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Año XVI, 28 de marzo de 2024


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Columna del Director:

Restauración conservadora

Columna de opinión por Patricio López
Lunes 19 de septiembre 2022 20:50 hrs.


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El resultado del plebiscito del pasado 4 de septiembre fue, entre otras cosas, el corolario de una larga y paciente embestida realizada contra el proceso de transformaciones. La Convención Constitucional fue atacada desde el comienzo, por lo que sería ingenuo suponer que la demolición de su imagen se debe solo al mérito, es decir, a que lo hizo “mal”. En paralelo, los días de la movilización de octubre de 2019 -festivos y multitudinarios- fueron transformados mediante una sofisticada operación a una estética más propia de la Ciudad Gótica de Batman, con connotaciones de oscuridad, caos y violencia. El concepto “octubrismo” ha sido acuñado para agrupar aquellas percepciones.

Así, en este relato un proceso que empezó con aquel desprestigiado “octubrismo” termina con el rechazo a la propuesta de una desprestigiada Convención. Bajo este argumento, lo ocurrido en estos tres años fue solo un paréntesis afiebrado, por lo que como luego de un tsunami, las olas han vuelto a su lugar y nuestra vida colectiva puede volver a su normalidad. ¿Cuál sería ésta? La que teníamos el jueves 17 de octubre de 2019.

Así las cosas, la arremetida de los sectores conservadores en defensa del statu quo ha alcanzado niveles de osadía y virulencia fuera de lo común. En su consideración, el país no debería entender el resultado del plebiscito solo como lo que fue, sino como un juicio histórico respecto al estallido social, un juicio contingente respecto a la actual administración y, por consiguiente, sobre la agenda legislativa. En los últimos días, hemos visto una nueva demolición de imagen, esta vez del Gobierno, bajo el argumento de que es inexperto e incompetente, funcional al mismo propósito que las anteriores: establecer que no es posible realizar transformaciones en Chile.

Tal como respecto a la Convención, sería ingenuo suponer que si el Gobierno lo hiciera “bien” sería bien tratado, y debido a que lo hace “mal” es maltratado. Esto no es solo un asunto de virtudes o errores, lo cual debe seguir su carril de análisis como corresponde al debate democrático. Es que sucede, además, que un tinglado diverso de poderes económicos, dirigencias políticas, medios de comunicación, analistas, expertos y otros, que habían visto amenazada su hegemonía, respiran ahora tranquilos y han salido a cobrar la factura. No solo eso: a volver a marcarle al conjunto de la sociedad los límites de lo posible y el lugar de la virtud y de lo razonable. Así respecto a la Constitución, la Reforma Previsional, la Reforma Tributaria, la Reforma a la Salud y otros. El dilema es extraordinariamente difícil para el Gobierno, puesto que no solo debería verse en la posición de hacer concesiones tácticas, como las hemos visto, sino preguntarse cómo evitar un nuevo fracaso de la idea de transformación, justo cuando el país se acerca a los 50 años del Golpe Militar de 1973.

Entre muchos partidarios del Apruebo, golpeados todavía después de la derrota electoral, persiste la idea de que nada se puede modificar y que no tiene mucho sentido seguir empujando los cambios. Si aquello se transformara en un legado histórico o generacional, sería desastroso porque, aunque legítimamente siguen soplando los vientos del triunfo del Rechazo, persisten en nuestro país desigualdades e injusticias groseras que no es correcto ni justo hacer como si no existieran.

Envíanos tu carta al director a: patriciolopez@u.uchile.cl

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.