Se extiende en Brasil la percepción que con la llegada de Michel Temer se ha producido un golpe de Estado en el país, pero blando. Con las mismas prácticas y objetivos de los de antaño. Y al servicio de los mismos: los regentes del poder económico. Una de las manifestaciones de este golpismo minimalista del siglo XXI serían los asesinatos selectivos. Para qué empaparse de tanta sangre, si la de los tristemente escogidos puede servir de escarmiento. Así se lee la noticia con que los movimientos sociales de Brasil amanecieron conmovidos: el asesinato de la concejala de Río de Janeiro, Marielle Franco.
Su muerte provocó desolación en el movimiento social brasileño, que por estos días está concentrado en el Foro Social Mundial, en Salvador de Bahía. Durante la mañana de este jueves se vieron dirigentes llorando por “la ejecución de una amiga”, “una compañera ejemplar y comprometida”, “una mujer valiente que no tuvo miedo de denunciar la militarización del país desde Río de Janeiro”, y otras apreciaciones similares. Tanta fue el pesar que, en un acto inédito, las actividades fueron suspendidas durante el día para realizar una marcha que recorrió con gritos de indignación las calles bahianas.
Respecto de las circunstancias del asesinato político, se sabe que este miércoles por la noche la legisladora acababa de salir de un debate y se dirigía hacia su casa en el barrio de Tijuca, cuando dos hombres armados descargaron sus balas sobre el auto en que viajaba.
Justo el pasado domingo, Marielle denunció una acción de la Policía Militar en la Favela de Acari, en Río. Según ella, los vecinos se quejaron de la violencia con la que los policías los abordaron. Ella compartió una publicación denunciando la aparición de unos cuerpos de jóvenes en una zanja.
Marielle Franco y su partido Socialismo y Libertad (PSOL), eran parte central de las críticas a la intervención militar en Río. De hecho la concejala encabezaba la comisión constituida en la cámara de Río para fiscalizar la actuación del Ejército. A los 39 años, la socióloga había alcanzado una notoriedad que iba mucho más allá de su cargo de concejala en Río. Había abrazado las banderas del feminismo y de los derechos humanos, llevó el debate electoral para la defensa de los vecinos de las favelas y presentó un proyecto para la creación del Dossier de la Mujer Carioca, compilando datos sobre la violencia de género en el municipio.
La muerte de la dirigenta ha acrecentado la amenaza de la militarización de Brasil, que no es un mal recurso poético ni una exageración. El país es hoy una pelota de rugby que botea a cualquier parte. La operación de destitución de Dilma Rousseff dio lugar al gobierno corrupto, arrinconado y sin ningún apoyo popular de Temer, alguien a quien hasta sus partidarios reconocen como un títere. Este escenario de debilidad extrema de la figura presidencial ha abierto espacio para que los militares empiecen a ocupar puestos importantes en el país, por lo que las circunstancias hacen que los más viejos empiecen a recordar con terror la larga dictadura militar que se extendió entre 1964 y 1985.
Esta situación tiene en alerta a los movimientos sociales y era uno de los temas más recurrentes en el extenso programa del Foro Social Mundial de Salvador de Bahía, pero ahora se han catalizado los análisis. Hay sectores que han sido histórico sostén de los gobiernos del PT, pero hay otros que miran con distancia ese periodo. En medio de la desunión -que todos reconocen- se coincide en que se debe volver a construir una alianza con los sectores de base, lo cual pasa, entre otros aspectos, por señalar una agenda en torno a grandes temas que saque a los movimientos sociales de su atomización temática. Si la situación política y judicial de Lula no alcanzaba a ser un elemento aglutinante, lo de Marielle Franco sí ha hecho trenzar todas las banderas en concurridas marchas en las principales ciudades del país. Al menos por algunas horas.
Ya habíamos dicho antes que acá en Brasil a casi nadie le importa lo que diga Temer. Hoy escribió en su cuenta de Twitter que “lamento este acto de extrema cobardía contra la concejala Marielle Franco (Partido Socialismo y Libertad); me solidarizo con los familiares y amigos y sigo la aclaración de los hechos para el castigo de los autores de este crimen”. Pero nadie lo escuchó: aunque la investigación recién comienza, hay firmes convicciones de que la ejecución se debe a la militarización en Río de Janeiro, de la cual el mandatario es el responsable político.