En la noche de este lunes falleció el músico uruguayo Daniel Viglietti (Montevideo, 1939), mientras era sometido a una intervención quirúrgica.
El cantautor, de 78 años, se había presentado el pasado 16 de octubre en el Teatro Nescafé de las Artes y en el marco de esa actuación, visitó los estudios de Radio Universidad de Chile para una conversación en la que se refirió a diferentes temas.
La entrevista, que a la postre sería una de sus últimas apariciones públicas, se realizó en la mañana del pasado jueves 12 de octubre, en la primera edición de Radioanálisis, conducida por el periodista Patricio López. Estos son los principales pasajes del diálogo y el audio completo se puede escuchar acá.
El vínculo con Chile
Chile es una referencia muy importante en mi memoria afectiva desde hace mucho tiempo y siempre que retorno, no todas las veces que quisiera, pero ahora se ha dado después de bastante tiempo, siempre siento una respuesta cariñosa, solidaria de la gente, sincera. Eso le importa al cantor, porque son los oídos receptivos del otro lado de la canción los que le dan sentido a lo que uno hace, le dan camino a la ruedita modesta, pero sin embargo tenaz, que es el canto popular o el nombre que quiera dársele, porque mirá que hemos tenido nombres.
Me hubiera gustado traer ya un disco nuevo, pero no ha salido todavía. Planeando un trabajo nuevo se me ha ocurrido dejar atrás una cantidad de denominaciones que no las inventó uno, pero que vinieron, y llamar a lo que uno hace canciones humanas. En un mundo con tantos rasgos de inhumanidad, que pueden ir desde el bombardeo de aparatos no tripulados sobre poblaciones indefensas, civiles, so pretexto de investigar dónde hay armas químicas, todo eso indefendible que ha pasado en Irak, Afganistán, Siria, todas estas guerras terribles; bueno, es algo que nos choca, nos duele, entonces la canción, que no puede solucionar nada, porque es muy frágil, sin embargo yo creo que como un instrumento de una cultura puede ir esclareciendo, encendiendo chispitas en la oscuridad.
Cuando en el año ‘61 escribo esta canción (“Canción para mi América”), ya llevaba unos cuatro años de camino como cantor. Puede sorprender un poco esa relación temática con lo indígena, porque en Uruguay el exterminio fue brutal frente a etnias indígenas que no alcanzaron un desarrollo tan fuerte o intenso como en otras áreas de América Latina, pero existían los charrúas, los chanaes, los arachanes. El exterminio fue muy cruel, entonces es de esa situación que surge la necesidad, en mí, de expresar esa búsqueda de lo indígena. Dar la mano, ayudar a la causa indígena e ir descubriendo, con el paso del tiempo -son muchas décadas desde que hice la canción- que son los indígenas los que nos dan la mano a nosotros, los que no lo somos. Nos dan la mano de sus luchas, de su afirmación de identidad. Sabemos de toda la resistencia. Aquí en Chile, por ejemplo, es notoria la situación del pueblo mapuche, compartida con zonas de Argentina.
Para ir al origen de mi relación con Chile, me llegó un rumor de que (la habían cantado) los hijos de Violeta Parra. A ella la conocía por algunos pequeños discos que habían llegado a Uruguay y me había fascinado su trabajo de recolección, aparecían esas canciones que ella recogía de intérpretes campesinos, todo eso. Y de pronto los hijos de Violeta han cantado una canción tuya en Chile. Gran sorpresa, porque había mucha incomunicación entre los chilenos y los uruguayos.
Cuando vengo a Chile, en el ‘65, vengo integrando como suplente un coro para una obra que se iba a hacer en el Festival de Coros de Viña del Mar. Esa situación casual, prácticamente, hace que una vez terminado el festival en Viña yo me venga a Santiago, a la calle Carmen 340, y me encuentre en un mediodía, algo así, nada menos que a Violeta en su sencillez, en su franqueza, en su carisma. Estaba con un plato de sopa y nos pusimos a charlar. Desde el comienzo ella ya tenía la capacidad de acercarte ideas, de aconsejar de alguna manera, con mucha apertura, hablando de la canción, y a través de ella inmediatamente trabé contacto con los hijos, que se volvieron muy amigos míos. A Ángel e Isabel los frecuenté mucho en ese y otros viajes y allí es que nace mi relación con Chile, a través de la versión de ellos de esa canción (“Canción para mi América”), una excelente versión. Me es muy duro ahora nombrar a Ángel, que se nos ha ido, pero siempre he sentido que el dúo es un tercer personaje. Cada uno vale por sí mismo, pero hay un tercer artista que es el dúo y es uno de los dúos, realmente, valiosísimos de América Latina, cuando han ejercido su duplicación, que no ha sido siempre. En aquel momento yo tuve la suerte de que cantaran “Canción para mi América” y más adelante que cantaran “A desalambrar”, que es otra de mis canciones más conocidas y la hice en el ‘66. Más adelante también tuve el privilegio de que cantaran “Por todo Chile”.
