economías como la Chile y Europa, para un país que, como Chile, ha tenido en las exportaciones la base de su desarrollo.