Attilio Cremonesi: “Cuando terminemos Las bodas de Fígaro, nos tiene que faltar al aire”

El director italiano conducirá a la Filarmónica de Santiago en la presentación del clásico de Mozart. Aquí habla de las dificultades de la obra, de cómo la política de entrelaza con las partituras y del sentido de urgencia que debe tener la interpretación. “Si terminamos así como ‘qué lindo, ¿nos tomamos una cerveza?’, algo no fue justo”, advierte.

El director italiano conducirá a la Filarmónica de Santiago en la presentación del clásico de Mozart. Aquí habla de las dificultades de la obra, de cómo la política de entrelaza con las partituras y del sentido de urgencia que debe tener la interpretación. “Si terminamos así como ‘qué lindo, ¿nos tomamos una cerveza?’, algo no fue justo”, advierte.

Attilio Cremonesi, director italiano, está sentado dando la espalda a los ventanales de la Sala Arrau del Teatro Municipal de Santiago, moviendo los brazos y repasando una y otra vez el sexteto “Riconosci in questo amplesso”, uno de los pasajes de Las bodas de Fígaro. A ratos se para y conversa con los cantantes, pero en realidad es el director de escena Pierre Constant quien lidera este ensayo en particular. Casi nunca logra permanecer en su silla: va y viene, toma a los cantantes por el brazo y, si es necesario, se tira al suelo o se recuesta en un sillón para mostrarles lo que deben hacer. Sentado, Attilio Cremonesi lo observa, como si estuviera imaginando el modo en que se verá esa escena en la sala principal del Municipal.

“Mozart es un genio que escribió una música tan excepcional, que uno siempre piensa que va a ser como lo imaginó, pero nunca es así, siempre es diferente. Es impresionante”, dice Cremonesi, unos instantes antes del ensayo, en uno de los salones del teatro. Todavía está en la etapa de la imaginación: una nueva versión de la ópera que Mozart escribió junto a Lorenzo da Ponte se presentará a partir del 14 de junio en la sala de calle Agustinas.

En el elenco internacional, los roles centrales serán para la soprano estadounidense Angela Vallone (Susana), el barítono ucraniano Igor Onischenko (Fígaro), el barítono chino Zheng Zhong Zou (Conde de Almaviva) y la soprano bielorrusa Nadine Koutcher (Condesa de Almaviva), los cuatro que justamente reciben instrucciones de ambos directores.

Ni el Municipal ni Mozart son terrenos desconocidos para Cremonesi, que estará al frente de la Filarmónica de Santiago en cada una de las funciones. Hace pocas semanas, dirigió uno de los conciertos de la temporada de la orquesta y Mozart es uno de los compositores que ha abordado a lo largo de su carrera, iniciada con estudios en Piacenza y Basilea y que registra años como asistente del belga René Jacobs.

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Las bodas de Fígaro, dice Cremonesi, tiene algunas características especiales: “Yo se lo he dicho a los cantantes y a la orquesta, que si uno piensa en las tres óperas con Da Ponte –Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Cosi fan tutte-, una de las características importantes de ésta es su sentido de urgencia. Como que todo tiene que pasar en dos horas, entonces ya desde el principio de la obertura es como un presto, con una orquesta que suena como si fuese un viento. Sin que nos demos cuenta, ya estamos en medio de un motor que no para nunca: continúa, continúa y continúa hasta el final”, explica en un español italianizado, moviendo las manos, abriendo mucho los ojos, subrayando cada palabra.

“Es una ópera increíblemente intensa. Don Giovanni y Cosi fan tutte son muy intensas también, pero es otro tipo de intensidad. Don Giovanni es un drama jocoso, tiene las dos cosas juntas. En Cosi fan tutte, Da Ponte y Mozart estaban buscando una intención más filosófica sobre la vida, entonces la música y las arias son diferentes. Las bodas de Fígaro tiene una urgencia desde la primera nota y eso es muy importante para mí”, añade.

En lo musical, ¿qué es lo más difícil de esta ópera?

Eso, justamente. Creo que los músicos tenemos que terminar jadeando, que nos falte el aire. Esa es mi idea. Si terminamos así como… (se echa para atrás, con los brazos en la cabeza) “ah, qué lindo, ¿nos tomamos una cerveza?”, es que algo no fue justo. Se puede hacer con otras óperas, pero no con ésta. También hay que pasar ese mensaje a los cantantes. Da Ponte y Mozart eran dos genios, entonces el libreto y la música están llenos de todos los colores, entre el piano y el fortísimo, el llorar y reír. Todos esos detalles tienen que estar en el justo lugar, pero siempre con esta sensación de que hay alguien atrás que te empuja, que te hace así en la espalda -dice, manoteando su propio cuerpo.