También alguna vez visité a Violeta Parra en la Carpa de La Reina, ahí fui con Ángel alguna vez, me acuerdo clarito. No le fue fácil el camino a Violeta, como se sabe, eso está expresado en los libros que trabajó muy profundamente Isabel, en la película que también hizo Ángel. La lucha fue dura para Violeta y ella tuvo un tesón, una pasión de cantar y compartir la canción, de vivir la relación con el pueblo como una criatura que tenía que alimentar y desarrollar. Esparció una semilla increíble, porque tenía un talento muy especial y su música, con tantas raíces que venían del folclor, era original de todas maneras y su letras tienen momentos maravillosos. Cuando me preguntan cuál es mi canción preferida de Violeta, yo digo “Volver a los 17”. Una canción como esa tiene una gracia, está tocada por una cosa muy especial de esta mujer tan creativa, siempre desbordándose de sí misma. Cuando digo desbordándose, también me acuerdo de sus bordados y arpilleras, de su trabajo como artista plástica, y vuelvo a decir la importancia del trabajo de recolección que hizo Violeta.
Bolivia y el Che
Irrumpió una invitación que de alguna manera fue como un cortecito en mi presencia en Chile, que fue ir a Bolivia, porque había una fecha emblemática, como todo el mundo sabe, o si no lo sabe un niño que escuche esto: había un hombre que se llamaba Ernesto Guevara, que quería cambiar el mundo incluso para que fuera más justo con los niños y luchó y dio la vida por eso. Cayó, yo siempre digo, como caen las semillas. Eso ha pasado con el Che, ha pasado con Camilo Torres, con Carlos Lamarca en Brasil, con Miguel Enríquez aquí y nada menos que con Salvador Allende, seres que caen y caen como semillas, no son una caída elemental sino que son una siembra.
Saltamos a Bolivia, a lo que fue todo ese encuentro en La Higuera, allí donde fue capturado y luego asesinado Ernesto Che Guevara, toda una operación montada por los poderes de siempre, por los poderes que se sabe que vienen de la CIA, de los intereses de Estados Unidos, de terminar con el ejemplo de alguien que se revelaba con una coherencia consigo mismo. Lo que pensaba, él lo hizo. Ahí fue una multitud de gente y se mezclaron las generaciones, porque yo había estado hace diez años en una ceremonia similar de otro aniversario, pero ahora se desbordó el lugar, fue una cosa imponente. Vino este presidente emblemático para hablar del hoy por hoy, no solo hablar de historia. Vino Evo Morales, intervino, estuvo muy presente y cuando uno piensa en estas experiencias de progresismo, de socialismo, con sus avances e imperfecciones, uno se da cuenta de que América Latina también ha vivido de los sacrificios que ocurrieron, que nada fue en vano.
Uruguay, el Frente Amplio y la renuncia de Raúl Sendic
Fue un golpe muy amplificado por el lente de ciertos medios de comunicación. Hubo cosas que ocurrieron y es de lamentar que hayan ocurrido, pero nunca con la dimensión que se les ha dado cuando se habla casi de una conmoción nacional. No es el caso.
Lo que ocurrió con el hijo de un guerrillero histórico, que fue Raúl Sendic, dio fruto también a toda una manipulación en la información internacional, una visión muy exagerada de algo que era bastante nimio, que no tendría que haber ocurrido. Fue un descuido, una ingenuidad, un mal manejo de ciertos pasos que dio el vicepresidente, pero él tuvo la claridad de renunciar y de hacer sus planteos. Creo que el tiempo irá desentrañando. En este campeonato de las corrupciones que está ocurriendo en América Latina, realmente hay cosas terribles que no son comparables, para nada. Yo creo que el camino sigue, que el Frente Amplio ya ha hecho su propio proceso interior con todo esto y ahí ha estado presente el propio Raúl Sendic para hacer sus descargos. Y bueno, la historia continúa.
