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5 de octubre: A la espera de la alegría

Columna de opinión por Juanita Rojas
Lunes 5 de octubre 2020 8:44 hrs.


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Otra vez octubre.  Y de nuevo plebiscito en octubre.  Eso es cierto, aunque nada permite comparar una y otra ocasión, opinan algunos, mientras muchos creen que hay más de un elemento en común.  Distinto contexto político interno y externo; una ciudadanía activa y entusiasta, entonces, y una población apática y desconfiada, ahora.  Unos pocos actores políticos nuevos, actualmente, mientras ese año 1988 el elenco lo formaban exactamente los mismos de antes de 1973. Pero ayer y hoy, los chilenos enfrentamos la responsabilidad de decidir los destinos de nuestro país los 30 años siguientes.  Asunto nada baladí.

Se cumplen 32 años de aquel 5 de octubre de 1988,  y con el paso de los años me he convencido de que fue en los meses siguientes al plebiscito -negociaciones y pactos mediante- cuando realmente se decidió el tono y la forma en que se llevaría adelante el retorno a la democracia.  No es mi objetivo en esta oportunidad analizar las características de la transición, llena de ripios y vallas difíciles de sortear para quienes la condujeron, lo que hay que reconocer, del mismo modo que resulta inevitable asumir que hay una deuda gigantesca con las expectativas y esperanzas de la gente que votó NO ese 5 de octubre.  El mismo mes del año pasado confirma lo señalado.

El fracaso del llamado año decisivo, 1986, con su carga de dolor asociado, implicó seguir el itinerario establecido en la Constitución del ’80 , y el plebiscito del SI y el NO era parte de ello.  Pero sin duda la derrota de Pinochet como candidato único no estaba contemplada en la agenda dictatorial y, para quienes participamos y votamos, el resultado de ese día fue un auténtico triunfo.

Un rápido paseo por la memoria me retrotrae al día anterior, cuando en una reunión en revista Análisis acordamos reunirnos a las 6:00 AM del día siguiente para las últimas instrucciones.  En medio de todo tipo de rumores, la recomendación fue no dormir en nuestras casas. Por si acaso.  A esas alturas ya teníamos en nuestras manos unas credenciales que, por primera vez en la historia de la revista, nos había otorgado la dictadura para reportear y entrar al entonces edificio Diego Portales, hoy GAM, centro oficial de la prensa nacional y extranjera.  Ahí también se dieron a conocer los cómputos.

Apagón la noche anterior, el miedo, el recuerdo de los que ya no estaban y, apenas clareaba, salir a la calle.  Unos a Pudahuel, otros a Puente Alto, a los locales de votación del centro o a cubrir el Comando del NO.  Recuerdo la emoción de ver a cientos y cientos de pobladores caminando en grupo, apurados, para llegar a los locales de votación. “Hay que votar temprano compañera”, gritó alguien.  Aglomeraciones en algunas sedes, soldados intentando contener la presión de la gente por entrar, las primeras mesas que se cierran y los resultados que se entregan en el Diego Portales.  Iba ganando el SI, según el gobierno.

Todo lo demás ya lo recogió la historia.  Esa madrugada yo estaba en el edificio Diego Portales junto a un muy reducido grupo de periodistas -la mayoría ya estaba en el Comando del NO- cuando el subsecretario Cardemil entregó la cifra final reconociendo la derrota de Pinochet.  Se sintió un solo grito y acto seguido los abrazos y las risas. Y al día siguiente vino esa alegría prometida, que se expresó en cantos, bailes, rondas y sonrisas plenas que auguraban mejores días y la esperanza de que el dictador renunciaría. No fue así.  En septiembre de 1989, los servicios de seguridad asesinaron a Jécar Neghme en plena calle, apenas dos meses antes de las primeras elecciones presidenciales y parlamentarias.

Los años  que vinieron pueden evaluarse con cristales de distinto color, la balanza para pesar la alegría seguro que está cargada más hacia un lado que a otro, pero es imposible decir que el triunfo del NO ese 5 de octubre dejó todo igual.  Algo cambió ese día, porque si bien hay deudas de arrastre de nuestra democracia, al menos recuperamos la esperanza. Y eso no se debe perder jamás.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.