La ofensiva China para desafiar al proteccionismo de Trump

En el reciente Foro Económico Mundial de Davos, el presidente de China, Xi Jinping, defendió con vigor la globalización e integración comercial mundial, razón por la que no sería de extrañar que, luego que EE.UU. le dejara el campo libre, sea China quien lidere otros acuerdos regionales de acuerdo a sus intereses.

En el reciente Foro Económico Mundial de Davos, el presidente de China, Xi Jinping, defendió con vigor la globalización e integración comercial mundial, razón por la que no sería de extrañar que, luego que EE.UU. le dejara el campo libre, sea China quien lidere otros acuerdos regionales de acuerdo a sus intereses.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, firmó recientemente un decreto en el que oficializa la decisión de ese país de retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), ocasión en la que afirmó: “ha sido un gran día para los trabajadores estadounidenses”.

El TPP es un pacto internacional que establece áreas libres de comercio que involucran a 12 países de la región Asia- Pacífico, donde habitan unos 800 millones de personas: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos (hasta el 23 de enero de 2017) Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Además, estaba diseñado para que otros países se pudieran unir al mismo.

Después de cinco años de negociaciones, en febrero de 2016, las citadas naciones convinieron un nuevo marco arancelario que incidiría sobre unos 18.000 productos, además de facilitar el comercio de servicios, incluyendo los digitales, industrias farmacéutica, automovilística y textil y establecía ciertas normas laborales, con regulaciones medioambientales. Además, como señala el New York Times, al no incluir a China, estaba estratégicamente diseñado por EE.UU. y Japón, para contener la creciente influencia de la República Popular en Asia.

Lanzado en 2005 como un acuerdo comercial entre Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur. en 2008 se iniciaron las conversaciones para ampliarlo y desde el año pasado, las naciones suscriptoras estaban en procesos internos para que cada una ratificara la decisión en sus parlamentos. Al momento de la declinación de EE.UU., sólo había sido confirmado por Japón.

Con EEUU fuera, queda pendiente si el TPP sobrevivirá. Shinzo Abe, primer ministro de Japón ha dicho que no tiene sentido, mientras países como Nueva Zelanda o Australia buscan fórmulas para continuar con una versión modificada del mismo. El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, por su parte, firmó su acta de defunción al señalar que “tal como lo conocemos, el TPP queda cancelado” y, por consiguiente, el proyecto respectivo ya no se enviará al Congreso, pero no descartó “pensar un escenario distinto, aunque con un TPP sin EE.UU., ya no sería el TPP”.

Dadas sus características, el TPP tenía en Chile una fuerte oposición de parte de sectores que lo veían como un instrumento que favorecía desproporcionadamente los intereses de EE.UU. La determinación de Trump, empero, aleja esas críticas y permiten al Gobierno iniciar un plan alternativo que, según Muñoz, consistiría en fortalecer la Alianza del Pacífico y generar más comercio abierto e integración en la región del Asia Pacífico. En los hechos, en marzo próximo, en Viña del Mar, los países del acuerdo se reunirán para analizar la determinación de Trump. Asimismo, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Singapur han estado en contacto para ver alternativas a seguir.

El TPP tuvo como uno de los elementos centrales “construir las reglas del comercio global del siglo XXI”, por lo que los gobiernos estiman que habría que esforzarse por rescatar lo negociado. Para Muñoz, los intereses de Chile en el TPP estaban “balanceados” y era “ventajoso”, pues se habían obtenido beneficios importantes, resguardando nuestros sectores sensibles. Chile, además, ya tenía acuerdos previos de libre comercio con las 11 naciones firmantes, entre ellas, EE.UU., por lo que pareciera que el impacto de la decisión sería limitado, a no ser por el golpe que un comercio exterior más trabado tiene sobre nuestro actual lento ritmo de crecimiento. Por lo demás, es por ese bajo desempeño y la necesidad eventual de tener que recurrir a más deuda fiscal la que ha hecho que Fitch y S&P redujeran la calidad del riesgo de Chile desde “estable” a “negativo”, hecho que obliga a la autoridad económica nacional a centrarse aún más en una consolidación fiscal gradual, mejorar el clima de confianza y aumentar la inversión.

Para los “trabajadores norteamericanos”, en tanto, la medida de Trump no es nítidamente favorable, pues encarecerá muchos productos por motivos arancelarios. En efecto, el multimillonario empresario mexicano, Carlos Slim, buscando bajar la tensión bilateral ha dicho que Trump es un “negociator”, y no “un terminator”, y cree que éste no es un presidente anti libre comercio, sino uno que defiende los intereses de su país, razón por la que advirtió a las autoridades mexicanas a ser firmes en estas relaciones.

