El periodista Juan Francisco Riumalló comenta que la historia de su familia siempre le pareció difusa. Conocía algunos fragmentos. Le llamaba la atención la cultura alemana. Sin embargo, ignoraba por completo la biografía de sus antepasados, sobre todo, el caso de su tío abuelo, un piloto que durante la Segunda Guerra Mundial había sido parte del Ejército de la Alemania Nazi.
Para el comunicador, ese era un eslabón que generaba más de una incertidumbre respecto de su propia historia. Por ello, una vez instalado en Berlín, comenzó a indagar en archivos y documentos que, sorpresivamente, le dieron datos específicos sobre este enigmático personaje.
Así surgió el documental Onkel Günter, película que fue reconocida en la categoría de Mejor Director en la competencia de cine chileno del Santiago Festival Internacional de Cine 2020 (SANFIC) y que hoy forma parte de la programación de Miradoc.
En la película, el director muestra, de forma muy íntima, el caso de su familia. Los interroga y los insta a la reflexión, mientras él se transforma en un personaje más dentro del relato. Todo ello, de la mano de fotografías y objetos que van surgiendo desde los archivos personales de los integrantes del clan. En ese sentido, la obra no intenta ser una investigación histórica, sino que un ejercicio que apela a la construcción de memoria.
Juan Francisco Riumalló sostuvo que el documental surgió de manera muy circunstancial. Había llegado a Berlín para estudiar una maestría en Antropología Visual, sin considerar una investigación respecto de su tío abuelo. Sin embargo, frente a los dispositivos de memoria existentes en los espacios públicos, ese camino fue ineludible.
“Cuando estaba allá, me expuse a espacios de memoria en la calle, en la ciudad. De pronto, comenzaron a saltar cosas del inconsciente a mi consciente que había escuchado de chico o que me había transmitido mi familia. Varias cosas en término de nuestro vínculo con los judíos, los homosexuales, los árabes y muy desde el prejuicio. Por otro lado, saltó esta historia que yo había escuchado alguna vez de este hermano mellizo de mi abuelo que había muerto en la guerra”, comentó el realizador.
“Entonces, le pregunté a mi mamá cómo se llamaba esta persona y me metí a Google. De pronto, encontré información del rango que tenía, del día en que había desaparecido y del lugar donde había desaparecido su avión. Entonces, me metí a investigar un poco más. Hice una solicitud de información pública al Archivo Militar Alemán y, después de varias semanas, me entregaron una carpeta con toda su información militar”, explicó el documentalista.
Para el realizador, la construcción del perfil de su tío abuelo fue un proceso bastante expedito, principalmente, por las facilidades otorgadas desde los archivos alemanes. Así, pudo conocer aspectos tan particulares como las medidas del cuerpo del militar y el detalle de las campañas en las que había participado como piloto.
No obstante, a partir de ello, el realizador se propuso crear un relato que iba más allá de su propia familia: “Me interesaba saber cuál era el proceso que habíamos hecho en Chile en relación a esta parte de nuestra historia, porque en Alemania, a partir de los años 60, se genera todo un movimiento en donde los hijos empiezan a preguntar a sus padres dónde estuvieron en la guerra, cuál fue su rol y qué pasó en la guerra. Es así donde empiezan a generarse una serie de biografías, autobiografías y estudios, desde el punto de vista sociológico, antropológico e histórico. Es ahí donde se interviene la ciudad con estos grandes monumentos, pero en Chile nunca hicimos este proceso”, afirmó.
“Por otro lado, dentro de la sociedad alemana, la culpa es el rol identitario más fuerte de la identidad posguerra. Pero en Chile no. Entonces, ahí se produce un desfase entre lo que es ser alemán en Alemania y lo que es ser alemán o descendiente de alemán en Chile u otro país”, dijo.
De esa manera, la película expone no sólo los silencios existentes en la familia respecto de este personaje, sino que también revela las múltiples miradas existentes sobre el pasado en común. Un ejercicio que es extrapolado a los horrores de la dictadura y que convoca a los espectadores a transformarse en agentes de memoria.
“Hay distintos niveles de memoria y distintas fuentes de memoria. Cuando uno nace, uno tiene acceso inmediatamente a una memoria familiar que abarca tres generaciones. Ahí hay una fuente muy rica de memoria e información y es ahí donde siento que es importante la historia oral de nuestras familias (…). Ahí hay un temón. No podemos dejarle este trabajo a las instituciones, al Estado, a los museos. Las familias tienen un rol muy grande”, dijo el documentalista.
“Cuando uno tiene zonas oscuras o no relevadas de la propia historia familiar, uno empieza a llenar esto con sus propias fantasías y con una suerte de proyección. Eso es complicado. Entonces, en la medida que podamos investigar y tratar de entender, en su contexto, quién fue el personaje y cuál fue su rol y por qué nos genera esta sensaciones, uno puede hacerse cargo de la propia historia, porque si no nos hacemos cargo de nuestra historia y andamos por la vida haciéndonos los lesos, la historia se repite”, señaló, indicando que lo peor que puede hacer una sociedad es caer en la comodidad del silencio.
“En Alemania hay una memoria que se experimenta en la calle permanentemente y en Chile eso no existe. Entonces, todo te empuja, te facilita para que no convivamos con estas zonas oscuras y siento que eso es muy delicado. Un poco lo que ocurrió en mi familia a nivel de la Segunda Guerra Mundial y luego en la dictadura, donde no se hablaban ciertos temas”, dijo.
En estas oportunidad, el documental Onkel Günter tendrá funciones presenciales a lo largo de todo el país y proyecciones digitales por medio de la plataforma de Miradoc.
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