Las cifras del trabajo del INE concluyeron que solo el 48,5 por ciento de las mujeres participa del mercado laboral, muy por debajo del 71,2 por ciento correspondiente a los hombres. No obstante, esta situación no se ve reflejada en el tiempo que los chilenos dedican al ocio y la recreación, ya que, mientras los hombres tienen la oportunidad de descansar 6,43 horas en un día tipo, las mujeres solo cuentan con 5,94.
Estos últimos datos corresponden a la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (ENUT) del año 2015, que, a su vez, es la única instancia de medición del trabajo no remunerado que se ha hecho a nivel nacional.
Una de las principales razones de esta brecha del ocio se grafica en el hecho que, según la ENUT, las mujeres ocupan 5,80 horas diarias a realizar labores domésticas, casi el doble de la cantidad que destinan los hombres, que alcanza las 2,59.
La Directora de estudios de Comunidad Mujer, Paula Poblete, asegura que este factor es fundamental a la hora de analizar la diferencia en el tiempo de descanso que se da entre ambos géneros.
“Cuando mides la dedicación a las distintas actividades, tienes las horas destinadas al trabajo remunerado y al no remunerado. Cuando las sumas, te da la carga global de trabajo. La carga al de las mujeres es más alta que la de los hombres debido a que dedican más tiempo a labores del hogar, por lo tanto, ahí se entiende que el ocio, es muchísimo menor”.
Una diferencia cultural
Según el Informe “Genero, educación y trabajo” (GET) elaborado por Comunidad Mujer, desde pequeñas, a las chilenas se les incita a realizar labores domésticas, en desmedro de la participación de los hombres.
De acuerdo al estudio -que tomó los casos de menores entre 5 y 17 años-, un 91 por ciento de las mujeres se hace parte de las tareas domésticas, versus un 84,4 por ciento de su par masculino. Esta tendencia se repite a la hora de cocinar, ya que mientras un 18,3 por ciento de las encuestadas asegura ayudar en la preparación de las comidas, en los hombres, esta cifra solo llega al 11,5 por ciento.
Poblete, ante estos números, señala que “desde muy chiquititas se comienza esta naturalización de las labores domésticas como algo que les corresponde a las mujeres. Es lo que se llama la división sexual del trabajo”.
Para Carmen Andrade, Directora de Igualdad de Género de la Universidad de Chile, la sexualización del trabajo es un eje fundamental a la hora de observar las distintas brechas entre hombres y mujeres que se dan en la actualidad.
“La base de la desigualdad entre hombres y mujeres es la división sexual del trabajo. Es un eje estructural. Cuando uno se pregunta por qué hay desigualdades en la política, en los sueldos, en la participación. Uno de los ejes es la división sexual del trabajo”.
Estas desigualdades, trasladadas al mundo laboral, se grafican en las estadísticas del INE que dan cuenta de que las mujeres también perciben menos ingresos que los hombres.
Es así como la Encuesta Suplementaria de Ingresos (ESI) 2010-2016 revela que, en 2016, las mujeres ocupadas percibieron un ingreso medio mensual 31,7 por ciento menor que el de los hombres y un ingreso mediano mensual 25,0 por ciento más bajo que los hombres.
Para la Directora de Género, Carmen Andrade este tipo de desigualdades llevarían a las mujeres a dedicarse, en mayor medida, a las labores del hogar.
“Las que menos participan son las mujeres de sectores pobres. Entonces, ahí hay un cruce muy fuerte de barreras de género y barreras socioeconómicas. ¿Y por qué están fueras del mercado laboral? Porque están dedicadas al cuidado de los hijos, de los adultos mayores. Por otro lado, cuando las mujeres pobres sacan la cuenta de cuánto van a ganar y cuanto tendrían que gastar para trabajar, ya sea para ver quien les cuida la casa o los hijos, la ecuación hace que ellas desistan”.
Si bien el 2018 se perfiló como el año del feminismo en nuestro país, culturalmente las cifras expuestas dan cuenta de una realidad que sigue intacta. Ya sea a la hora de descansar o insertarse en el mundo laboral, la brecha de genero persiste.