Raúl Sohr sobre calentamiento global: “No veo condiciones para un acuerdo que permita aplicar una política planetaria"

En analista internacional y autor del libro Chao Petróleo abordó las complejidades sobre aplicar una disciplina internacional que permita disminuir los gases de efecto invernadero, en cuanto no existe un consenso sobre las responsabilidades y los costos del daño medioambiental.

En analista internacional y autor del libro Chao Petróleo abordó las complejidades sobre aplicar una disciplina internacional que permita disminuir los gases de efecto invernadero, en cuanto no existe un consenso sobre las responsabilidades y los costos del daño medioambiental.

El informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que develó el estado del arte sobre los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos en la materia, encendió las alertas en torno a la incidencia antropogénica en la magnitud del aumento de las temperaturas del planeta. Una cruzada que inicia y moviliza a una política rezagada en lo referido a acción climática, para efectos de reducir las emisiones de CO2, llegar a cero neto y limitar el calentamiento global a 1,5°C.

Al respecto y en conversación con nuestro medio, el sociólogo, periodista, analista internacional y autor del libro Chao Petróleo, Raúl Sohr, abordó las complejidades sobre aplicar una disciplina internacional que permita disminuir los gases de efecto invernadero, en cuanto existe un debate perpetuado e inconcluso en torno a cuál nación debe asumir las responsabilidades y los costos del daño medioambiental.

“Como en todas las cosas, cuando se analiza un fenómeno complejo existen diferentes versiones e interpretaciones. En el caso del calentamiento global hay un debate de hace décadas sobre cómo se calcula, en términos de qué responsabilidad tiene cada país y cada cual lo interpreta según su conveniencia”, explicó.

Las diferencias radican en el criterio

El analista internacional señaló que en los encuentros internacionales referidos a la mitigación del daño medioambiental se ha propuesto evaluar a los países con mayor emisión de CO2. No obstante, el disenso ha radicado en la perspectiva, si será histórica o actual.

“Por ejemplo, los países desarrollados dicen ‘midamos las emisiones’ y los países que emiten más tienen que reducir las emisiones, muchos países menos desarrollados dicen ‘pero momento, esto hay que verlo históricamente’ Los países desarrollados tuvieron su desarrollo prácticamente desde el siglo XVIII, barrieron con sus bosques y no pueden decir ahora vamos a medirnos todos por el mismo rasero porque acá hay una huella histórica, tenemos que considerar eso”.

Las naciones que protagonizan el conflicto son China y Estados Unidos, en la medida que entre ambas representan el 50% de los gases de efecto invernadero de todo el planeta, pero la diferencia al equipararlas, explicó Sohr, es que China pese a contar con centrales termoeléctricas carboneras, centrales de energía nuclear y con un alto desarrollo de paneles solares, no logra dar abasto a su déficit energético, por lo que ha solicitado esperar a superar un umbral de desarrollo hasta el 2030 para luego comenzar a reducir sus emisiones.

“Los chinos dicen sí, está bien, nosotros somos hoy día el país que más emite dióxido de carbono, pero midámoslo en términos per cápita, nosotros somos 1.400 millones de personas y producimos más dióxido de carbono que Estados Unidos, pero Estados Unidos tiene solo 300 millones de personas y dividido per cápita, produce mucho más que nosotros”, explicó.

Así, las interpretaciones se hacen en favor de los propios intereses, lo que ha ido en detrimento del planeta y la humanidad. Un síntoma del lánguido músculo de la gobernanza internacional.

“El efecto general de la contaminación y del calentamiento global nos afecta a todos, tenemos que hacer los cortes y los sacrificios y a cada país tratar de evitarlo, especialmente su liderazgo político. Como no hay una instancia suprema que pudiera sancionar a los que no cumplen con los compromisos, todo queda en nada. Y eso es lo que ha ido pasando de una COP a la otra, ya estamos llegando a la COP26 y pese que se han adoptado un montón de acuerdos, pocos de ellos se cumplen y no hay quien los fiscalice”, señaló.

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Ministra de Medio Ambiente Carolina Smith en el panel de la COP25, diciembre 2019.

Del mismo modo, cada industria al interior de los países evade las responsabilidades de la contaminación que generan arguyendo que son indispensables para el desarrollo económico, un recurso utilizado particularmente por la industria petrolera. Así, ejercen presión a las autoridades de gobierno, hacen lobby y ejecutan la estrategia comunicacional del greenwashing.

“Hay empresas petroleras que llegan a unos niveles grotescos de maquillaje verde. Por ejemplo una gran cadena de estaciones de servicio que en su publicidad pone un cielo azul intenso con el nombre de la empresa, mientras otra tenía un sol radiante, que es justamente es lo que se nos nubla con el smog, con las emisiones. Es decir, buscan los símbolos completamente contrarios al efecto que ellos están teniendo y cada empresa, cada compañía, cada gobierno trata de defender sus intereses y nadie en estos momentos, en estas materias, salvo los científicos, están velando por el bien común. Los científicos tampoco tienen tanta gravitación, sus recomendaciones son prescindibles en el día a día en el Gobierno”, afirmó.

