Hace algunos días, se realizó el llamado Diálogo Climático de Petersberg (Alemania) con la participación de representantes de 40 países. ¿El objetivo? Preparar algunos temas previo a la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este 2022 en Egipto (COP-27) . En ese marco, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, advirtió: “La mitad de la humanidad está en zona de peligro, por inundaciones, sequías, tormentas extremas e incendios forestales. Ninguna nación es inmune. Sin embargo, seguimos alimentando nuestra adicción a los combustibles fósiles”.
“Tenemos una opción. Acción colectiva o suicidio colectivo. Está en nuestras manos” agregó Guterres. Como en anteriores, esta COP-27 se aproxima con bajas expectativas considerando que se cruzan las consecuencias de la guerra Rusia-Ucrania, impactos económicos y con una pandemia que sigue presente.
Por una parte, se presentan numerosos desafíos en estas instancias internacionales y, por otra, diversos actores siguen intentando posicionar sus demandas y soluciones. “Porque el futuro es un territorio a defender. Únete a la resistencia indígena”. Con estas palabras, Mitzy Violeta Cortés Guzmán recibió en junio pasado el Global Citizen Award 2022 por México.
El premio de este año se otorgó en tres categorías: Defender el Planeta, Derrotar la Pobreza y Exigir la Equidad, centrándose en el cambio climático, el empoderamiento de las adolescentes y la eliminación de las barreras sistémicas que mantienen a las personas atrapadas en la pobreza.
La joven de 23 años, única seleccionada de Latinoamérica, es mixteca y originaria de San Sebastián Tecomaxtlahuaca (Oaxaca). Es integrante de Semillero de Mujeres Defensoras, Milpa Climática y Futuros Indígenas. Participación de las comunidades indígenas, jóvenes, riesgos para los y las defensoras, luchas contra el monocultivo, los megaproyectos, la tala ilegal y hackear la narrativa de la crisis climática, son parte de algunos de los temas que Mitzy Cortés comentó en entrevista con Diario y Radio Universidad de Chile.
Al momento de recibir el premio, ¿Cuáles fueron los principales temas que se buscaban visibilizar sobre la defensa de la tierra y desde la mirada de los pueblos indígenas?
Por parte de la Red de Futuros Indígenas, uno de los principales objetivos es cambiar la conversación que se tiene de la crisis climática. Muchas veces se ha planteado: solamente son cambios de la temperatura del planeta que han significado sequía, inundaciones y pérdida de la biodiversidad. Y en diálogos que se han tenido, principalmente en espacios internacionales, vemos un enfoque muy claro de crear soluciones muchas veces enfocadas en la ciencia y la tecnología.
Y desde los pueblos la conversación que hemos tenido es más bien empezar a profundizar sobre las causas de esta crisis climática, quiénes son los responsables y cuales son aquellas acciones que se pueden hacer desde ya para parar a quienes están provocando la crisis.
Y los pueblos nos enfrentamos muchas veces no solo a las consecuencias sino directamente contra quienes están provocando esto que son las industrias y la imposición de un modelo de desarrollo que viene vinculado con megaproyectos. El impulso al monocultivo y a los fertilizantes que dañan la alimentación de los pueblos.
Comenzar a plantear esta perspectiva puede incluso dar una vuelta a la manera como vemos la crisis climática y como en realidad las luchas pueden ir desde las personas. Desde las ciudades donde se enfrentan a las inmobiliarias hasta las personas que estamos en los pueblos resistiendo. Los compañeros y compañeras que están contra el Tren maya, Tren Transístmico en México, que es la imposición no solo de megaproyectos sino de corredores industriales que se quieren crear en estas zonas. Algunas de las otras compañeras también están enfrentando a las mineras.
No se está hablando de esto sino de otras cosas y como si fuera un tema sumamente técnico y especializado. Sin embargo, vemos que muchos de los movimientos ya están luchando contra esta crisis y, simplemente, lo están haciendo desde otras palabras.
En el discurso también se mencionó a los defensores y defensoras. ¿Cuáles son los riesgos al asumir ese rol?
Parte del objetivo de poder empezar a utilizar estos espacios, como el Global Citizen y de otras plataformas, es empezar a comunicar eso. ¿Cuál es el sentido de estas luchas? Donde muchas veces son locales o muy territoriales, pero ahí están dando una lucha por defender la vida, defender el planeta y que, al final de cuentas, nos está ayudando a todas las personas que habitamos este planeta y a todos los demás seres.
Creo que es importante ver que estas luchas, aunque sean muy locales, son las que están resistiendo y planteando alternativas para una crisis que se está viviendo en todas partes del mundo.
Además, nos ayuda a encontrarnos con otros movimientos y personas que también están cuestionando estos modelos de vida que han sido impuestos, sobre qué quieren cambiar como sus formas de vida o la forma de vincularse con la tierra.
Son varios los temas de los que hay que hablar, como denunciar casos muy concretos de injusticias hacia distintos pueblos. Algunos casos que todavía están sin respuesta, como lo decía en el discurso cuando recibí el premio, que tienen que ver con la muerte de defensores como Samir Flores. O con las desapariciones, como Irma Galindo acá en Oaxaca.
