A la insurrección de 1891 (que derribó al presidente Balmaceda) no le dimos nunca el nombre de Revolución, porque nunca vimos que el pueblo se pusiera de parte de los rebeldes. La consideramos obra de una oligarquía temerosa de perder su imperio…
Vímosla desde un principio apadrinada por los banqueros y los hombres de negocios…
Pi Y Margall (1)
Elizabeth Subercaseaux en la La Patria de Cristal (2017), en el capítulo V, la Tragedia del final, sostiene… “El podría prolongar su asilo en la legión argentina, podría sustraerse del encono popular y de las inconcebibles venganzas que anhelan satisfacer sus implacables enemigos de la aristocracia santiaguina. Pero ha decidido otra cosa. Nada sacaría con entregarse. Nadie querría juzgarlo con objetividad. Lo que querían era vejarlo, humillarlo, cebarse con él, con Emilia y con la gente que lo ha apoyado.”
Le escribe a Emilia:
“Mis enemigos me odian y me temen. No pudiendo hacer nada por mi familia y mis amigos, quiero ofrecerles lo único que puedo ya darles y que los librará en parte de las persecuciones de que son víctimas: el sacrificio de mi persona…”
“Desde que llegara a la Moneda veníamos pidiendo la descentralización del gobierno de Chile. Yo he procurado la descentralización política y administrativa; pero la descentralización que inicié como ministro y que he consumado como presidente, es la descentralización de la riqueza nacional…
Quince mil hombres trabajan hoy en los nuevos ferrocarriles y en breve este número se elevará a veinte mil. Antes que deje el mando, la locomotora recorrerá las líneas de Huasco y Vallenar, de Ovalle a San Marcos, de Calera a la Ligua y Cabildo, de Santiago a Melipilla, de Pelequén a Peumo, de Palmilla a Alcones, de Talca a Constitución, de Panal a Cauquenes, de Coihue a Mulchén, de Valdivia a Antilhue, de Trunaco a Osorno y la Unión y de Temuco a esta hermosa ciudad, Victoria.
Estas obras de vialidad y las construcciones de liceos, escuelas, cárceles, edificios de administración, de enseñanzas especiales, de caminos, puentes, hospitales, templos de saneamiento y tantas otras corresponden a un sistema de distribución de la riqueza pública, que todas las provincias de Chile sostendrán y defenderán porque sosteniéndolo practican la justicia y defendiéndolo protegen sus más caros intereses”. José Manuel Balmaceda, sin fecha.
El gobierno de Balmaceda y la guerra civil de 1891 es un tema profundamente tratado por la historiografía chilena e internacional. No por ello, es posible afirmar hoy día que el tema se encuentre agotado; a pesar de los distintos enfoques disciplinarios e ideológicos de que haya sido objeto; lo he rememorado porque su administración representa un hito en la historia de Chile, un hito en el desarrollo urbano del territorio nacional.
Surgen al mismo tiempo algunas interrogantes tales como
- Si esta administración no llegó a su término y fue castrada sangrientamente, ¿cuál fue su forma y sus realizaciones en materia de salud o beneficencia, vivienda, educación y obras públicas?
- ¿Hasta dónde es posible explicar la guerra exclusivamente como un conflicto entre los poderes ejecutivos y legislativos?
- Si este factor endógeno existió realmente, ¿cómo se expresó en función del sistema político-administrativo dominante de la época?
- Es posible hoy, a la luz de mayores antecedentes, reafirmar que la situación nacional que condujo a la intervención de la Fuerzas Armadas chilenas a derrocar al presidente Balmaceda fue una situación revolucionaria, como para estar de acuerdo con el apelativo de “contrarrevolución de 1891”, que se le ha dado .
Ahora bien, el Proceso de Urbanización es un proceso social, íntimamente ligado al Estado que se articula básicamente en el sistema productivo dominante”.
La administración de Balmaceda es, en este sentido, un ejemplo de que sólo a través del Estado es posible asumir funciones de orden social, con el conjunto de sus aparatos incluído el sistema administrativo. La administración de Balmaceda Demuestra, en otras palabras, como fue posible dar a los recursos del Estado una orientación distinta a la del arbitrio mayoritario de la oligarquía. Demuestra que no es el sistema administrativo en sí mismo el que se puede calificar de inoperante, sino que más bien depende y está en estrecha relación con el sector social que lo maneja. Demuestra que tampoco el autoritarismo en sí tiene que ser necesariamente nefasto para el conjunto de la población, como pretendía hacerlo aparecer la mayoría del Congreso que se tornó opositora. Demuestra, en suma, como esta serie de elementos pueden asumir funciones de orden social (entendiendo por social a la mayoría de la población), o no, dependiendo de los objetivos y del sentido que a los recursos financieros le den los sectores sociales que ostenten el poder.
Hasta el gobierno de Domingo Santa María, el aparato administrativo presentó una relativa calma institucional y una importante acumulación de riqueza por parte del Estado y de la clase dominante que gobernaba.
El gobierno de Balmaceda produce un quiebre institucional, político y militar. Su gobierno fue un proceso decisivo en la vida de la República y su administración es destacada por la historiografía nacional e internacional como una de las más progresistas de América Latina en su época.
Si más bien este gobierno mostró una etapa “distinta”, con perspectivas de proyecto nacional, en el marco general se dio en medio del autoritarismo que caracterizó a todos los regímenes liberales de la época. Sin embargo, en las áreas de educación, obras públicas y política minera, Balmaceda movilizó los recursos del Estado en forma cohesionada dentro de los límites impuestos por la teoría económica del “laissez-faire”.
La autora es MS. Planificación Urbana Paris 8, MS. Desarrollo Regional PUC