Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


Escritorio

Clasificatorias a Rusia 2018: Un final amargo

Ha sido un final amargo y triste pero que nos otorga una oportunidad única de reconstrucción. Lo que viene ahora involucra a todos los actores del fútbol chileno y es importante ser muy responsables en la toma de decisiones.

Francisco Cárdenas

  Jueves 12 de octubre 2017 5:58 hrs. 
000_ta3fm

Compartir en

La derrota por 3 a 0 contra el seleccionado brasileño terminó sentenciando la suerte de la Selección Nacional que finalmente quedó eliminada de la competencia internacional en Rusia. Algunos dirán que fue por diferencia de goles, que si hubiéramos anotado un gol más hubiéramos clasificado, que estuvimos muy cerca. Pero los que conocemos este deporte sabemos que frente a los brasileños no tuvimos ninguna opción real de ganar el partido y únicamente esperamos los resultados ajenos con la esperanza de una combinación favorable. Porque no se trataba de anotar un gol en el último minuto (que lo hubiéramos celebrado igual) sino planear un partido con los jugadores y esquema correcto desde el comienzo y en eso fallamos totalmente. Lejos quedó la presión alta y valiente, el esfuerzo colectivo inteligente, la fortaleza, fiereza y lealtad en la disputa. Frente a Brasil volvió a verse esa versión abúlica de los últimos meses. No hubo respuesta colectivas ni individuales y frente a un equipo de esa categoría terminó siendo imposible.

En todo caso la clasificación no se perdió solamente en Sao Paulo se perdió contra Paraguay en Santiago y contra Bolivia en La Paz y mucho antes, a lo largo de una disputada clasificatoria donde el combinado nacional nunca pudo encontrar su mejor versión ni emular lo mostrado en competiciones anteriores. Los nombres podían ser los mismos pero lo que los inspira a jugar cambió radicalmente y terminó siendo determinante. Si bien durante la Copa Confederaciones lograron elevar el nivel colectivo y volver a ser competitivos llegando hasta la final, la derrota contra Alemania hizo evidente una ruptura en la forma y en la entrega y parece que nadie pudo recomponerla a tiempo.

Juan Antonio Pizzi y su equipo técnico han concluido su contrato y no debe haber más discusión sobre el final del actual proceso. Quedará en el recuerdo la Copa América Centenario, que nos regaló el mote de bicampeones, pero también su manifiesta dificultad para gobernar un plantel triunfador y motivar su superación pese al éxito ya alcanzado. Una farra gigantesca que nos regresó a una época oscura y olvidada por elección.

La Selección necesita ahora un entrenador capaz y dedicado que forme y de herramientas a una nueva generación de jóvenes talentosos. Que sea capaz de gestionar y aprovechar lo producido por estos años de triunfos y grades transformaciones, que sepa mezclar el talento de los jugadores maduros con el deseo y desenfreno de los menores y que sea capaz de motivar y enfocar a las figuras en los objetivos grupales y en pos de ellos, sacarles el mejor rendimiento. El trabajo con las selecciones menores sigue siendo una deuda pendiente y es fundamental que el nuevo entrenador asuma responsabilidades también en ese sector. Debemos volver a ser humildes, creativos y tremendamente profesionales.

Y aunque muchos quieran tirar piedras y emitir castigos, acá no se trata de retirar ni tachar de la lista a ninguno. Sabemos que en el fútbol las ganas de participar provienen de las motivaciones que los jugadores puedan encontrar y de la sensación de pertenencia e importancia dentro del proyecto. Lo que si es complicado es que este mismo grupo pueda seguir jugando junto, pero eso sucede en todos lados y es el recambio natural que produce el paso de los años. Insistimos, no es un asunto de edad sino que en el último tiempo uno nota que la ausencia de una idea más grande y colectiva que amalgame los deseos y energías de todos los jugadores, terminó jugando en contra y atentando contra el objetivo principal. Por eso la necesidad de revisar y modificar se hizo urgente.

La historia no permite engaños. Acostumbrados a auto sabotearnos, los chilenos borramos con una mano lo que escribe la otra. Porque no debemos olvidar que para ganar algo, primero se limpió el fútbol, se utilizó austera y responsablemente el dinero, se contrato un entrenador de primer nivel como Marcelo Bielsa, se le brindó el apoyo necesario, se formó y enriqueció a un montón de jugadores, crecimos, elegimos un rumbo y un estilo y supimos perfeccionarlo hasta sentirlo propio. Fue una época dorada en el sentimiento del hincha y un triunfo de la nobleza y la dedicación. Después, la búsqueda del éxito encegueció a muchos, buscaron el camino fácil y la ambición de algunos (los de siempre) terminó destruyendo lo construido. Entonces pusimos piloto automático y eso nos alcanzó para obtener los mayores triunfos de nuestra historia. Pero dejamos de profundizar y trabajar y nos acabamos lo sembrado. Por esto, la actualidad amerita una reinvención del proyecto deportivo y para ello necesitamos políticas deportivas eficientes y autoridades responsables que pongan al deporte y al fútbol como un interés público.  En este sentido, no deja de ser llamativo que, según las encuestas, quien fuera fundamental en la salida de las autoridades y cuerpo técnico que iniciaron ese crecimiento y con ello responsable directo del fin del mejor proceso deportivo del país, pudiera ser el próximo Presidente de la República. ¡Vaya si somos extraños y desmemoriados!

Ha sido un final amargo y triste pero que nos otorga una oportunidad única de reconstrucción. Lo que viene ahora involucra a todos los actores del fútbol chileno y es importante ser muy responsables en la toma de decisiones. Ya es definitivo, la “generación dorada” no pudo clasificar a Rusia 2018 pero nos ha marcado un camino a seguir, un ejemplo de cómo deben hacerse las cosas si queremos volver a tener buenos resultados. Lo primero es el proyecto, la convicción en el objetivo y la planificación del camino para lograrlo. Después elegir al cuerpo técnico idóneo y dotarlo de todos los elementos y capacidades necesarias para trabajar con tranquilidad. Finalmente convencerse y apoyar desde todas las trincheras para que nuestro fútbol siga creciendo y pronto volvamos a encumbrarnos junto a los mejores. El tiempo cura todo y esta no será la excepción. Lo único imperdonable sería no haber aprendido la lección.

Síguenos en