Un hermoso lago de 12 kilómetros de longitud, en cuyas costas habitan diversas comunidades mapuche en armonía con la flora y fauna del entorno. Este es el laboratorio natural de un grupo de científicos y estudiantes que, junto a los habitantes ancestrales del lugar, unieron sus conocimientos y distintas y complementarias experiencias para solucionar los problemas que aquejan a la zona, como la contaminación y erosión de este lago ubicado en la Región de la Araucanía, entre otros desafíos.
Hace más de una década, la profesora Doris Sáez Hueichapan, académica mapuche de la Subdirección de Pueblos Indígenas de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la U. de Chile, comenzó un trabajo enfocado en brindar apoyo tecnológico en la zona norte del lago. Ahí la detectaron dos entusiastas profesionales de la ONG Maple, quienes le contaron sobre la labor que realizaban con otro lof (comunidad) mapuche, en el área del fortalecimiento de las economías comunitarias. Así, el equipo de la FCFM entró en contacto con el colectivo de investigadores y gestores Mapuche que algunos años después dio origen al proyecto Budi Anumka, asociación ambiental autogestionada que hoy reúne a tres comunidades en pos de co-diseñar estrategias de restauración biocultural del territorio.
El caso de Lago Budi es uno de los que se presentará en el próximo Congreso Tecnológico Indígena organizado por el Programa de Pueblos Indígenas de la Universidad de Chile, que se desarrollará entre el 11 y el 14 de octubre en el Campus Beauchef. Los integrantes de esta iniciativa expondrán cómo el diálogo de saberes ha logrado avanzar con soluciones concretas en la restauración biocultural del territorio.
El codirector de la asociación ambiental Budi Anumka, Fernando Quilaqueo, valora y agradece este trabajo conjunto entre la sociedad civil, la Universidad de Chile y las comunidades mapuche. “En este proyecto de restauración, la relación entre la comunidad mapuche con la ciencia se da principalmente en vista de la necesidad que tenemos como lof de ir avanzando hacia la investigación respecto a nuestro entorno, a nuestro paisaje y al ambiente que tenemos muy deteriorado, que es una situación muy lamentable. Queremos tener propuestas de solución para mitigar estas anormalidades. Estamos investigando respecto a los conocimientos ancestrales, pero también queremos tener la investigación de la ciencia. Es una relación de confluir en una propuesta, en soluciones para enfrentar estas problemáticas”, explica.
Para los codirectores de la ONG Maple Chile, Ignacio Krell y Alison Guzmán, este es un co-diseño de estrategias de restauración biocultural del territorio. Formalizada en 2019 como asociación sin fines de lucro, Budi Anumka es una experiencia que se fortalece día a día en el aprendizaje recíproco. Cada uno de los que acompañan a la organización -familias, autoridades, líderes y aliados desde la ciencia y la tecnología- están llamados a salvaguardar la tierra y la vida. También apuestan por la importancia y urgencia de que estos procesos puedan considerar la organización propia, planteada desde el conocimiento mapuche, y que puedan ir acompañando a la restitución o recuperación de las tierras, los recursos y el territorio.
“Esta colaboración inició en torno al tema más bien económico, con la idea de fortalecer la autodeterminación económica de las comunidades mapuche. A partir del aprendizaje que tuvimos en conjunto con la comunidad, trabajando como un colectivo de investigación, empezamos a darnos cuenta que el tema económico en realidad estaba vinculado íntimamente a la relación de las comunidades con su entorno vivo. Y con todo lo que ello implica, con el conocimiento que se ha transmitido a través de las generaciones, con el uso tradicional, pero también innovador de los recursos que se encuentran en este territorio, pero que -sin embargo- digamos por razones históricas, por procesos de tipo neocolonial que se dan a partir de la ocupación por el Estado chileno de este territorio a fines del siglo 19, se empieza a generar un deterioro, tanto de las condiciones ambientales como de esta economía comunitaria y de este vínculo cultural con el territorio. Este proyecto busca restaurar o reconstruir esta territorialidad mapuche que ha sido fragmentada e invisibilizada“, plantea Ignacio Krell, sociólogo egresado de la U. de Chile.
Desde la instalación del primer vivero comunitario en 2015, la ONG Maple Chile ha acompañado este proceso de cerca, co-diseñando con Budi Anumka una estrategia adaptativa integral que articula: monitoreo y restauración ambiental comunitaria; diálogo de saberes de custodios tradicionales con estudiantes e investigadores; y encadenamientos circulares y regenerativos.