La gallina de los huevos de oro

Previo a la “bendición” del petróleo, la revolución industrial se movilizaba por el carbón, que reemplazó a la fuerza muscular de los animales y de las personas, logrando multiplicar la capacidad de transformación de la humanidad sobre el planeta. Sin embargo, con la disrupción del líquido negro, más compacto y fácil de utilizar, los países se fueron inclinando a su utilización de manera progresiva hasta el nivel de representar la causa de más de una guerra en el siglo XX, explicó el analista.

“El petróleo fue un elemento central en el balance de fuerzas entre las naciones y hasta cierto punto se llegó a decir que el petróleo era la sangre que corría por la vena de las naciones, porque las guerras de dirimieron en gran medida por las fuentes energéticas (…) Muchos de los frentes que se combatió eran por llegar a los yacimientos petrolíferos y la mayor guerra que hemos vivido en Sudamérica en este siglo, fue la guerra que se libró en el Chaco entre Bolivia y Paraguay fue por la creencia de en el Chaco había petróleo”, señaló.

A eso añadió los conflictos que se han desarrollado en el Medio Oriente, donde Estados Unidos se hizo de la protección de los mayores yacimientos petroleros del mundo que están en Arabia Saudita. “Estados Unidos declaró tempranamente que iba a ser motivo de guerra si alguien intervenía en Arabia Saudita, era lo mismo que atacar a Estados Unidos, es decir, a ese punto (el petróleo) ha sido un motivo absolutamente estratégico en las relaciones internacionales”, agregó.

Las alternativas

Si bien se ha desarrollado el uso de energías renovables y de tecnología compatible, no se ha logrado superar en términos de economía y masividad al petróleo. Debido a eso y en Chile particularmente, el avance de las empresas que emplean métodos menos contaminantes ha sido a pulso y a su total costo por la ausencia total de la ayuda gubernamental, expuso Sohr.

“Chile ha avanzado de manera importante en energías renovables no convencionales y hoy día están abasteciendo ya más del 20 por ciento de los requerimientos eléctricos, lo cual para Chile es muy bajo, es decir, es un gran progreso en relación a donde estábamos pero no es ningún motivo para golpearnos el pecho porque Chile tiene recursos naturales, es decir, radiación solar, viento, incluso energía hídrica- no necesariamente en la zona central-. Los tiene en cantidades suficientes, al punto que si esto se hubiese comenzado antes y el país no hubiese estado dominado por la industria petrolera y por los grandes consorcios eléctricos, si hubiese existido voluntad por parte del Estado, podríamos estar tranquilamente por encima del 50 por ciento y en el 70 por ciento de utilización de energías limpias renovables”, observó.

En ese sentido, Sohr señaló que las grandes empresas petroleras han rehuido del cambio a energías renovables por medio del escepticismo infundado y el cuestionamiento a la responsabilidad de los combustibles fósiles en el calentamiento global. “La Exxon ha financiado a una serie de científicos e instituciones académicas que señalan que sí, hay calentamiento global, por supuesto, pero la causa no es tan clara”.

“Ese ha sido el argumento con el cual se han defendido hasta ahora y lo van a seguir utilizando hasta el último día que puedan. Van a tratar de estrujar la última gota de petróleo que puedan utilizar y si esto causa daño, bueno, el gerente de la Exxon ha dicho que siempre hay cosas que causan daño ¿Cuál es el drama?”, explicó.

La industria petrolera de Exxon ha sido la que más ha invertido en convencer a la opinión pública, agregó Sohr. “Y no es casualidad, en Estados Unidos hay un escepticismo climático realmente notable que ha sido inducido por las grandes empresas, especialmente las carboneras que han invertido fortunas y el expresidente Trump que se retiró del Acuerdo de Paris y que quería mantener a toda costa la industria del carbón”, explicó.

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ExxonMobil empresa petrolera de Estados Unidos.

El futuro

Evaluando las posibilidades de reversión de la crisis, el analista advirtió que el auge de los movimientos nacionalistas en distintas regiones del mundo tales como Europa, Estados Unidos con el ex presidente Trump y Brasil, no avizoran una proyección auspiciosa referida a la mitigación del calentamiento global, en la medida que son gobiernos escépticos al cambio climático y que ven a todo tipo de política medioambiental como un atentado contra el progreso de sus naciones. “Son lecturas completamente contradictorias de un esfuerzo colectivo”.

“Todas las naciones van a tener que hacer algunos sacrificios. Pero en este momento, en esta coyuntura, no veo que haya condiciones para un acuerdo internacional que permita aplicar una política planetaria. Probablemente las cosas van a seguir empeorando y me temo que vamos a tener que pasar por una serie de desgracias como las que están ocurriendo para que sentemos cabeza y aceptemos una disciplina internacional que va a tener costos para todos, pero serán muy inferiores a que si seguimos caminando al despeñadero como estamos ahora”, observó.

Finalmente, subrayó en lo imperioso que es caminar a un giro en el paradigma del consumo, en cuanto la necesidad de las personas a consumir mejor y más variado, lo que genera en gran parte las altas emisiones de C02 para producir esos bienes. “El planeta no puede dar abasto para satisfacer el volumen de la demanda que se da en todos los ámbitos“, concluyó.





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