Ya estamos en un tercer ejercicio, entonces también hay que pensar que un nombre emblemático como el de Sendic, algo histórico muy fuerte, porque fue uno de los fundadores de los Tupamaros, el tratar de complicar ese nombre histórico también fue parte del asunto. El futuro irá aclarando todo esto.
En el tercer ejercicio que estamos viviendo de gobierno frenteamplista, por supuesto que hay problemas, hay desafíos y cosas en las que se avanza y cosas que se demoran. En materia de Derechos Humanos habría que hacer mucho más de lo que se ha hecho. Los DD.HH. y la lucha contra la impunidad son mi bandera. Cuando me preguntan en qué sector político me ubico, yo digo que en el reclamo que estamos haciendo por los detenidos desaparecidos. A veces puedo llegar a decir, no solo en mi país sino en muchos países, que los gobiernos éticos son los de los familiares de desaparecidos. Ese es un proceso en el que siempre soy solidario, siempre participo y con mi palabra. Cuando salgo al exterior, reafirmo esto.
Los gobiernos progresistas en Latinoamérica
Aquí en el continente no estamos frente a una guerra física, afortunadamente, y esperemos que no ocurra, pero son los misiles de la comunicación. Hay una operación de funcionamiento de los medios de comunicación, con honrosas excepciones. Estoy hablando de una de ellas cuando estoy en esta radio, pero en general hay todo un operativo de desinformación, de intoxicación, de ataque a los frentes populares, a los ritmos que tengan de progresismo, desde el progresismo tímido, un poquito balbuceante, a movimientos más fuertes e intensos. Yo creo que esta guerra es grave. Aunque no es comparable con la guerra que hiere los cuerpos, es la guerra que aliena las almas de la gente, las ideas, que confunde.
Los ciclos a veces son penosamente largos, pero los pueblos van desentrañando de a poco cuál es la verdad en todo esto y yo manejo un optimismo que no tiene nada que ver con una cosa mística, sino racional, de que vamos no a retomar todo lo anterior, porque hacer fotocopias del pasado sería inconducente, pero vamos a retomar nuevas formas para seguir avanzando. Las nuevas generaciones, los muchachos de 15 ó 20 años, los estudiantes, trabajadores, campesinos, van a ir amasando el pan de nuevos caminos, de nuevas búsquedas frente a esto que ya es insoportable, toda esta deuda externa eterna que sufren nuestros países con los imperios, con los centros. No solamente los yanquis y esta cosa grotesca y peligrosísima de Trump, sino también con los poderes dentro de Europa, que también juegan su rol.
Yo creo que hay que pensar en el trabajo que haga cada uno en su frente. Yo con un pedazo de árbol, como los jacarandá que he visto estos días por las calles de Santiago, con una guitarra; otros con un micrófono, otros con una cámara, otros con el rol que juega una universidad como esta o como otras universidades públicas. Así como denuncio y digo esto de los misiles, señalo que el antídoto frente a eso es la educación, un campo fundamental. Para eso, hay que conseguir apoyos y tenemos que salir del desequilibrio infame de que los ejércitos tengan más apoyos económicos que los ministerios de Educación, que es casi una constante en América Latina.
El último concierto en Santiago
Es una ocasión de que haga un recorrido y que a la vez desalambre el repertorio. Hay canciones que son ineludibles, como esa que menciono, pero también que pase por otras etapas del canto hasta el hoy por hoy y en un ambiente en que todo se escucha, que permite una sutileza en el trabajo que es muy característica de los recitales así y que no excluye mi trabajo de tantas veces frente a públicos masivos, actos al aire libre. Esto permite un contacto muy personal con el oyente y me gusta hacer ese trabajo.
Ojalá muchos vengan a descubrirme. Están los que ya me conocen y siento ese aprecio. Se me acercan y me dicen “yo me llamo Ana Clara por tu canción”, “yo me llamo Martina por tu otra canción”, pero también me importa muchísimo el que venga con los oídos vírgenes, a ver qué pasa con este uruguayo que está cantando estas canciones. Eso me importa mucho.