El fantasma de la abstención rondaba cada uno de los comandos y sedes partidisticas. Los resultados de participación de la elección presidencial de 2013, donde el 59 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto decidieron marginarse del proceso, no auguraban una buena jornada, menos teniendo como antecedente la paupérrima participación en las Municipales de 2016, donde la cifra de marginación subió al 65 por ciento del total del Padrón Electoral chileno.
El resultado no fue muy diferente: aproximadamente un 55 por ciento del padrón electoral no quiso asistir a las urnas este domingo 19 de noviembre, consolidando a Chile como el país del continente con menos participación electoral, tal como ya lo habían señalado los números de Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA). Esto, pese a que durante la tarde de este domingo, el director del Servel, Raúl García, declarara que “probablemente” se revertiría “esa tendencia de abstención que habíamos tenido en elecciones pasadas”.
Sin duda existen muchos análisis que abordan el fenómeno. Algunos sitúan la crisis de la democracia como la consecuencia del cambio de votación obligatoria a la voluntaria. Sin embargo, al menos para analistas como Mauricio Morales, esto sería desconocer que antes del cambio de norma en Chile ya existía un sesenta por ciento de la población que no participaba o anulaba su participación electoral. Otro de los factores planteados dice relación con los cambios a la propaganda electoral, normativas que entraron en vigencia por primera vez y, que en concreto, reducen los espacios de propaganda electoral y restringen los procesos de financiamiento, lo que según algunos análisis impactaría en el alcance de los comicios.
Estos no son los únicos factores que explican la apatía: la desconfianza en las instituciones, el desencanto de la política tradicional y partidista, la falta de credibilidad de la ciudadanía hacia los parlamentarios y autoridades; además de los episodios de corrupción que marcaron gran parte de los últimos tres años, forman parte del mismo análisis.
En 2006, cuando se discutía el paso de un sistema obligatorio a uno voluntario, el cientista político Patricio Navia escribía sobre los costos y beneficios del ir a votar, en el análisis exponía lo que diversos autores plantean detrás de la decisión de sufragio, siendo la evaluación de los costos versus los beneficios uno de los principales argumentos para tomar una u otra posición.
En concreto y con un padrón electoral que según el Servicio Electoral se aproxima a los 14 millones 300 mil habilitados, solo el cuarenta y cinco por ciento de ese número, seis millones quinientas mil personas, acudieron a las urnas, el otro 55 por ciento prefirió, por una razón u otra, no participar.