El estadio Levi´s en California fue el escenario del partido de cuartos de final entre las selecciones de Chile y México. Y aunque se suponía un encuentro muy equilibrado, en la cancha las diferencias terminaron siendo significativas. Con las gradas repletas de mexicanos y en uno de los mejores juegos de la Copa, la selección chilena redondeó una actuación magistral y terminó derrotando por un holgado 7-0 a un complicado rival.
El equipo de Juan Antonio Pizzi despejó todas las dudas iniciales con una actuación memorable y se instaló merecidamente como favorito basado en ese juego encantador que todos extrañábamos y exigíamos.Esta vez la clave estuvo en el trabajo grupal organizado, en el enorme esfuerzo físico y en la indiscutible calidad individual y colectiva de este grupo de jugadores.
Lo abrumador del marcador y el desarrollo, vuelven demasiado evidente el análisis y con ello se corre el riesgo de caer en exitismos o exaltación desmesurada. Al final es un sólo partido y lo verdaderamente importante es poder repetir lo realizado ante México en los próximos encuentros. Más complicado aún será sostenerlo en el tiempo y traspasarlo a las eliminatorias mundialistas.
La defensa funcionó a la perfección. Porque cada vez que los laterales chilenos pasaban al ataque y sumaban alternativas ofensivas, Marcelo Díaz se metía entre los centrales y Gary Medel y Gonzalo Jara se encargaban de la marca de los delanteros rivales permitiendo de este modo la liberación permanente y asegurando la defensa del arco propio. Por otra parte, José Pedro Fuenzalida y Jean Beausejour cumplieron una destacada labor defensiva y se incorporaron permanentemente al ataque. Además la salida fue impecable y precisa. Muy pocas veces Chile dividió el balón y el fondo chileno fue permanente iniciador de todas las jugadas del equipo.
Particular mención merece el trabajo de Claudio Bravo, quien tuvo un partido a la altura de lo acostumbrado y fue particularmente importante para permitir esa perfección defensiva con su excelente juego con los pies. Si bien la superioridad chilena fue abismal y las ocasiones de los mexicanos fueron realmente pocas, merece resaltarse la fortaleza del sistema que permitió neutralizar por completo a una delantera de buen nivel de juego y de mucha velocidad.
En el medio campo el equipo volvió a ser dinámico y dominante. La salida limpia de los defensas siempre fue complementada con una traslado rápido y preciso en el medio terreno. Arturo Vidal, Charles Aránguiz y el mismo Díaz supieron asegurar la tenencia de la pelota con toques exactos y veloces y desplazamientos permanentes.Además encontraron espacios para habilitar con acierto, rematar al arco rival y sumarse permanentemente en ofensiva. Chile fue muy superior en esta zona del campo durante todo el partido y eso es determinante para entender el desarrollo del juego y el resultado final.
En zona de definición esta vez los delanteros fueron contundentes e incisivos. Pelearon cada pelota desde el comienzo y esa actitud se mantuvo hasta el final. Presionaron de forma colectiva y recuperaron una tremenda cantidad de balones. Entonces, era normal que las oportunidades vinieran y la contundencia mostrada fue modelando un marcador de escándalo y alegría para los chilenos. Eduardo Vargas volvió a ser el gran delantero que aparece cuando se pone la camiseta nacional y con cuatro goles (44´, 52´, 57´ y 74´) aportó de manera fundamental al triunfo. Alexis Sánchez (gol al 48´) hizo casi todo bien y sus habilitaciones y carreras fueron un problema sin solución para los defensas rivales. Finalmente, Edson Puch (goles a los 15 ´ y 86´) fue un complemento idóneo para la velocidad e intensidad del bloque ofensivo. Los tres derrocharon energía en labores de ataque y también fueron solidarios para ponerse al servicio del sistema defensivo siempre que fueron requeridos.
Si habíamos dicho que la principal diferencia entre México y Chile era la calidad individual de sus figuras, conocido el desenlace, queda claro que esa diferencia terminó siendo enorme y definitiva. Si México intentó alguna reacción y oponer resistencia, el esfuerzo fue derribado por el impecable y sacrificado juego chileno que no cedió nunca un espacio de terreno y que mantuvo la propuesta durante los noventa minutos, olvidando incluso el abultado marcador. Esa voluntad ofensiva y compromiso con el espectáculo, permitió incluso que los propios fanáticos mexicanos terminaran aplaudiendo el funcionamiento colectivo chileno y repudiando el bajo nivel de los suyos.
Hace unos días Juan Villoro dijo que “Chile jugaba como el Barcelona, pero con anfetaminas”. Un halago que parecía exagerado e inoportuno porque la selección no venía bien. Sin embargo, lo mostrado ante México ha sido sin dudas una exhibición de altísimo nivel. Quizá las palabras del reconocido escritor mexicano sirvieron para recuperar la memoria, despertar al campeón y ponerlo en su justa altura.
Ahora viene Colombia en semifinales y definitivamente será complicado. El reto será mantener la intensidad y el estilo demostrado. Repetir la misma calidad de la propuesta y del esfuerzo. Porque jugando así es difícil que algún equipo pueda superarlos. Y porque jugando así, volver a ser campeones estará mucho más cerca.