El circo climático y la ironía neoliberal

  • 19-09-2019
  1. Buen chiste (o malo, según la perspectiva). Piñera recibiendo un premio por su liderazgo en el enfrentamiento del cambio climático, al tiempo que su gobierno sigue permitiendo e incentivando el aumento de emisiones de carbono, de manera evidente en las centrales termoeléctricas, y de manera menos visible en ámbitos como la expansión urbana y la motorización; propone medidas de mitigación meramente cosméticas, como la electromovilidad, o francamente regresivas y que aumentan la vulnerabilidad, como las plantaciones forestales; y, en medio de una profunda sequía, desprotege los glaciares, principales fuentes de agua dulce a lo largo de Chile.

 

  1. No es casualidad que el premio combine como fundamentos su “innovación para abordar el cambio climático” y su “enfoque pragmático en las políticas públicas y la recuperación económica”, viniendo del Atlantic Council, una institución “sin fines de lucro” que tiene entre sus principales objetivos la promoción del libre mercado. Como sabemos, la gestión de Piñera, tanto en lo económico como en lo medioambiental (muy coherente él), se orienta bajo un enfoque privatizador y mercantilista, con altos costos sociales y ambientales, pero que satisface plenamente la visión de quienes le entregan el galardón. Finalmente, como suele ocurrir, se premian entre ellos, y ya no debería sorprendernos.

 

  1. No obstante, aunque tampoco es nuevo, es mucho más preocupante que este premio se otorgue en el contexto y en el espacio de la Semana del Clima de la ONU en Nueva York, lo que es una expresión más de la captura de las negociaciones climáticas y otros espacios de política internacional por parte de las grandes corporaciones multinacionales y la maquinaria gobal de libre-comercio, subordinación que adquiere su forma más explicita en el Acuerdo de Asociación Estratégica firmado recientemente entre la Secretaria General de la ONU y el Foro Económico Mundial.

 

  1. El hecho de que el premio vaya a ser entregado de manos de Kristine Tompkins podría ser meramente anecdótico, sin embargo -aun sabiendo de donde provienen ella y su fortuna- resulta un tanto complejo y una muy mala señal que alguien que ha dedicado gran parte de su vida, precisamente en Chile, a defender la naturaleza y promover un modelo de sociedad armonioso en extremo con ella, aparezca premiando bajo el paraguas de la ONU a quien gobierna el país con el sello de la codicia y la depredación.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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