Señor Director:
Las recientes declaraciones de integrantes de la autonombrada “bancada cristiana por los valores”, dejan en evidencia, una vez más, uno de los engaños más sutiles forjado por el cristianismo: las afirmaciones religiosas, por una parte, no son susceptible de ser debatidas y, por otra, en democracia los representantes cristianos pueden y deben fundamentar sus decisiones políticas en dichas afirmaciones, ergo en debates políticos las ideas de los políticos cristianos no pueden ser cuestionadas en sus fundamentos cuando éstas se apoyan en el evangelio .
Esta falacia se encuentra tan arraigada en la sociedad chilena que si un político no cristiano criticara en un debate parlamentario, las ideas políticas de la denominada “bancada cristiana por los valores” sosteniendo que las ideas de Jesús son meras conjeturas de poco valor intelectual o que derechamente es charlatanería (más que mal, o es el hijo de un dios o es otro charlatán que ha predicado públicamente con seguidores), con seguridad se calificaría el actuar del no cristiano como antidemocrático, pues no ha respetado la autodeterminación espiritual del político cristiano.
Pero esto no es más que una falacia construida por el cristianismo para anteponer sus ideas sin que ellas sean criticadas, incluso en los lugares más íntimos de la democracia. Con ella, el cristianismo ha logrado desde establecer como mal gusto cualquier discusión sobre religión en un almuerzo familiar, hasta establecer como valor democrático que los políticos cristianos funden sus decisiones políticas en la biblia sin que se critique de manera pública su religión.
Esto no es más que un engaño cristiano, toda vez que la democracia, sin perjuicio de la libertad de cada individuo para creer o no en una religión, consiste esencialmente en la confrontación de las distintas ideas políticas, en la cual cada una de ellas se ve expuesta a la posibilidad de ser criticada en toda su extensión, desde sus fundamentos hasta su forma y consecuencia.
La bancada cristiana por los valores robustece este engaño, desde que con fuerza expondrán sus ideas políticas sobre la base de los dichos de Cristo y, con aún más fuerza, impedirán que ante ellas se elaboren de manera pública críticas anticristianas. De esta manera, con una falacia sutil, simulando aires democráticos, los cristianos expulsarán del debate político a los anticristianos, sobre la base que sus creencias religiosas no pueden ser cuestionadas y, al mismo tiempo, son los fundamentos de las decisiones políticas.
La consecuencia es un serio problema para el presidente Sebastián Piñera, que debe optar por privilegiar aquel no menor número de votantes que se encuentra sometido a la iglesia evangélica y, en menor número, a la iglesia católica, los cuales en gran parte se esfumarían como votos de ser opositora al gobierno la banca cristiana, u optar por privilegiar la integración de anticristianos de derecha.
Si bien pudiera considerarse que la respuesta para Sebastián Piñera es fácil, en cuanto es cristiano y desea contar con el mayor respaldo posible en las urnas, también se encuentra su anhelo de ser considerado como un intelectual e ideólogo de la derecha chilena, para lo cual requiere de la aprobación, al menos, de la intelectualidad de la derecha chilena, la cual es conformada de manera importante por jóvenes ateos y agnósticos más cercanos al anticristianismo, un grupo de derecha, por cierto reducido, al que le corresponderá calificar los gobiernos de Sebastián Piñera más allá de lo económico.
Durante su primer gobierno y el comienzo del actual, Sebastián Piñera optó, sin lugar a duda, por la primera opción. Traduciéndose en un gobierno de tecnócratas y creyentes, ausente de ideólogos y filósofos . De seguirse esta línea, por lo demás útil para las pretensiones de un nuevo gobierno de derecha, el segundo gobierno de Sebastián Piñera seguirá siendo in-justamente el hazmerreír de la intelectualidad chilena.
Rodrigo Andrés Arancibia Moreno
Militante de Renovación Nacional.
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