Las centrales de Brockdorf, Emsland y Gröhnde, las tres situadas en el norte de Alemania, dejarán de funcionar mañana 31 de diciembre y a finales de 2022 correrán la misma suerte las centrales Neckarshaim 2, Isar 2 y Gundremingen C, en el sur, con lo que Alemania se convertirá en el primer país altamente industrializado sin energía atómica en su matriz energética.
El apagón atómico es el resultado de un consenso generalizado en la sociedad alemana para ir a la supresión nuclear y la única agrupación política que aún se opone abiertamente a ello es la ultraderechista AfD (Alternative für Deutschland). De hecho, hasta la década de los 80, los propios socialdemócratas también eran fervientes partidarios de la energía atómica. Pero luego, con el aumento de las protestas antinucleares en Alemania y toda Europa debido a la catástrofe de Chernobil en 1986, la socialdemocracia alemana cambió de posición.
De modo que así se fue arribando a un consenso también a nivel político, del que nació la ley que en 2001 estableció el principio de que toda central nuclear debía desconectarse después de 32 años de funcionamiento. En 2002, un año después de la promulgación de aquella ley, la energía atómica representaba un 30 por ciento de la matriz energética en Alemania, el carbón representaba el 52 por ciento y las energías renovables tan sólo un 8 por ciento.
Actualmente las energías renovables se aproximan al 50 por ciento de la matriz energética germana, mientras que la energía atómica solo representa el 12,5 por ciento. Sin embargo, la alta presencia del carbón en ella, un 31,9 por ciento en el tercer trimestre de este año, sigue siendo el gran punto negro en el contexto del paulatino apagón atómico debido a sus dañinas consecuencias, así como por su incidencia negativa en la lucha contra el cambio climático.
Claro que no todos comparten la euforia que ha causado esta iniciativa. Hay sectores que critican algunas partes de este compromiso, mientras otros temen que el suministro eléctrico pueda sufrir serias restricciones. El Gobierno germano, no obstante, está convencido: “podemos convertirnos en el primer país industrializado que logra el paso a un sistema energético altamente eficiente, basado en las energías renovables”, señaló en su momento Angela Merkel, algo que el nuevo canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, ha corroborado en toda la línea.
Pero la efervescencia por lo revolucionario de la decisión tomada se ve enturbiada por el inconveniente de que nadie la ha probado antes. El suministro eléctrico a los hogares parece fácil de garantizar por vías alternativas y del ahorro de energía, pero la gran pregunta es si esto también es válido para dar cobertura a la industria, algo nada menor tratándose de Alemania.
Y es aquí donde entra a tallar otra movida en el tablero del poder mundial entre las grandes potencias. Porque coincidiendo con la desconexión de Alemania de su red atómica, en Moscú, el presidente ruso Vladimir Putin anunció ayer que el consorcio Gazprom ya insufló gas a los dos ramales del controvertido gasoducto Nord Stream II., que estaría listo para suministrar hidrocarburo a Alemania a través del fondo del mar Báltico.
“El Nord Stream II. está listo para funcionar”, dijo Putin durante una reunión telemática, pero agregó que “ahora todo depende” de los consumidores europeos y del regulador alemán, que frenó el proceso de certificación hasta que -en su opinión- Moscú cumpla con todos los trámites.
“Tan pronto como ellos tomen la decisión, grandes volúmenes de gas comenzarán a bombearse hacia Europa”, afirmó Putin. Y aprovechó de recordar que el envío de gas ruso no es menor: se trata de 55 mil millones de metros cúbicos al año, señaló. Dada la difícil situación actual en el viejo continente, Rusia tiene la capacidad de “incrementar incluso sus exportaciones de gas”, agregó. Finalmente adujo otro elemento de alta importancia: el llenado de los dos ramales del Nord Stream II. contribuirá a solucionar el problema de la estabilización de precios en el mercado europeo.
Un panorama que Alemania deberá discernir, y pronto: si el gas ruso pasa -o no- a reemplazar la energía atómica que la primera economía de Europa comienza mañana a dejar atrás para siempre. Berlín tiene el regulador del gas ruso en la mano.
(Imagen de portada: Reunión telemática del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, con los ejecutivos de la empresa Gazprom en Moscú).