Los desafíos económicos de Lula: la desigualdad y el crecimiento

Lula fue elegido presidente de Brasil con el 50,9% de los votos. Tras los comicios tendrá que abordar la urgente tarea de resolver los problemas sociales de los brasileños.

Lula fue elegido presidente de Brasil con el 50,9% de los votos. Tras los comicios tendrá que abordar la urgente tarea de resolver los problemas sociales de los brasileños.

La economía es la principal prioridad citada por los votantes. Apenas recuperados de la pandemia y del desempleo que provocó, los brasileños se enfrentan a una la inflación. En uno de los países más desiguales del mundo, la subida de los precios fue un cataclismo. Gracias a la pronta actuación del banco central, y al apoyo presupuestario con la suspensión de un cierto número de impuestos sobre los hidrocarburos, la presión se ha reducido mucho, y la inflación ha ido bajando desde abril. Todavía está en el 7%.

Comer lo suficiente sigue siendo una gran preocupación para el 15% de los brasileños que sufren inseguridad alimentaria, frente a sólo el 4% en 2010, cuando Lula dejó el cargo. Ha prometido reforzar la asistencia social puesta en marcha por su predecesor y borrar parte de las deudas acumuladas durante la pandemia.

Segundo reto para el presidente: volver a crecer

Brasil, antes de Covid, ya era un gigante adormecido, estancado en un crecimiento lento, demasiado débil para redistribuir la riqueza creada a una población en rápido crecimiento: 0,3% de crecimiento anual de media en los últimos diez años, esto es dos veces menos que la tasa de crecimiento de la población. De ahí el empobrecimiento, la degradación que están sintiendo los hogares.

Tras retroceder durante la presidencia de Lula a principios de la década de 2000, la desigualdad se ha disparado en los últimos diez años entre los ricos y los pobres, pero también entre los habitantes del Sur y del Norte.

Los del noreste ganan la mitad que los del sureste y tienen el doble de probabilidades de estar desempleados. Las desigualdades en el desempleo también son muy elevadas. Las mujeres y las personas de color sufren mucho más que los hombres blancos.

¿Qué políticas se defienden para reducir la desigualdad e impulsar el crecimiento en Brasil?

La mejora de la educación, la reforma del Estado para hacerlo más eficiente y la reforma del sistema fiscal, a menudo desfavorable para las empresas, son los proyectos a largo plazo citados habitualmente por los economistas. Estas cuestiones fundamentales no se abordaron durante la campaña.

Lula ha invocado sus mandatos pasados, que corresponden a una época de prosperidad, la única en la que las desigualdades han disminuido. Pero no podrá aplicar las mismas recetas, porque mientras tanto Brasil se ha endeudado mucho. Por tanto, su margen de maniobra fiscal es mucho más limitado y el contexto global es muy diferente. El auge de las materias primas ya no es relevante en 2022.

La fuerza de Brasil sigue siendo sus recursos naturales

La industria, que solía proporcionar puestos de trabajo bien remunerados, está en declive desde hace treinta años. La agroindustria, favorecida por Jair Bolsonaro, los minerales y el petróleo son los principales motores del comercio exterior. Reorientar la economía hacia actividades mejor remuneradas y más creadoras de empleo es una necesidad.

Para lograrlo, tienen que atraer a los inversores, empezando por defender el medio ambiente y la selva amazónica. Este es el compromiso adquirido por Lula. En el futuro inmediato, tendrá que reconciliar al país para poder gobernar y legislar. El sistema político brasileño, en el que las regiones y el Congreso son considerables contrapoderes, es uno de los principales obstáculos para el cambio.

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