Si uno lo hace con ese fuego, para la orquesta, Mozart escribió cosas bastante complicadas. Él es como un reloj suizo, empieza y tiene que andar perfectamente. No hay un momento en que uno pueda decir “bueno, ahora me voy a esconder un ratito y después vuelvo”. No es posible, se necesita la intensidad de todos los músicos, todo el tiempo.

Las bodas de Fígaro es una de las óperas más interpretadas en todo el mundo. ¿Por qué se vuelve siempre sobre esta ópera?

Es una pregunta que se podría hacer también por La traviata o por Aída. En la historia de la música hay un número no demasiado grande de óperas geniales y hay un gran número de otras óperas. Las más geniales son las que la gente conoce, que fueron grabadas muchísimas veces, entonces la gente conoce los temas. Es más simple hacer una ópera como ésta de Mozart, por ejemplo, que hacer una de Haydn, que fue un grandísimo compositor, pero hay poquísima gente que conoce sus óperas. Son obras de un genio diferente, pero digamos que en los últimos 150 años nunca llegaron a ser tan famosas como las de Mozart. Puede que haya una grabación integral con todas las óperas de Haydn, pero ¿cuántas integrales tienes de Mozart? Por eso se vuelven a hacer las mismas obras.

A mí me interesa mucho, por ejemplo, hacer obras de compositores que hoy consideramos secundarios, pero que en su tiempo eran tan famosos como Mozart o incluso más. Así, tenemos una sensación más clara de qué se tocaba en la época y de lo genial que podía ser un compositor como Mozart, porque había un nivel muy alto, pero cuando llegaba él, estaba todavía más alto.

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Las bodas de Fígaro es una ópera escrita en el siglo XVIII y en Europa. ¿Qué le dice al público que la verá en Santiago de Chile, en 2017?

Bueno, lo mismo se podría preguntar en Europa, ¿por qué se hacen todavía? Yo creo que a partir de un momento, hubo una especie de desconexión entre los compositores y el público. Los compositores empezaron a irse por un camino y si el público no los siguió, era problema del público. El público no tuvo nunca realmente la chance de hacer el mismo camino tranquilo que estaban haciendo los compositores, entonces llegó un momento, con Stockhausen y otros de esa época, en que a veces la música y el ruido eran iguales. Yo tengo grabaciones de Stockhausen con un helicóptero, con una lavadora… esas eran las cosas en los años 50 y 60, pero el público no podía seguirlas y se quedó con las que más quería escuchar. Eso no ha cambiado mucho.

No creo que se trate de algo en Sudamérica o Santiago, es algo general en el mundo. Uno se pregunta, ¿por qué? La música y la historia son geniales, pero el lenguaje… yo soy italiano, pero leo este libreto del siglo XVIII y hay palabras que nosotros no utilizamos hace bastante tiempo. La música también cambió en ese sentido. Pero bueno, la actualidad de Las bodas de Fígaro es la de todas las obras. Los sentimientos que vuelven siempre son el amor, la traición… son los temas más importantes.

En Las bodas de Fígaro también se puede hacer una lectura política, ya que representa diferencias entre clases sociales. ¿Qué importancia tiene eso para usted?

Yo no puedo hacer muchísimas diferencias, porque están escritas en la música. Yo voy a tratar de hacer el máximo para exagerar estas diferencias. Lo más importante y lo más difícil es algo que ni siquiera para los italianos de hoy sería tan simple: el tipo de italiano que hablan los personajes. El conde y la condesa hablan un italiano más elevado que los otros, que hablan un italiano más simple, más popular. Si uno no conoce esa sutileza, no puede saberla. Por ejemplo, hay momentos en que el conde habla con Fígaro y, con un tono irónico, le dice “usted, señor”. Si uno lo toma así, es un error, porque ¡el conde nunca habría hablado así con el Fígaro! Ahí hay un sentido irónico. Eso es lo complicado, porque los cantantes, el director de escena, todo el mundo tiene que conocer muy bien el idioma, no solo el libreto. Esta mezcla de lenguajes, más bajo, más alto, es genial, pero solo se puede entender si está la idea de las clases sociales, de la política. Están escritas en el lenguaje.

Programación

Las bodas de Fígaro se presentará el 14, 16, 17, 19, 20 y 22 de junio en el Municipal de Santiago, siempre con la Filarmónica y el Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornick.

En el elenco estelar, los roles principales serán interpretados por Patricio Sabaté (Conde), Paulina González (Condesa), Javier Weibel (Fígaro) y Patricia Cifuentes (Susana). Entradas y más información en este enlace.





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