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“Glad con suerte” y ciclos económicos


Miércoles 10 de enero 2018 7:45 hrs.


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Los derechistas parecen ser tipos suertudos, a quienes la vida le sonríe y la naturaleza les apoya.

¡Mire usted si no es así!

A Bachelet, en su primer gobierno le tocó la crisis “subprime”, una de las más formidables de la historia, que se llevó buena tajada del PIB de EE.UU. de Norteamérica y de acá, junto a  los fondos de sus trabajadores, también de Europa y de América Latina. Luego, para rematar, le azota un terremoto. Para abundar, en su segundo período le toca la baja total del ciclo económico de las materias primas, con lo cual se le chingaron, en buena parte,  las reformas y, finalmente, hizo que la gente votara por la derecha (las depresiones económicas son grandes decapitadores de gobiernos), resentida por la caída de los ingresos en las familias. Los precios de las materias primas suben ahora, justo cuando se repite la derecha en el poder.

A Piñera, en cambio, le tocó vivir la última etapa gloriosa de las inversiones mineras, recuperadas luego de la crisis subprime, le correspondió la fase reconstructiva del terremoto, lo que hace crecer un par de puntos el PIB, genera un auge en el empleo y en los ingresos y hace creer que tal suceso económico es mérito del gobierno, cuando en verdad, si Piñera hubiese hecho un real plan de reconstrucción, la economía se hubiese disparado por sobre el 6,5-7,0%.

Es decir, la diosa fortuna acompaña a la derecha, el cobre es su aliado y la seducción fantasiosa es su espada.

Ahora, debemos reconocer que los auges y caídas de nuestra economía no se deben al buen o mal manejo de nuestros cerebros numerológicos. Se deben a la demanda que el resto del mundo haga de nuestras materias primas. A Lagos lo salvó la demanda de cobre que levantó China, cuando ya llevábamos 5 años de crisis (gracias a las pésimas políticas procíclicas inventadas por Aninat y Massad. A Piñera, serán nuevamente los chinos, que relanzan su economía hacia adentro, quienes lo ponen a flote.

En fin, lo problemático es que la derecha presenta un prontuario de pasividad en el campo de la planificación nacional, que llama a alarma. Para ellos la iniciativa económica del Estado debe ser prohibida. ¿Razón?…bueno, simplemente ideológica. Y en una sociedad de desarrollo precario, el Estado es un factor de enorme empuje, si se sabe ordenar hacia propuestas futuristas; a ello se agrega el hecho que en estas sociedades, de mediano desempeño, el sector privado, por sí solo, es incapaz de hacerse cargo de los múltiples desafíos del desarrollo.

Pero la derecha sabe vender falsas grandezas y el progresismo no sabe defender una propuesta alternativa, que sí existe, pero en la cual sus viejos líderes-que se hicieron conservadores- no creen. No hablo de una propuesta socialista (eso parece que deberá esperar varias generaciones, si es que sobrevive como idea). De lo que se trata, es la formación de una sociedad democrática, participativa, capaz de excelencia en la generación de riqueza y eficiencia en la integración social. Esto último es importante pues no habrá eficiencia sin una población altamente educada y calificada en los niveles más exigentes de las tecnologías hipermodernas. Las sociedades obreras carecerán de competitividad en el futuro, serán los analfabetos del mundo. Los países que no incorporan aceleradamente ciencia y tecnología, carecerán de herramientas para librar las batallas del presente y del futuro.

Pero todo esto no existe como problema para una élite morfínica, adormilada, sedentaria y degenerada, por tanto inepta para las tareas importantes. Esta decadencia de las élites  pone en peligro a la sociedad toda, pues contamina con una pseudo cultura del tener, del exitismo inconsistente, del rentismo defraudatorio, de la corruptela premiada e impoluta, de la sandez aplaudida como virtud, de la tontera afamada, de la grosería legitimada y de la violencia prepotente, ejercida como derecho de pernada sobre una gleba obtusa y domesticada, que no le alcanzó la estatura para el mérito de ciudadanía y ahí permanece doblada hacia lo bajo, lo sórdido y lo estúpido; que acepta la mentira con más fruición que la verdad dura que les representa; que se adhiere a los objetos, a los artefactos (Parra) como la hiedra al muro, sin entender que los artefactos son las riendas que mantienen corto su andar y paralizada su libertad.

Un señor de apellido Alessandri, que acaba de ser electo diputado (Chile no mantiene monarquías pero tiene una dura élite perpetuante de dinastías en el poder), señalaba en un debate televisivo que ellos, los de la derecha, eran buenos para “hacer lucas” y que los de izquierdas eran buenos para gastarlas. Ese señor parece que nació tardíamente, pues no capta que si a cualquier viandante le hubiesen bonificado con  más de 10.000 millones de dólares-como lo hizo la dictadura con los sectores de la derecha-, riqueza ahorrada e invertida por todos los chilenos de muchas generaciones, de seguro esas personas se hubiesen convertido también en personaje bueno para hacer lucas. Lo que pasa con el resto de los chilenos es que constituyen las víctimas a los que se les expropiaron las lucas, en esa especie de asalto al “Palacio de Invierno” que hizo la derecha junto a los militares. Se apropiaron del Estado, de los ahorros de los chilenos y de cuanta propiedad quedó a su disposición.

Hago esta aclaratoria, porque hay campeones que nunca conocieron el ring y héroes que nunca participaron en reyerta alguna. Se adjudican honores que no poseen, se borran las miserias que sí poseen y pasan por la vida y por la historia, como decía un personaje rebelde del siglo XIX: “En los oscuros tiempos de la historia a los ladrones colgaban en cruces; y en este siglo de las luces, es en el pecho del ladrón que cuelgan cruces”.