Por lo demás, en la historia de EE.UU. ha habido corrientes anti importaciones (especialmente desde Gran Bretaña) desde su pasado colonial y antes de la revolución americana y el Boston Tea Party. El proteccionismo americano es historia vieja, tal como su tendencia al aislacionismo, en una nación que, con 50 estados federales, es un continente resumen del mundo, por su diversidad de nacionalidades, razas y culturas fundantes, a pesar de Trump y sus asesores.

Lo curioso es que la determinación respecto del TPP, cuidadosamente articulado por años por las administraciones de Obama, deja a la socialista China vía libre para liderar acuerdos comerciales hacia todo el mundo, en especial América latina, África, Asia Central y Europa, a través de la Nueva Ruta de la Seda, vía de transporte ferroviario que unirá los puertos del Pacífico, en el Lejano Oriente ruso y chino y los puertos marítimos de Europa.

Paradojalmente, luego de décadas de aislamiento bajo la égida de Mao Tse Tung, hoy es Pekín el país que más cree en el libre comercio, no sólo invirtiendo en mega estructuras de transportes sino, aboliendo, paulatinamente, barreras legales y económicas. En el reciente Foro Económico Mundial de Davos, el presidente de China, Xi Jinping, defendió con vigor la globalización e integración comercial mundial, razón por la que no sería de extrañar que, luego que EE.UU. le dejara el campo libre, sea China quien lidere otros acuerdos regionales de acuerdo a sus intereses.

En el ínterin, como Slim -quien cree que Trump tiene “sentido común” y es un “negociador inteligente” que finalmente se ajustará a la realidad- hay quienes sostienen que no se puede descartar que EE.UU. decida finalmente, salir de su aislacionismo. De hecho, el multimillonario mexicano cree que si Trump logra que EE.UU. crezca al 4%, su mayor actividad será beneficiosa para México. Pero la tendencia aislacionista no es un solo un fenómeno de EE.UU. También en Europa los movimientos nacional-populistas ganan terreno con un discurso pro empleo, basado en la ruda simpleza del argumento antiinmigración.

La economía mundial está aún desacelerada, pero el proteccionismo le hace aún más mal a naciones pequeñas como Chile, para las que, un mundo abierto, con reglas claras, es indispensable para su desarrollo. Como se señalara en Celac, probablemente quienes pensaban que las tendencias a la apertura del comercio, la inversión y movilidad de capitales y personales eran inquebrantables, subestimaron la “angustia y rabia” de amplios sectores de países desarrollados que ven dicha globalización como la causa de todos sus males.

El mundo hoy, empero, es más complejo. Las cadenas de valor de las mega empresas se extienden a través del orbe y nuevos productos, bienes y servicios, surgen aleatoria y diariamente en naciones desarrolladas o en desarrollo. La posición radical de Trump puede, pues, afectar a 325 millones de consumidores de EEUU, a los que esos productos se les encarecerán. No es casualidad que los CEO’s de Google, Apple, Facebook, Netflix y otras corporaciones digitales mundiales, salieran a criticar la decisión anti inmigración de Trump, recordándole que con el decreto en operación en los 90 “no existiría Apple”, cuyo fundador, Steve Job, era hijo de un sirio.

Reorganizar un nuevo TPP sin EE.UU., incluyendo a Indonesia o, incluso, a la propia China, como parece buscar Australia, Nueva Zelanda, Singapur, México o Perú, es una tarea con enormes barreras geopolíticas que postergarán por años dicho propósito. Japón ha señalado que un TPP sin EEUU “desequilibra la balanza entre intereses fundamentales”. Para Tokio, invitar a China a la mesa del TPP supone un elevado riesgo estratégico, debido a su enorme peso y a una posible reformulación de las reglas comerciales acorde con sus intereses.

El Gobierno chino hasta hoy no ha aclarado su postura sobre el TPP, al tiempo que ha realizado esfuerzos paralelos para aumentar su presencia económica y comercial en la región a través de la Asociación Económica Regional (RCEP) y la zona de libre comercio en Asia-Pacífico (FTAAP). Ahora podría estar ante el escenario perfecto para ocupar el vacío dejado por Washington.

Así y todo, no habría que descartar que EEUU se convenza finalmente de salir del aislacionismo al que parece querer llevarlo Trump, aunque bien podría encontrarse, entonces, con que el orden mundial instalado por el consenso entre las potencias occidentales, tras la II Guerra Mundial (FMI, Banco Mundial, el GATT), ya no sea tan relevante como el que China pudiera haber construido en el lapso de tribal y burdo proteccionismo impulsado por el empresario inmobiliario.

 

 





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