Vemos que es tan fuerte esta violencia hacia los territorios, los pueblos y a quienes están resistiendo a esto, nombrando estas violencias. Y vemos los casos de muchos defensores y defensoras asesinadas o criminalizadas, como en Guatemala con el caso de María Choc.
A ella hace poco también le dieron sentencia, es un proceso de criminalización por estar nombrando todo lo que está pasando en ese país con el monocultivo y las mineras.
Hace pocos días, también recibiste el reconocimiento del premio especial Transforma MIAW 2022 en la categoría Igualdad de género. En esa instancia, se hablaba de las condiciones de desventajas al ser una mujer, joven e indígena. Sin embargo, pudiste “transformar esas condiciones en activo”. ¿Cómo observas el momento actual y la participación de los jóvenes?
Desde las juventudes he visto a muchos organizándose, queriendo tomar acciones y diciendo que no queremos vivir en un mundo donde la única forma de relacionarnos sea con jerarquización y competencia. Estamos teniendo esta inquietud de querer conocer y transformar las relaciones entre las personas y con otros seres.
Veo también que hay una organización muy fuerte que se visibiliza poco, que terminan siendo de nuevo espacios muy locales. Y cuando se habla de juventudes desde otros espacios también se sigue teniendo esta mirada muy paternalista: hay que decirles que hacer porque ellos no saben …Pero en realidad muchas juventudes están construyendo sus agendas, están creando sus propias iniciativas y están buscando espacios donde puedan tener eco.
Creo que también se necesita un diálogo intergeneracional, ahora también con Futuros Indígenas y con una de las iniciativas que se han hecho, el de las defensoras de la tierra, justo es en articulación con juventudes que están en movimientos por la justicia climática. Y es bien interesante los procesos que han surgido de la reflexión.
Hay otros movimientos que tienen muchos aprendizajes que compartir, como el caso de los pueblos y las abuelas, personas que tienen muchos años de experiencia, porque es bien importante generar esos espacios de intercambio. Lo mismo pasa con el movimiento feminista. Hay que generar más espacios de encuentros, de conversaciones, vamos a pensar cual es el mundo que queremos y donde los aprendizajes en estos distintos caminos nos nutren y fortalecen.
Desde las juventudes creo que también se ha impulsado mucho el poder mantener la esperanza, para nosotros puede ser desgastante pensar en todos los procesos de violencia, injusticias, las dificultades que se tienen desde las personas y que están denunciando. Entonces encontrar otras formas de hacer activismo, como no perder la alegría, la fiesta, el poder descubrir otros espacios desde la poesía, la escritura, desde el arte y la música.
En 2021, viajaste con un grupo de mujeres indígenas de México a Glasgow para participar de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-26). ¿Qué recuerdos se pueden rescatar de esa visita?
Definitivamente, el poder participar en una conferencia como ésa fue algo que me impactó mucho. Primero, uno piensa en el tema de participación. Están estos espacios de discusión y participar implica que estemos ahí, escuchando y hablando, pero te demuestra que va más allá.
Resulta que son espacios que no nombran los problemas que tú vienes denunciando, o sea, hay una conversación completamente diferente. Y lo segundo, que hay una idea sobre lo que es ser indígena, cómo debes verte o ponerte en la foto, pero no escuchar realmente tus demandas y no dar respuesta.
Permanece una desigualdad, incluso estando en los mismos espacios. De racismo: ¿cómo eres indígena y vienes vestido normal? Hay una idea de cómo debemos hablar, vestirnos y si no cumples con eso no eres indígena. Y en la foto ya no importa que estés porque nadie se va a dar cuenta que eres indígena.
Esto te hace pensar más en los cambios que se necesitan y te das cuenta que en esas conversaciones no, necesariamente, se esté dando respuesta a los problemas. Veíamos como Iberdrola, estas empresas que estaban causando destrucción en los territorios, eran las que estaban ahí hablando, eran las que tenían un stand. Son espacios que terminan siendo una burbuja de privilegios y te preguntas: ¿quiénes están llegando aquí? Y parece que las personas que están ahí es solo por trabajo, no los que están preocupados por cambiar las cosas y que saben lo que está pasando en los territorios.
Nos pareció grave, pero algo que sucedió también fuera de esa COP fue que pudimos generar espacios de encuentro con otros pueblos. En esa COP hubo una importante participación de pueblos indígenas. Nosotras nos sumamos a un encuentro que se llamó Cura Da Terra que reunió a mujeres indígenas de distintos países del mundo. Nos sentamos a conversar sobre las problemáticas que estábamos teniendo, pero también las alternativas y los procesos de resistencia que estábamos generando.
Para mí esos fueron los espacios más valiosos que se vivieron en la COP, el poder encontrar a esas otras mujeres de Brasil, Ecuador, incluso compañeras de Glasgow que nos contaban sobre los procesos que hubo ahí con los pueblos sobre la destrucción de territorios pata convertirlos en zonas industriales.
