El montaje nos instala en la casa de campo de un connotado político conservador, la más segura carta de su partido para las próximas elecciones, quien invita a una joven promesa de su organización para medir sus aspiraciones, ver si es la persona indicada para pedirle ayuda con un tema específico que necesita resolver con urgencia y en el camino darle cátedra respecto a la filosofía y el ejercicio de la “política real”.
Durante poco más de setenta minutos el espectador observa la interacción entre estos dos personajes en un solo espacio. A medida que se van revelando las verdaderas intenciones de los sujetos el tempo y la tensión va cambiando haciendo pasar al espectador desde cierta distancia, a la incredulidad, a la repugnancia.
El elenco está compuesto por Carlos Kaspar y Paulo Brunetti, quien además es el productor del montaje, los mismos que presentaron originalmente esta obra en Buenos Aires y posteriormente en el teatro de repertorio latino en Nueva York. El montaje había tenido una corta temporada en teatro Mori de Vitacura el año pasado y en las actuales funciones, y en la casa de la emblemática compañía Ictus, la crítica política de la obra adquiere todo un nuevo sentido.
El viejo político expone en esta obra su propio relato acerca de lo moral y el “bien mayor”, explicitando lo laxo de los límites cuando se trata de obtener y perpetuarse en el poder. El espectador es testigo de aquella “cocina” de la que tanto hemos escuchado, del relato que ciertos personajes que han hecho de la política su profesión han construido para justificar su actuar. No es raro que frente a la convencida presentación de estos valores –o desvalores- el público reaccione con incomodas risas y con expresiones que al mismo tiempo manifiestan frustración, asombro y ciertos rasgos de familiaridad. La maquinaria del poder se manifiesta a sí misma en esta obra desde lo micro y lo macro y nos deja reflexionando sobre el poder de los poderosos, como los condiciona y los pervierte.
Lo más difícil, y al mismo tiempo atrayente, de ver “Poder Absoluto” es lo verosímil que resulta con la situación política contemporánea de nuestro país y de casi cualquier otro. Aunque inicialmente la obra no se sitúa en un tiempo y espacio definido, a medida que vamos entendiendo el conflicto central nos damos cuenta que no está sucediendo ni en el Santiago ni el Buenos Aires actual. Lo específico del problema de los personajes define otro momento y situación geográfica, pero eso no quita que a lo largo de toda la obra este tipo de políticos nos resulte mucho más familiar de lo que nos gustaría.