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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Agua desde la perspectiva mapuche

Columna de opinión por Miguel Melin Pehuen
Jueves 5 de septiembre 2019 17:45 hrs.


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KO o agua, constituye uno de los componentes fundamentales de la MAPU o la tierra y el espacio en su conjunto.

En efecto, “genule ta ko, gerkelayafuy ta mogen” es una expresión de la gente mapuche cuando quiere decir que “no existiría vida si no tuviéramos agua”. Por tanto, KO tiene un lugar central en el concepto de IxoFillMogen, biodiversidad o todas las formas de vida existente. Es así como las aguas y sus formas, cursos, estados y fuentes; van adquiriendo particulares significaciones respecto del tipo de relación que las personas o CHE van tomando con ellas.

Así, por ejemplo, el río Biobio (fiwfiw) adquiere su nombre por los incesantes sonidos que llevan sus corrientes y su relación con un ave de la zona, mientras que el río Malleko por el infinito respeto que la persona mapuche tiene sobre su malle (tío paterno) y la protección que de él espera, es por tanto, un río con fisonomía protectora de la gente mapuche.

Por ello, el agua en wallmapu o territorio mapuche, queda total y absolutamente reflejada en la multiplicidad de topónimos relacionados con su presencia. Esto; no solo refleja una visión particular sobre ella sino una estrecha relación de convivencia con las personas habitantes de esos territorios. Entonces, para la persona mapuche, el agua -en cualquiera de sus formas y estados- jamás está sola, es decir, siempre habrá un ente espiritual que la protegerá o resguardará, de tal manera, debe ser respetada y también protegida por las personas.

Sólo como ejemplificación nombramos algunos topónimos como: Kurü-ko (Curicó) que indica “aguas oscuras o negras”, Rag-ko (Arauco), refiere a “aguas gredosas”, Rüga-ko señalaagua subterránea”, Xayengko da cuenta de “torrentes de aguas”, Lig-ko refiere a “aguas claras”, Folil-ko o “raíces de agua”, Kollü-ko o “aguas de color café”, Menu-ko  señala “humedal o vertientes”, Ümüll-ko puede traducirse como “agua que avanza circularmente”, Filu-ko (Viluco) da cuenta de “aguas habitadas por culebras”, Koyla-ko refiere al “agua que engaña”, y así encontramos un centenar de toponimias vinculadas al agua a lo largo del territorio. Del mismo modo, aparecen otras denominaciones asociadas al mar, lagos, nieblas, brumas y vapores relacionadas con las montañas, bosques, volcanes y ecosistemas directamente relacionadas con la presencia del agua y la humedad.

Si bien lo descrito tiene una raíz y profundidad mucho mayor en términos espirituales, conceptuales y de relacionamiento concreto entre el CHE (persona) y la MAPU (que es de donde brota el agua), estamos en condiciones de afirmar que la perspectiva mapuche acerca del agua choca de manera frontal con el actual régimen de propiedad del agua vigente en Chile legalmente. Un marco legal impuesto en dictadura, fue entregado (y regalado) a un puñado de especuladores con poder que han creado un mercado del agua para enriquecerse. En este sentido; es probable que detrás de la noción mercantil del agua, poca o ninguna relación tenga la sociedad chilena en su conjunto, sin embargo, su generalizada insensibilidad parece tan grande –especialmente en las grandes ciudades- que hace inevitable recordar aquella ironía de Facundo Cabral, cuando señalaba que si en Recoleta (Buenos Aires) cayera la bomba atómica “rebotaría”, por la indiferencia (y comodidad) de su gente; hasta cuando deje de salir el agua de su llave, claro. Hay, sin embargo, perspectivas alentadoras de movimientos sociales como MODATIMA y otros; que vienen confrontando el robo y saqueo del agua en la zona central, especialmente frente al monocultivo extensivo de paltos.

Frente a la actual crisis y emergencia por la evidente escasez de agua, se observa  que detrás del marco impuesto; hay todo un dispositivo que impide reflexionar, conocer, cuestionar, protestar y proponer algo distinto. El poder lo vinculará todo con el cambio climático y la sequía -por tanto a “causas externas”-, a fin de eludir la discusión democrática acerca del modelo de desarrollo, de lo que entenderemos por agua, de la discusión en torno a monocultivos versus multicultivos, de la profundización de lo que implica el agronegocio versus la agroecología, de las consecuencias de plantaciones de pino y eucaliptus versus preservación de bosques, de la expansión urbana y el negocio inmobiliario; lo que lleva  a las ciudades camino a su inviabilidad, precisamente porque se quedarán sin agua en un tiempo no muy lejano.

En paralelo, y con toda seguridad, la COP25 tendrá como financistas a muchos de los que roban, especulan y han hecho fortuna con el negocio del agua, entre ellas las empresas forestales mediante la CORMA y su engañosa propaganda verde. Otros quisieran estar allí pero no fueron invitados, otros harán llegar sus propuestas de “acción” por el clima. Lo cierto es que el mundo indígena no está ni debiera estar allí representado, porque tendría un rol meramente decorativo como es lo habitual en este tipo de mega eventos, donde, más que el cumplimiento de las metas y plazos, el acento estará en la puesta en escena, el despilfarro, la pompa y el protagonismo presidencial.

El movimiento mapuche y su lucha territorial, -como lo hemos dicho- es una lucha ecológica. El agua se concibe como parte de esa lucha territorial. Muchos de los frenos que se ha puesto en wallmapu al avance de proyectos hidroeléctricos, se han logrado por la unión de chilenos y mapuche. Pero esta alianza debe superar la coyuntura y, pasar a discutir contenidos que tengan como principio la búsqueda de una visión del agua centrada en la vida y no en los negocios.

 El autor es Profesor Intercultural en contexto mapuche y Diplomado en derechos de los pueblos indígenas, consulta y medio ambiente.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.