Es muy fuerte escuchar todas estas historias y ver lo parecidas que son. Hay mucha gente que está queriendo protestar, tuvimos la marcha que fue convocada por Fridays For Future que reunió a mucha gente. Y veíamos en la COP como estaban afuera los policías porque todos los días habían manifestaciones.
Por parte de los movimientos no va a parar. Y más bien estos espacios, como la COP, tendrían que empezar a cambiar de fondo y a buscar otras alternativas porque definitivamente no están respondiendo a los problemas.
Cursaste Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En ese momento, se creó el proyecto MILPA ¿Cómo ha sido salir y luego regresar a tu comunidad?
Yo crecí y viví la mayor parte de mi vida acá en Tecomaxtlahuaca , que es una comunidad en el estado de Oaxaca. Desde ahí empieza a estar muy presente la importancia de la colectividad porque estamos muy alejados de los centros urbanos, donde se concentran las instituciones y los medios. Por lo que, típicamente, tienen que resolver sus problemáticas solas. Es la organización del pueblo lo que hace que se resuelvan los temas.
Este sentimiento colectivo siempre ha estado presente, pero cuando me voy a la universidad puedo estar en contacto con procesos de otras comunidades. Incluso, más fuertes.
Dentro de la universidad estaba en un programa de becas de jóvenes indígenas y me permitió conocer a personas de Oaxaca, Chiapas, Veracruz, y otros estados, e intercambiar inquietudes. Era una situación distinta porque éramos jóvenes migrantes, estábamos fuera de nuestras comunidades. Fue un proceso de aprendizaje, de contacto con los movimientos estudiantiles en la universidad. Todo eso fue lo que incentivó mucho más estas inquietudes por la organización.
Lo que conocía era muy territorial entonces ver como esto se daba en otros espacios fue maravilloso. Después detona muchas reflexiones, preguntas… marca tu camino y formas de lucha.
Ahora regreso a mi comunidad y creo tener el respaldo de estas redes, de estos colectivos y fortalece mucho la posibilidad de acción. Te inspira a seguir a pesar de los obstáculos.
¿Cuáles son los impactos que se presentan en tu comunidad de San Sebastián Tecomaxtlahuaca?
Lo que veo acá, y en otros lugares cercanos, es que hay un proceso de violencia muy fuerte hacia los pueblos para romper con la organización y nuestra identidad. Si bien esta colectividad nos ayudaba a solucionar los problemas, ahora con todos los procesos de acaparamiento de los bienes comunes, de tierras, de madera, de agua… la principal resistencia que se tiene es la comunidad.
Porque si esto se rompe es más fácil acaparar esos bienes y da paso a la entrada de grupos delictivos, de organizaciones clientelares que mantienen el control sobre nuestros territorios.
Veo que nuestros pueblos están presentando muchos problemas simultáneamente y algunos son nuevos. Las comunidades no habían tenido cambios tan rápidos. Por un lado, este acaparamiento de los bienes comunes, por otro, organizaciones delictivas como la venta de drogas, organizaciones que dan créditos y después cobran un montón de intereses.
Jóvenes que están dejando la escuela, de por sí en nuestra comunidad hay una fuerte migración hacia el norte y Estados Unidos para trabajar como jornaleros. Y a eso tenemos que agregar la crisis climática, es una comunidad principalmente campesina, comerciante, donde ya no funcionan las temporadas de lluvia, hay un aumento en las plagas y eso hace que las cosechas no den como antes. En la pandemia hubo un aumento en los precios de fertilizantes.
Son muchos temas al mismo tiempo y la gente tiene miedo por un contexto de violencia. Dicen: yo ya no sé si vale la pena que arriesguemos nuestra vida por esto.
Las instituciones y los gobiernos no van a venir, entonces ¿quién resuelve estos problemas? Los presidentes municipales están preocupados por robar el dinero y no responder a esto. Desde los pueblos no se tiene la esperanza de que los funcionarios asistan con ayuda porque nunca lo han hecho.
Es una situación muy difícil y hemos empezado acá con propuestas cotidianas. Estamos sembrando maíz, recuperando algunas prácticas porque las consideramos como resistencia. Rescatar los saberes, reconectándonos con la tierra y la esperanza.
Principalmente, el proyecto MILPA contempla un podcast Pulques contra el cambio climático, hablar con defensores y defensoras del territorio ¿Cómo se conecta con el cambio climático? Tratar de visibilizar otras perspectivas y lenguajes. También hicimos investigación sobre la participación de los pueblos indígenas en las políticas de cambio climático en México. En ese marco, de hecho, se dio el viaje a la COP.
Si desde los pueblos son quienes están planteando alternativas, ¿Cómo se pueden incorporar esas voces? Después de la COP, las cosas se ven diferentes. Hay brechas también desde la teoría y la práctica, pero trabajamos investigando esos mecanismos de gobernanzas.
Foto de portada: Gibran Mena Aguilar
*Artículo en colaboración con Radio Educación (México)