“Estamos llevando un trabajo de cooperación con el programa de Pueblos Indígenas de la U. de Chile, donde hemos estado avanzando en hacer investigación respecto a los procesos o las dinámicas de contaminación de nuestro Lago Budi. Estamos muy conscientes del trabajo que están haciendo ellos para complementarlo con la sabiduría ancestral de nuestro pueblo. Queremos, de esa manera, incorporar estos elementos a través de estas dos ciencias para tener una propuesta. Es muy gratificante tener esta cooperación de parte de estos científicos para tener propuestas para llevar adelante nuestro proceso de restauración biocultural en nuestro territorio, en nuestros humedales. Hay mucha pérdida de material vegetal que es muy relevante”, dice Fernando Quilaqueo.
Para enfrentar estos desafíos, Budi Anumka ha convocado aliados respetuosos de su autonomía y dispuestos a poner el foco en la generación de capacidades en el territorio, bajo la guía de autoridades tradicionales y su conocimiento ancestral. En la actualidad, la subdirección de Pueblos Indígenas FCFM y un equipo dirigido por el geólogo Dr. Gabriel Easton de la FCFM; la Fundación Kennedy, especialistas en protección de humedales; MasNewen, una empresa regenerativa con base en Holanda; y financistas como Fundación Packard y el Fondo de Mujeres Indígenas FIMI son parte de esta coalición de colaboradores que acompañan a Budi Anumka.
Para la profesora Doris Sáez Hueichapan, “esta relación virtuosa entre ciencia y comunidad indígena es bien importante para poder desarrollar algo que sea sustentable en el tiempo. Hoy existe este tema de la contaminación del Lago y tenemos que ver cómo restaurar, de alguna manera, el impacto ambiental con una solución en conjunto. Ellos nos cuentan cuáles son las problemáticas que afectan este impacto ambiental en la comunidad y los geólogos aportan desde sus saberes, desde sus análisis del agua y del suelo, etc. Así que la idea es que este trabajo sea sustentable en el tiempo. Hay un montón de proyectos tecnológicos, pero yo creo que el nicho está en cómo desarrollar metodologías participativas y, en este caso, que unan a diversas organizaciones: las comunidades, la Universidad, las organizaciones que llevan años trabajando en los territorios, como las ONG. Y entonces eso no es trivial, tiene que seguir ciertos pasos y protocolos de entendimiento y tener una mirada horizontal, y no pensar que uno desde la Universidad puede plantear las soluciones, sino que las soluciones son en conjunto con ellos”, explica la profesora.
Por su parte, el profesor Easton cuenta que como resultado de esta iniciativa se han realizado dos memorias de título, de María Victoria Quesille y Tamara Peñaloza, enfocadas en tener una primera aproximación de la geomorfología y propiedades físicas y geoquímicas de los sedimentos y aguas superficiales del lago y sus principales tributarios. Actualmente, la investigación continúa con la tesis de magíster de Cristian Bastías Curivil, que busca reconstruir la evolución ambiental reciente del lago, a través del estudio de su registro sedimentario, considerando la historia y el conocimiento que las comunidades tienen del mismo.
“El reconocimiento y la valoración de la diversidad es fundamental para la búsqueda de caminos innovadores hacia un futuro sostenible para nuestro país. Desde la ciencia, nuestro aporte debe ser riguroso y a la vez abierto a explorar nuevas vías. Esto que parece simple requiere en realidad un esfuerzo específico, pues siempre es más fácil mantenerse en lo propio, en aquello cuyas condiciones de borde hacen predictible el camino a seguir. En el diálogo, la flexibilidad y -a la vez- la rigurosidad científica está nuestro compromiso con la creación de conocimiento, su difusión, así como con la generación de nuevas generaciones de profesionales, científicas y científicos comprometidos con el cuidado de la naturaleza, los territorios, el medio ambiente y la humanidad”, dice el profesor Easton.
El proyecto, de esta forma, representa un ejemplo del vínculo entre economía, conocimiento y medioambiente, y de cómo las comunidades hoy día también pueden ponerse a la cabeza de este proceso de restauración con la autogobernanza de la territorialidad que se quiere reconstruir. “Promovemos la restauración de nuestro territorio y la recuperación de nuestros suelos, de nuestras aguas, de nuestros bosques nativos, humedales y de nuestro conocimiento ancestral y también cómo enfrentar la autogobernanza ambiental. Esa es nuestra visión a futuro. Queremos que este proyecto sea a largo plazo y a futuro queremos también incorporar a otras comunidades para que podamos trabajar en este proyecto de nuestro territorio, del Lago Budi”, finaliza Quilaqueo.
Inscripciones, programa de actividades y las/os expositoras/es de este congreso están detalladas aquí: https://linkr.bio/cti.