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Alepo: Vuelta al origen del conflicto

Se calcula que más de 80,000 personas han tenido que abandonar Alepo. En el este de la ciudad, donde se encuentran los enclaves rebeldes, centenares de personas han sido asesinadas, de las cuales una gran parte son civiles. Los ataques han sido de manera reiterada a objetivos como hospitales y escuelas, por lo que no hay dudas al señalar que el régimen de Assad y la Rusia de Putin son culpables de crímenes de guerra.

Javier Buenrostro

  Lunes 19 de diciembre 2016 11:18 hrs. 
alepo

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Hace seis años que la sociedad civil empezó a organizarse en Siria para demandar una apertura democrática contagiada por la primavera árabe. El presidente Bashar Al Assad heredó de su padre el poder en Siria en el 2000 gracias al control que ha ejercido por casi medio siglo el ejército y el partido Baaz sirio, de una estructura paralela al Baaz iraquí que llevó al poder a Saddam Hussein. Entre Hafez  y Bashar Al Assad (padre e hijo) han tenido el poder en Siria desde 1971, creando una dictadura hereditaria que es fuertemente respaldada por Rusia. En los últimos tiempos, el régimen sirio se ha caracterizado por sus torturas, sus cárceles secretas, la ejecución de los opositores y ha realizado un reclutamiento obligatorio de los civiles.

En 2011 visité Siria en los albores de la rebelión y pude comprobar que había una tensa calma, el ejército en las calles y algunas escaramuzas que habrían de tornarse en una de las más violentas guerras del presente siglo apenas un par de meses después. Han pasado ya cinco años de ese momento y volvemos al punto de origen. Alepo, la ciudad más grande,  sufrido de aislamientos de agua y comida y un ataque indiscriminado a blancos civiles como escuelas y hospitales por parte del ejército de Bashar Al Assad y de la fuerza aérea rusa, a la vez que se han convertido en rehenes y escudos para las fuerzas rebeldes.

Se calcula que más de 80,000 personas han tenido que abandonar Alepo. En el este de la ciudad, donde se encuentran los enclaves rebeldes, centenares de personas han sido asesinadas, de las cuales una gran parte son civiles. Los ataques han sido de manera reiterada a objetivos como hospitales y escuelas, por lo que no hay dudas al señalar que el régimen de Assad y la Rusia de Putin son culpables de crímenes de guerra. Este escenario ha sido como un libro de texto de lo que significa una guerra subsidiaria (proxy war) y que hubo bastantes ejemplos en tiempos de la Guerra Fría. En las calles de Alepo los actores geopolíticos internacionales dirimen sus diferencias e intereses: Qatar, Arabia Saudita, Estados Unidos del lado de los rebeldes. Estos rebeldes que han recibido ayuda de Occidente y de las petromonarquías, son muchos de ellos mismos células de Jabhat Fateh al-Sham (Frente para la Conquista del Levante), herederas y emparentadas de  Jabhat al-Nusra y Al Qaeda. La historia se repite y mientras que en Afganistán, Estados Unidos apoyó a Osama bin Laden y a los talibanes en contra de la URSS, en Siria está apoyando a rebeldes que pertenecen a Al Qaeda o al propio ISIS. Del otro lado, el régimen sirio ha sido apoyado por Irán, Hezbollah y de manera primordial por Rusia que ha tomado esta guerra como propia y ha desplegado aviones que bombardean ahí donde creen que es necesario. Turquía, los kurdos e ISIS son otros actores presentes en el galimatías. Las voces que en 2011 hicieron eco de la primavera árabe han quedado en el fuego cruzado de las potencias mundiales y regionales. Vaya suerte del ciudadano sirio común que solamente aspiraba a un régimen democrático.

Siria representa el fracaso del humanismo. Una vez más. El presidente Obama nunca tuvo la intención de evitar verdaderamente el derramamiento de sangre. Hizo su consideración y balance. No hay petróleo como en Irak o Kuwait, así que no valía la pena entrar de lleno en una conflagración que involucraba a Rusia en la otra esquina. Londres actuó de una manera similar. Francia se opone rotundamente a que Irán tenga un lugar en la mesa de negociación. A Vladimir Putin lo único que le interesa desde hace muchos, muchos años es la reconstrucción de una Rusia imperial, su sueño de toda la vida. Y, finalmente al autócrata sirio no le importa gobernar en ruinas o sobre una pila cadáveres ya que su única motivación, como la de cualquier dictadorzuelo, es no dejar el poder aunque a toda una nación le cueste la vida.

Los movimientos de la fuerza aérea rusa se incrementaron a partir del 15 de noviembre y en los últimos días hemos presenciado la negociación de un alto al fuego para que miles de personas puedan huir de Alepo, aunque se suspendió de manera casi inmediata sin saber exactamente la cantidad de civiles que todavía son parte de un fuego cruzado entre ambos bandos. La caída de Alepo significaría una derrota mayor, política y militarmente para el movimiento de oposición y, aunque nadie puede predecir el futuro, eso podría encaminar el principio del fin de la guerra aunque no de la pesadilla. La disidencia todavía controla Idlib (cerca de Turquía) y Daara (en la frontera con Jordania) pero el tiempo parece estar ahora del lado de Bashar Al Assad. Esperará a que Donald Trump tomé posesión como presidente y así tendrá un interlocutor en Occidente que ha mostrado sus simpatías a Putin, al presidente de Egipto Abdel Fattah Al-Sissi y a él mismo como posibles aliados en la “guerra contra el terrorismo”. Ironías.

Seis años después hay más de seis millones de desplazados, casi cinco millones de refugiados y 300,000 muertos y regresamos al punto de origen: Bashar Al Assad gobierna Siria como un dictador y es fiel representante de los intereses de Rusia en la región. Los Estados Unidos con el triunfo electoral de Trump podrían llegar a acuerdos con Al Assad y Putin pero resulta impredecible cuál sería su relación con Irán en el escenario sirio aunado al veto de Francia para que esta nación islámica pudiera estar presente en las negociaciones. En cualquier caso, urge parar el baño de sangre que viven los ciudadanos sirios ya que la idea de un régimen más democrático o que Al Assad de un paso al costado ahora parece una opción cada vez más lejana. Siria se convertirá en un caso tristísimo de como los intereses geopolíticos de las potencias priman sobre las vidas de los seres humanos y eso habrá que recordarlo cada vez que nos hablen de democracia y de derechos humanos.

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