Mientras en EEUU, la inflación de marzo fue de 0,1%, bajo el 0,2% estimado, en la Zona Euro ésta marcó 0,0%, sobre el -0,1% esperado, en un proceso de convergencia hacia una estabilidad de precios en la que China ha vuelto a fortalecer sus exportaciones, que aumentaron 11,5% (en dólares), por sobre las expectativas de 10% y muy por arriba de la caída de -25,4% de febrero, aún muy definido por las nuevas estrategias de fortalecimiento del consumo interno de la potencia asiática.
En dicho marco internacional, el Banco Central de Chile, en su última Reunión de Política Monetaria de abril, decidió mantener la TPM en 3,5%, en línea con las expectativas de mercado, cuyos operadores prevén que el ente emisor evitará por varios meses más afectar la disminuida actividad con un alza de tasas en el corto plazo.
La actividad económica, inflación de precios y tasas de interés están imbricadas íntimamente. De allí que los Centrales de las naciones desarrolladas, ante la fuerte desaceleración económica, han estado realizando activos esfuerzos para reavivar la alicaída actividad mundial, mediante tipos de interés muy bajos e incluso negativos. Esta última es una herramienta de política monetaria poco convencional, debido a que tasas de referencia nominales con valor debajo del 0%, desestimulan el ahorro, dado que nadie está dispuesto a pagar por prestar sus ahorros, teniendo en cuenta que es el prestamista quien arriesga el incumplimiento de pago.
La decisión de algunos Centrales se sustenta en la denodada lucha contra un temido escenario de alto riesgo deflacionario, buscando incentivar el pedir prestado a través de un crédito muy barato. Pero en tiempos económicos difíciles, la gente y empresas tienden a inmovilizar su dinero a la espera de mejoras en la economía. Dicha conducta debilita aún más la actividad debido a las caídas del gasto, lo que, a su turno, provoca pérdidas de empleo e inversiones y refuerza los temores de deflación, estancando aún más el flujo del efectivo.
El otro objetivo de las tasas “cero” es devaluar la divisa propia para favorecer las exportaciones nacionales e ingresar más recursos a las arcas de los países, una de las acusaciones persistentes de las naciones occidentales respecto de China. En la crisis financiera de los 70, el Swiss National Bank (SNB), central de Suiza, ya había utilizado tasas negativas para contrarrestar la apreciación de su franco, debido a que los inversores estaban huyendo de la inflación y usaban la divisa suiza como valor de refugio.
En un escenario como este, si un banco comercial tiene en sus arcas más dinero que el necesario como reservas mínimas legales y no está dispuesto a prestarlo a otros bancos comerciales deficitarios, tiene dos opciones: guardar ese dinero en una cuenta en el central respectivo, o mantenerla en sus arcas como dinero en efectivo. De allí que algunos centrales hayan decidido aplicar tasas de interés negativas para esos depósitos, como modo de disuadir a los bancos comerciales de depositar su exceso de efectivo, aumentando así el riesgo de acumular dinero físico con rentabilidad 0%. Esto último es una seria complicación para la banca, en la medida que tiene compromisos de pago de interés con sus ahorrantes, los que surgen de la colocación de créditos a quienes los requieren. Y si no hay colocaciones o aquellas rentan 0%, el problema es evidente.
Entre los grandes centrales, el Banco Central Europeo (BCE) comenzó a explorar una política de cobrar a los bancos comerciales por su dinero en junio de 2014, como parte de una combinación de acciones destinadas a garantizar la estabilidad de precios a mediano plazo, al tiempo que evitaba que los bancos comerciales recogieran dinero barato de los Quantitative Easing (QE) y lo recolocaran a una mejor tasa en el propio Central, ganando un plus sin riesgo alguno.
En la actualidad ya hay seis centrales de todo el mundo que han adoptado tasas de depósito negativas (lo que no implica necesariamente tipos de referencia en negativo, pues hay que relacionarlos con los niveles de inflación interna): el Riksbank de Suecia en -1.25%; el Banco Nacional de Suiza, en -0.75%; Banco Nacional de Dinamarca, en -0,65%; el Banco Central Europeo, en el -0,4%; el Banco de Japón en el -0,1% y el Banco Nacional de Hungría, en -0.05%.
Pero lo relevante no son las tasas nominales, sino las reales, es decir, las nominales, descontando la inflación, pues éstas son las verdaderas catalizadoras de la inversión. Es decir, dado que la inflación reduce el poder de compra del inversor, ahorrante o el prestamista, si, por ejemplo, las tasas están al 2% y la inflación es 4%, la tasa de interés real sería del 2%, lo que significa que si, como en Suiza, hay una inflación negativa del -0,9% y los tipos de referencia son del -0,75%, el SNB, en términos reales, obtiene como prestamista una renta positiva del 0,15% prestando a la banca.
Para el caso chileno, en consecuencia, al mantener el Central la tasa de interés de referencia en 3,5% anual, con una inflación media actual del 4,5% en los últimos 12 meses, en términos reales, el instituto emisor obtendría una rentabilidad negativa anual del 1% prestando a la banca, hecho que hace prever que, tanto agentes, como el instituto emisor, estiman un IPC que tenderá a bajar hacia el punto medio de la banda (3%) en los próximos meses, por la menor actividad, mientras que el tipo de cambio tenderá a subir, según las decisiones de tasa en EEUU, así como del valor del cobre.